martes, 11 de enero de 2011

La sociedad rural argentina, por Guido Patricio Filippo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado por Diario BAE 07/01/2011)

En el 2008 se vio la confrontación de dos modelos económicos diferentes. Por un lado, el que proponen las entidades agrarias, un modelo económico basado en exportar soja y proveer de materias primas a los países desarrollados, lo cual implica seguir siendo un país dependiente de los precios internacionales y del mercado externo. Por otro lado, el modelo del gobierno, que aboga por un país industrial de inclusión social con independencia económica. Dos modelos diametralmente opuestos entre sí, que polarizaron la sociedad en dos grupos distintos: unos a favor y otros en contra del modelo nacional.

En esta discusión los dirigentes de las entidades agrarias (Llambías, Miguens, Buzzi, Garetto) empezaron a analizar cuál es la política económica y social que debería llevar adelante nuestro país. Por ejemplo, Hugo Biolcati, actual presidente de la Sociedad Rural Argentina, en sus discursos que realiza en la exposición de La Rural en Palermo todo los años, habló de la pobreza y la marginalidad. Asimismo, en ellos se preguntaba porque el gobierno nacional pone tantas trabas al sector agropecuario, debido a que cree que él sector al que pertenece, es el motor de nuestros país y afirmaba que si se lo alentara con diferentes políticas macroeconómicas, por ejemplo eliminando las retenciones, se podría alimentar a todos los argentinos.

Ahora podemos plantearnos: ¿Qué intereses económicos son los que representa la Sociedad Rural y a quiénes beneficia? ¿Cuál ha sido el rol de La Sociedad Rural en la historia argentina? Empecemos por responder estos interrogantes.

La Sociedad Rural Argentina surge en 1866 en medio de una de las tantas crisis que atravesó nuestro país en su historia. Esta crisis fue una consecuencia directa de la guerra contra el Paraguay llevada adelante por Bartolomé Mitre con la ayuda de Brasil y Uruguay en contra del Paraguay, la cual se la conoce como la guerra de la triple alianza.

En este contexto de crisis, se produce una ruina de la producción lanera, lo cual alienta a los productores a crear la Sociedad Rural Argentina en contra de la política económica que había conducido al quiebre de muchos productores. Así surge la Sociedad Rural Argentina. Sus socios fundadores fueron José Alfredo Martínez de Hoz, Eduardo Olivera, Lorenzo F. Agüero, Ramón Viton y Francisco Bernabé Madero.

En 1879 La Sociedad Rural Argentina financió la “Campaña del Desierto”. El Estado Nacional emitía bonos con los títulos de las futuras tierras a 400 pesos fuertes cada uno, los cuales representaban 2.500 hectáreas, pero el mínimo para acceder al “negocio” era de 1200 pesos, lo que es equivalente a 10.000 hectáreas. Un dato interesante que refleja lo que pasaba en aquel momento es que 344 familias lograron obtener 10.869.000 hectáreas.

Entonces, lo que conocemos en nuestra historia como la oligarquía argentina, son aquellos que lograron poseer las extensiones de tierras más fértiles del suelo argentino, gracias a que manejaba el aparato del Estado a través del PAN (Partido Autonomista Nacional). La oligarquía logró a través del control del Estado expropiar tierras que pertenecían a los pueblos originarios en la “Campaña del Desierto” que se desarrolló entre 1879 y 1880. Esta denominación general impuesta por la historia oficial argentina para nombrar a esta etapa, es cuestionable debido a que las tierras no estaban deshabilitadas sino que vivían allí pueblos originarios que fueron asesinados en una matanza con el objetivo de aumentar las extensiones de tierras.

Si bien poseían las tierras más fértiles de todas, esas tierras eran totalmente improductivas en un principio ya que no tenían comunicación con el puerto. Los ferrocarriles que instalaron los capitales privados ingleses, fueron los que conectaron en forma de abanico todo nuestro país, todas las zonas dirigidas hacia él puerto, en vez de conectar distintos pueblos para favorecer el comercio regional.

