Una de Robert Rodríguez, por Joe Cornejo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Si algún maleficio ideado por el cineasta Robert Rodríguez despertara a Karl Marx de la tumba, y este visitara la capital argentina, su satisfacción respecto de sus propias teorías no podría ser más plena. El 7 de mayo, por la tarde, el alemán habría sido invitado a un acto en la sede del gremio de peones de Taxi, a una cuadra de Medrano y Constitución. Y como intelectual, habría aceptado de buen grado asistir a un encuentro de discusión política.

Lo habrían recibido taxistas eufóricos, coreando consignas reivindicantes de su oficio y de su líder, Omar Viviani, entre paraguas y chalecos negros y amarillos. A Marx le habría molestado el tumulto. Se decía en la década del ‘20, cuando la socialdemocracia alemana traicionó los ideales del socialismo, que los revolucionarios alemanes no pisaban el césped de las plazas porque algún cartelito se los prohibía. Son un pueblo muy ordenado. Lo triste son algunos argentinos, tan europeizados a veces, que también les molestan las prácticas ruidosas de nuestro Pueblo.

Pues Marx, molesto o no, habría atravesado a los taxistas festejantes y se habría introducido en el salón. Allí hay varios centenares de sillas acolchonadas de un rojo con hilos dorados, geométricamente dispuestas. El intelectual se habría sentido más cómodo, sobre todo cuando los responsables del salón retaban a la gente que se paraba sobre las sillas y las obligaban a bajarse. Dos escudos, del gremio y de la CGT, eran la única decoración. Marx habría dicho: “es un acto de los trabajadores, ahora harán demandas gremiales, como mayor salario o menos horas de trabajo, que es lo propio de los sindicatos enmarcados en un sistema capitalista”.



Arranca Viviani, anfitrión y presentador. Va mencionando a los más destacados: Hugo Moyano, secretario general de la CGT, Julio Piumato, titular de Judiciales, Tito Nenna responsable de los docentes porteños, Pablo Moyano de Camioneros. “Confirmado, un acto sindical”, reflexiona el alemán. Luego Viviani presenta a Antonio Caló, de la UOM, y según sus palabras, lo define como un gremio rector en la historia de la lucha sindical en la Argentina. “Claro, los metalúrgicos, el sujeto revolucionario por antonomasia, el obrero industrial, es lógico que sean el gremio más luchador” expresa Marx, autocomplacido por sus aciertos doctrinarios de hace ya siglo y medio.

Luego lo presentan a Filmus, formado políticamente en la docencia sindical, a Heller, formado en el comunismo, y a Dante Gullo, histórico referente de una organización revolucionaria. “¡Es evidente!” expresa Marx, “los sectores más lúcidos de la clase media están aliados a la clase trabajadora”. Los discursos lo sorprendieron. Piumato habló de la Patria Grande, (“una antigua reivindicación latinoamericana”, reflexiona) y Heller advirtió que el único nivel de pobreza aceptable era cero y que había que controlar las ganancias extraordinaria de las empresas (“un típico programa anticapitalista”, pensó Marx). Lo que le habría llamado la atención al alemán es que los reclamos no eran sindicales. Eran políticos, en el sentido de que hacían reivindicaciones que afectaban al conjunto del sistema. Alguien le susurra que la CGT había realizado recientemente una movilización masiva para el día del Trabajador. “No eran sindicatos a la defensiva sino todo lo contrario. Exigían profundizar los avances contra un capitalismo rapaz”, reflexionaría Marx.

Al salir, el alemán habría charlado un poco más con los asistentes. Se enteró que el candidato electoral a derrotar el empresario Mauricio Macri. “Claro, el partido de la patronal, que se opone al de los trabajadores”, reflexionaría. “¡Cuánta cultura democrática la de los argentinos, las clases confrontan en elecciones, qué cultura republicana!” agregaría. Y regresaría contento a su tumba, con su esquema conceptual corroborado en lo que para él es el último rincón del planeta. Es que los alemanes son muy eurocéntricos - chiste malo-.

Lo paradójico no es que Marx, los trabajadores y los sectores más lúcidos de la clase media estén de acuerdo. Lo paradójico son las amplias fracciones de la izquierda, el progresismo y la clase media que apuestan en contra de los trabajadores y de un gobierno que lleva adelante, en condiciones reales, un programa desafiante contra el capital financiero mundial, aún hegemónico. Robert Rodríguez tendría que hacer una película sobre ellos. (Agencia Paco Urondo)