viernes, 23 de julio de 2010

La inflación en América latina, por Guido Patricio Filippo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Buenos Aires Economico, 23/07/2010)

Uno de los temas en boga en los últimos años ha sido la inflación. Sin embargo, no es algo nuevo ni novedoso para la Argentina ni para el resto de los países de América latina. En efecto, en la posguerra, al finalizar la Segunda Guerra Mundial ha aparecido en forma continua este fenómeno acerca del cual, aun hasta nuestros días, los economista parecen no llegar a un acuerdo: cuáles son sus causas, sus consecuencias y qué políticas económicas se deberían tomar al respecto.

El proceso inflacionario que, con extraordinaria persistencia e intensidad, se desarrolla en los países de América latina ha dado origen a una controversia entre sus causas y sus posibles remedios. Así surgen dos corrientes de pensamiento diferentes, las cuales, si bien pueden tener la misma metodología para tratar los temas, tienen diferentes interpretaciones sobre sus causas y consecuencias. Estas dos corrientes frecuentemente se las denomina con el nombre de monetarismo y estructuralismo.

La doctrina monetaria tiene tres proposiciones. En primer lugar, las causas de la inflación son ocasionadas por un exceso de demanda de los productos y servicios, la cual a su vez se ve reflejada en una rápida expansión de la cantidad de dinero con respecto a las necesidades reales. Es un desajuste entre la oferta y la demanda monetaria.

Segundo, los monetaristas ven la inflación como perjudicial para el crecimiento y la estabilidad, y creen que la estabilidad del nivel de precios es la causa central de crecimiento económico. Por último, consideran que la política monetaria es el instrumento apto para alcanzar y mantener la estabilidad. Esto incluye el gasto público, la administración de la deuda pública, el ajuste del balance de pagos, etcétera.

Por otro lado, la doctrina estructuralista también tiene tres proposiciones. La primera atañe a que la causa verdadera de la inflación no se debe a los desequilibrios entre la oferta y la demanda, sino a desajustes sectoriales que se producen y que afectan a ciertos productos determinados. Esto se traduce en alzas individuales en el nivel de los precios que luego se trasladan al resto por su influencia en el costo de producción. Los factores esenciales de causación resultan de la rigidez de la estructura productiva y de la imperfección de los mercados.

La segunda proposición de los estructuralistas se basa en que el crecimiento y la estabilidad de precios son incompatibles entre sí: el crecimiento de la producción y del ingreso real trae consigo desajustes parciales más o menos extensos en diversos puntos del sistema económico. Estos desajustes ocasionan y originan alzas de precios directas e indirectas, que tienden a propagarse de una manera general. Este efecto es mayor cuanto menor es la plasticidad de la estructura productiva y la eficiencia de la organización del sistema económico.

Por último, para el estructuralismo la política monetaria es impotente como medio para la estabilización. Desde el punto de vista de los hechos, puede advertirse que la diferencia entre ellas radica en la dirección que atribuyen a las relaciones causales. Para los monetaristas, la expansión de la oferta monetaria es la causa determinante de las alzas generales de los precios.

Los estructuralistas aceptan que la inflación va acompañada de emisión monetaria, pero atribuyen que es consecuencia y no causa de la inflación. El aumento estructural de los precios se traduce en aumentos en el costo de producción de los bienes, que a su vez se reflejan por una mayor demanda de crédito bancario. En estas circunstancias el aumento de la cantidad de dinero emitido por el sistema bancario se limita a cubrir las necesidades adicionales de medios de pago creadas por el aumento de los precios y costos de producción.

Los monetaristas no niegan la existencia de rigideces en la estructura productiva y de embotellamiento de ofertas, pero consideran que tales fenómenos no tienen el papel independiente que les asignan los estructuralistas. Por el contrario, piensan que son el resultado de la inflación, al generar que los recursos de capital se orienten hacia colocaciones especulativas. Estas desviaciones de las inversiones impiden el crecimiento normal de la producción y dificultan la adaptación flexible de la oferta a los cambios de la demanda, lo que se agrava cuando el Estado limita el aumento de los precios de subsistencia.

Que el estructuralismo sea la antítesis del monetarismo hace que surja el problema de cómo identificar estas teorías contrastadas con los hechos. A esta dificultad se la denomina problema de identificación, por lo que tenemos que verlas no como dos teorías completas sobre la inflación sino como las teorías de dos tipos de inflaciones posibles en la práctica. De acuerdo con las circunstancias, puede desarrollarse uno u otro proceso dentro de una misma organización económica.

