Capital Federal (Agencia Paco Urondo)Pagina 12- Domingo, 18 de Noviembre de 2007
COMO SERA EL PACTO SOCIAL DE CFK
El pacto social no será una mesa con las grandes entidades, sino una serie de consejos sectoriales. Uno de sus objetivos será una mejor distribución del ingreso . La debilidad estructural de los trabajadores frente al patronato.
El pacto social de CFK consistirá en consejos sectoriales de producción.
Por Horacio Verbitsky
Según los planes de la presidenta electa, el anunciado pacto social no consistirá en una única mesa con representantes de las grandes entidades patronales y de trabajadores, sino en un número hasta ahora no definido de consejos sectoriales de producción, en los que el Estado se reunirá con las distintas partes involucradas. Es decir que el proyecto no contempla una representación de la CGT, la CTA o la UIA, al estilo de las que integran el Consejo Nacional del Empleo, la Productividad el Salario Mínimo, Vital y Móvil.
Si bien aún no hay una decisión tomada sobre la cantidad de consejos que funcionarán, por vía de ejemplo en el futuro gobierno se mencionan los siguientes:
- industria automotriz, que incluirá a las autopartes;
- agroindustria y alimentos;
- energía.
Los aportes estatales deberán tener contraprestación por parte del sector privado, en el incremento de la producción, las exportaciones y los salarios, en procura de una distribución más equitativa del ingreso.
Cada consejo deberá identificar las actividades más rentables y competitivas, a las que convenga canalizar la inversión para incrementar las exportaciones. También se espera que determinen qué falta en cada caso para optimizar los resultados, si son necesarios subsidios y orientados de qué manera. CFK responde a quienes le piden mayor precisión, que a ella le gustaría vivir en un país en el que la industria subsidiara al agro, como ocurre en Estados Unidos o en Europa. Pero, añade, “la historia no la inventé yo”.
La pugna distributiva
Con mesa única o Consejos, la pugna distributiva acompañará el mandato que se inicia dentro de tres semanas. El atento diario La Nación, que saludó la asunción de Kirchner con un editorial en tapa anunciando que no duraría más de un año, sostiene ahora que el ministro de Trabajo, Carlos Tomada fue confirmado con la misión de contener los reclamos salariales. “El sindicalismo es uno de los desafíos más serios del próximo gobierno para controlar la inflación”, sostiene el órgano vocero de los sectores del capital más concentrado. La disminución notable del desempleo determina que cualquier mejora en el ingreso asalariado deberá provenir de ahora en más de un incremento del salario real por encima de la productividad del trabajo. La brecha entre productividad y salario sigue siendo enorme, en contra de los trabajadores, pero desde 2003 ha habido una recuperación a la que las empresas quieren ponerle límite. El instrumento para ello es la inflación. Pueden usarlo por la estructura oligopólica de la economía. Entre una y cuatro empresas controlan del 60 al 100 por ciento de la producción, distribución y/o comercialización de los productos básicos, ya sea para el consumo final, como pan y lácteos, o como insumos decisivos para otros productos, como aluminio, hierro, chapas y laminados de acero, plásticos, vidrio, cartones, cemento, fertilizantes. Casi todos ellos construyeron sus plantas sin inversión propia y sólo con subsidios estatales. La asimetría de poder entre estos grupos económicos concentrados y los trabajadores y sus organizaciones es enorme. Como resultado de la derrota histórica sufrida por el movimiento obrero en 1955, profundizada en 1959, 1966, 1976, 1982 y 1989, sólo uno de cada cinco trabajadores está sindicalizado, contra uno de cada dos en 1954, lo cual refleja la debilidad estructural en la negociación de salarios. Además, la sindicalización se concentra en las mayores empresas, aquellas con más de 200 personas empleadas: más de la mitad de ellas tiene por lo menos un delegado y por eso han conseguido mejoras salariales e incluso una disminución en la carga impositiva sobre sus ingresos. Pero en el resto sólo el 12,4 por ciento de las empresas tiene al menos un delegado.