Ahora bien ¿por qué invertían los ingleses? Porque se les concedía amplias ventajas para que lo hicieran. No se les cobraba impuestos, se les cedía una legua de tierra al costado de las vías y se les aseguraba un 7 % anual de retorno de sus inversiones. Todo esto posibilitó que se pusiera en marcha la producción de alimentos y que se valoricen las tierras entre 1883 y 1887: las tierras aumentaron un 1000%. Por eso, es que defendían el libre comercio sin ningún tipo de barrera arancelaria que pudiera proteger la industria del interior del país.

Estas enormes extensiones de tierras requerían también de mano de obra que llegó a causa del diciplinamiento del gaucho y del fuerte proceso inmigratorio que se produjo sobre todo entre 1900-1910, etapa en la cual ingresan al país 1.600.000 habitantes. Este proceso permitió que los terratenientes explotaran a los inmigrantes, debido a que éstos traían arraigado una sustancial cultura del trabajo. Le alquilaban las tierras a precios exorbitantes y les vendían los materiales que necesitaban a precios muy elevados. Esto generó un estallido social que se denomina “Grito de Alcorta”, que tiene como consecuencia el surgimiento de la Federación Agraria para hacerle frente a la Sociedad Rural.

En la década del ’30, la conocida Sociedad Rural sufre un golpe significativo al derrumbarse el modelo agro-exportador y dar comienzo a uno nuevo, la ISI (industrialización por sustitución de importaciones). La causa de este golpe radica en que Inglaterra afectada por la crisis mundial se vuelca al proteccionismo y por lo tanto deja de comprarnos carnes y cereales. En ese momento, Argentina compraba productos manufacturados más baratos y de mejor calidad a Estados Unidos. La Sociedad Rural frente a una disminución de las compras del mercado inglés, comienza a proponer como política: “Comprar a quien nos compra”.

Con la llegada de los conservadores al poder, la presión ejercida por la Sociedad Rural para seguir manteniendo relaciones carnales con Inglaterra queda reflejada en el Tratado Roca-Runciman en 1933. Este pacto perjudicaba profundamente a la Argentina en cuestiones económicas, ya que cedía amplias ventajas a los ingleses y sólo les aseguraba a los terratenientes una cuota mínima de compras de materias primas.

En la década del ’40, la Sociedad Rural se opone a varias de las medidas sancionadas por Perón, principalmente a dos en particular: el estatuto del peón en 1944 y la creación del IAPI en 1946. La primer medida estableció la aplicación de normas laborales para los peones del campo: salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, condiciones de abrigo, espacio e higiene, etc. El IAPI era el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio creada en 1946 con los siguientes objetivos: ejercer el monopolio de las ventas agropecuarias al exterior, pagar precios menores a los productores con respecto al mercado internacional y en dinero nacional obteniendo así una diferencia cuyo objetivo era financiar el desarrollo industrial.

Con la llegada del neoliberalismo en 1976, desapareció este conflicto para las entidades agrarias, ya que el modelo económico que proponían era una economía abierta a los productos industriales y sin ningún tipo de retención sobre los productos agropecuarios.

En el 2008 el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner propone el esquema de retenciones móviles para desalentar el cultivo sojero (materia prima que sólo se consume en un 2% del total en la Argentina y el resto se exporta sobre todo a China) y de esta manera para que no disminuya la oferta de productos que consumen todos los argentinos como la carne. Las entidades agrarias se opusieron a esta medida haciendo cortes de rutas, actos políticos etc.

En conclusión, se puede afirmar que, analizando los diferentes períodos de nuestra historia, la Sociedad Rural desde su creación hasta nuestros días, defiende los intereses de unos pocos que forman parte de la misma, y que tienen mucho poder económico. Sólo busca maximizar sus ganancias sin importar su costo social y económico.

Este año se enfrentan los dos proyectos: por un lado, el que proponen las entidades agrarias, con la Sociedad Rural a la cabeza, que es volver al modelo agro-exportador, y por otro el que propone Cristina Fernández de Kirchner que es la profundización del modelo actual. Un país para unos pocos o un país para todos.