¿Cómo se identifica? ¿En qué circunstancias hubo una u otra teoría imperante en América latina? Y a saber, ¿qué políticas gubernamentales deberían implementarse para estabilizar la economía? Debemos considerar los registros históricos, por lo que frecuentemente el debate sobre la política macroeconómica se convierte en un debate sobre la historia de la macroeconomía.

Analicemos particularmente el caso argentino. Aquí la temática de la inflación comenzó fuertemente en 1945, donde estaba generalizado que el problema inflacionario tenía como origen un exceso de demanda; operando con una ocupación plena, la capacidad instalada no resultaba suficiente para abastecer la demanda.

Sin embargo, el reconocimiento de las transformaciones históricas del sistema mundial que habían propiciado la industrialización por sustitución de importaciones en los países periféricos fue un rasgo característico del estructuralismo latinoamericano desde sus comienzos.

Aldo Ferrer argumentaba la persistencia del estrangulamiento externo indicando las debilidades del crecimiento industrial impulsado por la sustitución de importaciones. La crisis crónica del balance de pagos se había convertido en la dinámica típica del ciclo argentino. El desequilibrio exterior originaba fluctuaciones profundas y frecuentes de la producción y el empleo y determinaba una subutilización permanente de la capacidad industrial instalada, que sólo podía funcionar en condiciones de ocupación plena con un nivel de importaciones que el país no se podía permitir. Lo que se había logrado no fue tanto disminuir la dependencia externa sino cambiar el tipo de dependencia de bienes, pasando de materias primas a maquinarias.

Para ser exitosa la industrialización sustitutiva tenía que lograrse una reducción progresiva del coeficiente global de importaciones. Esto resultaba fácil al principio, pero a medida que iba avanzando el proceso, la producción local de los bienes que quedaban por sustituir requería una mayor intensidad de las importaciones, compensando así la reducción obtenida inicialmente por la sustitución.

Para poder hacer frente a la crisis en el balance de pagos y poder importar la maquinaria necesaria, los gobiernos recurrían frecuentemente a devaluar. La devaluación mejoraba la balanza comercial, ya que su efecto estaba determinado en el cambio implicado en los precios relativos internos y externos. Pero esto se contrastaba con una contracción del producto interno.

La devaluación reducía los ingresos reales de los asalariados, que tenían una mayor propensión marginal al consumo, y determinaba en consecuencia una reducción de la demanda. Por lo tanto, cuando la elasticidad cruzada de la demanda de bienes domésticos respecto del precio de los bienes exportables y el diferencial entre la tasa de ahorro de los trabajadores y la de los capitales son suficientemente bajos, la devaluación es contractiva. Asimismo, esto generó un círculo vicioso en la economía, el ciclo de marchas y contramarchas o stop and go. Por último, toda devaluación genera inflación, la cual se traduce en los precios a través del pass-through (traslado de la depreciación cambiaria).

En 1961 el economista Raúl Prebisch sostenía: “La tesis corriente de que la inflación sólo se debe al desorden financiero y a la incontinencia monetaria de los países latinoamericanos era inaceptable. No porque se nieguen esas desviaciones sino porque en la realidad latinoamericana existen otros factores estructurales muy poderosos que llevan a la inflación y contra los cuales resulta impotente la política monetaria”.

El interrogante que surge en este contexto consiste en determinar si el nuevo proceso de reindustrialización que está atravesando la Argentina puede romper finalmente la dependencia económica y superar las barreras estructurales que ha tenido durante la industrialización por sustitución de importaciones en la segundad mitad del siglo XIX a partir de un cambio en el enfoque: del colonialista cultural a uno basado en la integración latinoamericana, que permita superar los “cuellos” de botella que provocan inflación.
(Agencia Paco Urondo)
El autor es integrante del Grupo de Estudios de Economia Nacional y Popular (GEENaP) www.geenap.com.ar

1 comentario:

  1. Thetrueke.com es una novedosa plataforma creada por un argentino que virtualizo el trueque aplicandolo en una estructura de tienda online.A tan solo 2 meses de implementarlo, sorprendentemente no solo demostro que el trueque tuvo nuevamente una gran aceptación social, sino ser un muy buen modelo de negocio a la hora del consumo.Mas intelinge escuchando o aceptando propuestas.siendo este mas libre que la compra venta convencional.
    En su primera version, ya hay Miles de argentinos intercambiando de todo desde sus hogares.
    La pregunta es mas que simple:Argentina y la aceptación del trueque virtual.Crisis o una buena alternativa.?

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