Los Hugos
Una vez conocido el posicionamiento de los patrones frente al anuncio del pacto social, el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, hizo saber que defendería el valor de los salarios. Estas condiciones estructurales de la representación laboral indican en qué débiles condiciones se encuentra para ello. Por su parte, el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, sigue reclamando el otorgamiento de la personería gremial, que Kirchner prometió conceder antes de que concluyera su mandato. Dentro de unos días la CTA anunciará la convocatoria a lo que denomina “una paritaria social por una equitativa distribución de la riqueza”. El borrador de documento que ha hecho circular entre organizaciones aliadas, como la Federación Agraria, la Asamblea de PYMES y el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, plantea avanzar hacia “un nuevo modelo productivo y distributivo”. Para ello reclama, entre otras cosas, una política de recuperación progresiva de los salarios reales, junto con el aumento en la cantidad y calidad del empleo; la fijación por el Estado de niveles razonables de ganancia “de las grandes empresas” y la captación impositiva de las rentas excepcionales que pudieran obtener; y el fomento de las herramientas de democracia participativa y consulta popular. Con independencia de cómo resuelva el gobierno la cuestión de la personería de la CTA, a la que se oponen tanto las cámaras patronales como la CGT, en la situación estructural de los trabajadores que explica su retroceso en la pugna distributiva, hay un punto de encuentro objetivo entre el Hugo Negro y el Hugo Blanco. La emergencia sindical es un dato objetivo, frente al cual el crecimiento de los últimos años y la disminución del desempleo abren condiciones para una campaña conjunta de afiliaciones.
Un ministro sin lobby
Igual que en 2005, el gobierno usa el resultado electoral como una plataforma a partir de la cual buscar mayores niveles de homogeneidad y coherencia. Lo hace en forma gradual pero inequívoca. Luego de la batalla ganada sobre el aparato duhaldista bonaerense, Néstor Kirchner incorporó al gabinete a Jorge Taiana, Nilda Garré y Felisa Miceli, cuya afinidad y sintonía con el presidente eran muy superiores a los de quienes los precedieron. En cambio, cuando la ministra de Economía tropezó en el baño, el apurado reemplazo fue en detrimento de esa coherencia. Kirchner tenía una buena relación con Miguel Peirano, pero siempre estuvo claro para todos que se trataba de un operador de la Unión Industrial, de la que provino y a la que volverá, y de los grandes grupos económicos que la controlan. Las razones personales para el alejamiento de Peirano, que el gobierno ha destacado en diversas comunicaciones no carecen de entidad: se ha mudado a casa de su madre enferma, esto ha complicado su vida conyugal y le ha producido una úlcera sangrante. Pero sería erróneo minimizar el fastidio gubernativo por el ostensible cordón umbilical de Peirano con el lobby de los grandes grupos económicos, al estilo de lo que ocurría con Roberto Lavagna. Una cosa es el proyecto industrialista e incluso la sobrevaloración de una presunta burguesía nacional, y otra tener en las propias filas un troyano de esos intereses. Sin llegar a los extremos grotescos del padre de la devaluación, José Ignacio Mendiguren, Peirano fue antes un hombre del lobby empresarial que del gobierno. Siempre sensible a los humores oficiales, el patronato acordó con el propio Peirano los términos de su renuncia y los discursos que se pronunciarían en su último encuentro público con la entidad sectorial, de modo de no irritar a CFK y mantener al ministro saliente como una cabeza de puente sobre su gobierno. Más allá de sus méritos profesionales, Lousteau será un ministro que responda sólo a la presidenta y cuyas acciones no requieran de un receloso monitoreo. Esto también explica la continuidad de Julio De Vido. Es posible discutir su grado de eficiencia en el manejo de los difíciles temas que le competen, como la energía o el transporte, pero no hay dudas acerca de sus lealtades. Cuando Kirchner complete su mandato, se celebrarán sesenta meses de crecimiento ininterrumpido, en los que reapareció la planificación tan denostada en el período anterior. Ese es, no por azar, el nombre del ministerio que seguirá ocupando De Vido. Lousteau fue impulsado por Alberto Fernández, igual que Graciela Ocaña y Florencio Randazzo, pero es previsible que no colisione como sus antecesores con el vecino de arriba.
(Agencia Paco Urondo)
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