El autor es integrante del Grupo de Estudios de Economia Nacional y Popular (GEENaP) www.geenap.com.ar (Agencia Paco Urondo)

lunes, 3 de enero de 2011

A contramano, por Javier Cernadas

Capital Federal (Agencia Paco Urondo,publicado por Diario BAE, 23/12/2010)

Ciertos analistas afirmaban años atrás que la Argentina tenía una política económica, un proyecto económico, que marchaba al revés del mundo, contrario a los exitosos modelos desarrollados por países denominados “serios”, como el autor titula esta nota, una Argentina que iba “a contramano”.
Como afirmaban estos economistas neoliberales, la Argentina realizaba un “aumento discrecional e ineficiente del gasto público lo cual iba en contra de la disciplina fiscal necesaria para que un modelo sea sostenible en el tiempo”. Sin embargo, este mal llamado aumento discrecional del gasto no era más (no es más) que una cada vez mayor inversión pública, pero a su vez cuidando la tan mentada disciplina fiscal sostenida por aquellos que durante sus gobiernos jamás pudieron concretarla.
Esto es, una elevada y creciente inversión pública vigilando el superávit fiscal, el cual a su vez está sustentado en parte en los ingresos provenientes de las “retenciones”. Este superávit fiscal además está acompañado por el superávit comercial que se viene registrando desde el inicio del modelo kirchnerista, superávit gemelos que constituyen una situación excepcional sin precedentes. Esta política llevada a cabo en Argentina desde 2003, redunda no sólo en una mejora en la calidad de vida a través de la inversión en materia social y la generación de infraestructura sino que a su vez es fuente primaria y secundaria de empleos brindando mayor fortaleza al mercado interno.
Por otra parte, los falsos augurios acerca de que las políticas aplicadas primero por Néstor Kirchner y ahora por Cristina Fernández nos llevarían a un nuevo 2001 manifestaron la insensatez con la que pueden realizarse análisis económicos tan alejados de la realidad como cercanos a los intereses de los grupos concentrados de la economía.
Ejemplos de estas crónicas falaces pueden ser las predicciones de grandiosas corridas cambiarias que dispararían el valor del dólar, la falta de recursos para hacer frente a los vencimientos de la deuda pública, la caída del consumo interno por disminución del salario real, la desocupación y una caída en el nivel de actividad.
Otro caso de estas deliberadas y malintencionadas profecías ocurrió durante el verano pasado cuando se decidió aplicar reservas al fondo de desendeudamiento. Ante esta decisión política de no pagar los servicios de la deuda con más deuda sino que por el contrario hacerlo con recursos propios, la oposición y el establishment financiero, utilizando como pantalla a los monopolios mediáticos, pronosticaron el desplome de las reservas, inflación, emisión desmedida, pérdida de respaldo de la base monetaria y corridas bancarias.
Ante estos miramientos no hubo mejor rebatimiento que la realidad, luego de haber cumplido con los vencimientos de la deuda, las reservas no sólo que no disminuyeron sino que se incrementaron llegando al record histórico de 52 mil millones de dólares. Del mismo modo, se desaceleró la fuga de capitales, la inflación siguió siendo moderada, el tipo de cambio continúa siendo competitivo y se mantiene controlado por el BCRA, la desocupación continúa en descenso y la economía crece a un ritmo del 9 por ciento anual. Por último, el consumo interno (uno de los pilares del modelo) sigue en constante crecimiento llegando este mes a valores record.
Mientras que en muchos países la crisis financiera internacional hundió la banca y las finanzas, en la Argentina los bancos alcanzaron ganancias record y el sistema alcanzó resultados sin precedentes gracias a la política activa del BCRA en la plaza cambiaria, la cual a su vez permitió acumular suficientes reservas como para soportar la segunda embestida de la crisis internacional sin ningún impacto en las finanzas del país.
Esto es ir a contramano, superávit comercial, superávit fiscal, desendeudamiento, aumento de salarios y crecimiento del empleo en contraposición al déficit fiscal y comercial, al endeudamiento, al crecimiento del desempleo y los recortes en los salarios que se viven en países admirados y puestos como ejemplo por los economistas del establishment, tales como los países europeos.
El impacto de la crisis financiera y de los millonarios planes de salvataje no dejaron a ningún país a salvo: después de Grecia, Irlanda se convirtió en el segundo país en recurrir al rescate condicionado por parte de la Unión Europea y el FMI. Sin embargo, estos países no son los únicos que aplican políticas fiscales contractivas, también Portugal, Italia y España y países que no son periféricos como ser Francia y el Reino Unido.
Ante la crisis, los “exitosos” países europeos optaron por aplicar medidas tendientes a salvaguardar al sistema financiero sin tener en cuenta lo que ocurre en la economía real y en las finanzas públicas, garantizando así el cumplimiento de los vencimientos de deuda en el corto plazo. Estas soluciones deflacionarias aplicadas implican una reducción de la inversión pública en materia social, una abrupta caída en la inversión privada agravando de esta forma el problema de demanda y un aumento del conflicto social que profundiza aún más la recesión.
Precisamente, así fue que cuando el mundo entró en crisis la fortaleza del modelo argentino, ese que iba a contramano del mundo, permitió soportarla viendo afectados levemente sus indicadores económicos, los cuales rápidamente volvieron a los valores anteriores a la debacle financiera. Esto pudo darse gracias a las políticas de fortalecimiento del mercado interno y acumulación de reservas que permitieron a la Argentina no depender de los mercados financieros internacionales y llevar a cabo políticas anticíclicas para contrarrestar los efectos de la crisis.
Por su parte, la tan cuestionada inflación fue relativizada por el Premio Nobel de Economía Paul Krugman quien afirmó que la inflación moderada que vivimos “claramente es mejor que la situación de depresión y deflación que aqueja a varios países, debido a la crisis”.
En cuanto a este tema, en Argentina debemos tomar conciencia de que es fundamental para garantizar la sustentabilidad del modelo de crecimiento con inclusión social, cuidar de no caer en la trampa que proponen ortodoxos economistas, quienes embanderados en la inflación pretenden “enfriar la economía” a través de un aumento en la tasa de desempleo y el congelamiento de salarios.
En este sentido, es falsa la premisa de que los aumentos salariales provocan inflación, ya que la incidencia de la mano de obra es cada vez menor en la formación de los costos de las empresas. Es por esto que no hay que buscar las causas de la inflación en las subas de salarios sino en el grado de concentración de la economía en pocas empresas que se constituyen en fuertes formadores de precios.
La antítesis de esta situación se vive en los países denominados “serios y confiables”, como pueden ser algunos miembros de la UE, quienes ven como los precios se desploman debido a un consumo cada vez menor a causa de que al mismo tiempo que se acude al rescate del sistema bancario, se aplican los planes de ajuste recomendados por el FMI a través de un notable aumento del desempleo y medidas que reducen salarios y jubilaciones.
Hoy Europa sigue en crisis y se continúan aplicando las típicas recetas neoliberales de recorte del gasto público que hunden aún más a los países, y que llevan irremediablemente a una crisis más profunda en un futuro no muy lejano a cambio de salvar en el corto plazo a los grandes grupos concentrados de la economía y a los mercados financieros en detrimento del conjunto de la sociedad.
Creer que la solución a una crisis puede hallarse en planes de ajuste y mayor endeudamiento es una ilusión, ya que provoca una reducción del producto, la inversión y el consumo, lo cual implica la imposibilidad futura para el repago de la deuda sin otra salida que un nuevo plan de ajuste generándose así un ciclo vicioso que finiquitará indefectiblemente en una crisis mucho más intensa.
Entonces es ahora, luego de soportar años de críticas y falsas profecías, que queda más que claro quien iba a contramano, quien iba por el camino correcto y quien no, y lo importante que fue forjar nuestro propio modelo de desarrollo e ir en una dirección distinta a la de los países supuestamente exitosos que hoy muestran los pésimos resultados de su política económica.

El autor es integrante del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP), www.geenap.com.ar(Agencia Paco Urondo)