lunes, 9 de agosto de 2010

Modelos económicos y resultados, por Juan Santiago Fraschina

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado por Buenos Aires Economico 06/08/2010)

Generalmente los economistas neoliberales que prevalecieron durante la década del ’90 asociaban el éxito o no de un modelo económico al crecimiento del producto bruto interno (PBI). En este sentido, cualquier modelo que generara expansión del producto podría ser catalogado como exitoso.

Con esta visión, entonces, el modelo de convertibilidad puede ser calificado como exitoso gracias a que en él se había producido una expansión del PBI. Lo mismo sucede con el modelo agroexportador (1880-1930) que se tradujo en una fuerte expansión del producto.

Sin embargo, en la actualidad es claro que el crecimiento económico puede estar asociado a la mayor exclusión social. En otras palabras, el aumento del PBI puede producirse al mismo tiempo que se incrementan la desocupación, la subocupación, la pobreza, la indigencia y la concentración del ingreso como sucedió tanto en el modelo agroexportador como en el régimen convertible.

Por lo tanto, es fundamental diferenciar tres pilares centrales de un modelo económico: las políticas económicas, los objetivos intermedios y el objetivo final del modelo. Es el objetivo final el que determina en última instancia el éxito o el fracaso de un modelo económico y no las políticas económicas ni los objetivos intermedios.

Entre las políticas podemos mencionar, por ejemplo, las privatizaciones o la estatización de las empresas públicas, el tipo de cambio fijo o la devaluación de la moneda, la apertura comercial o el proteccionismo, la desregulación de los mercados o los precios máximos, entre otras. Las políticas económicas no deben ser los objetivos del modelo sino más bien instrumentos coyunturales para la obtención del objetivo final.

Asimismo, entre los objetivos intermedios podemos mencionar, por ejemplo, el aumento del producto bruto interno, el incremento de la inversión, el aumento o la reducción de la deuda externa, el crecimiento de la extranjerización o de la nacionalización de la economía nacional, el aumento o no de las exportaciones e importaciones. De nuevo, el éxito de los objetivos intermedios o no dependen de si nos acercan o alejan del objetivo final del modelo económico.

Por lo tanto, surge la pregunta central: ¿cuál es el objetivo final de todo modelo económico? La respuesta es sencilla: el mejor nivel de vida de la población. Desde el punto de vista económico esto implica la reducción del de­sempleo, del subempleo, de la pobreza, la indigencia; el aumento de los salarios y las jubilaciones y la mejor distribución del ingreso. Entonces, el éxito o el fracaso de un modelo económico depende de si los individuos viven mejor o no.

Por ejemplo, el modelo de la convertibilidad estaba compuesto por un conjunto de políticas económicas, como por ejemplo el tipo de cambio bajo y fijo, la apertura comercial, la desregulación de los mercados, la flexibilización laboral y la privatización de las empresas públicas. A partir de este conjunto de políticas económicas se produjo, entre otros objetivos intermedios, una expansión del producto. Para los economistas ortodoxos la expansión del PBI permitía sostener lo exitoso del modelo instaurado en la década del ’90, confundiendo de esta forma los objetivos intermedios con el objetivo final.

Sin embargo, el régimen convertible se tradujo en un aumento permanente y constante de la desocupación, subocupación, la indigencia, la pobreza y la concentración del ingreso. Es decir, como resultado del modelo de convertibilidad se produjo un empeoramiento en el nivel de vida de los argentinos, lo cual implicó un alejamiento del objetivo final de todo modelo económico. Esto nos permite afirmar que el régimen instaurado en la década del ’90 fue un rotundo fracaso.

A partir del 2003 se instauró un nuevo modelo de desarrollo determinado por la aplicación de un nuevo conjunto de políticas económicas entre las cuales podemos destacar un tipo de cambio competitivo, el aumento constante del gasto público, una fuerte política de subsidios, el incremento de la regulación de los mercados a partir del retorno de los precios máximos, la aplicación de las retenciones, la estatización de ciertos servicios públicos, el retorno al sistema previsional de reparto, la instauración de las convenciones colectivas de trabajo.

Los objetivos intermedios del nuevo modelo de acumulación fueron, por ejemplo, el aumento de la inversión, el crecimiento económico sostenido, el incremento de las exportaciones, el superávit comercial y fiscal, entre otros.

Ahora bien, la pregunta central es: ¿el nuevo modelo económico es exitoso? Preguntado de otra forma: ¿el conjunto de políticas económico aplicadas a partir del 2003 y los objetivos intermedios conseguidos nos permitieron acercarnos o no al objetivo final?

En este sentido, los datos son contundentes. En primer lugar, se produjo una recomposición del mercado de trabajo verificado en la reducción de la desocupación del 20,4% al 8,3% entre el primer trimestre del 2003 y el primer trimestre del 2010. Asimismo, durante el mismo período se produjo una abrupta reducción de la subocupación no demandante que pasó del 12,0 al 6,6 por ciento. Por su parte, también se experimentó una disminución del 45,1% al 34,6% de los asalariados sin descuentos jubilatorios entre mayo del 2003 y el primer trimestre del 2010.

Al mismo tiempo, se registró un aumento de los ingresos de los trabajadores y de los jubilados. En relación con este punto se produjo en primer lugar un aumento del salario mínimo del 650% entre enero del 2003 y enero del 2010. En efecto, el salario mínimo pasó de $200 a $1.500 durante este período. Visto de otra forma, mientras que en enero del 2003 el salario mínimo cubría el 29,5% de la canasta básica total, en enero del 2010 representaba el 142,2 por ciento. Por su parte, el haber mínimo jubilatorio se incrementó de $150 a $895,15 entre enero del 2003 y enero del 2010, lo cual representa un aumento del 496,8 por ciento.

Por otro lado, entre enero del 2003 y mayo del 2010 se produjo un aumento en el nivel general de salarios del 222,3%, que implica que el aumento de las remuneraciones fue mayor al nivel inflacionario, por lo cual se tradujo en un aumento del salario real de los trabajadores.

A partir de estos resultados se experimentó una fuerte reducción de la pobreza y la indigencia junto con una mejor distribución del ingreso. Con respecto a la pobreza, mientras que los hogares pobres se redujeron del 42,7% al 9,0% entre el primer semestre del 2003 al segundo semestre del 2009, las personas pobres disminuyeron del 54,0% al 13,2% durante el mismo período. Asimismo, se produjo una baja de la indigencia, pasando del 20,4% al 3,0% de los hogares indigentes y del 27,7% al 3,5% de las personas indigentes.

Por último, se registró una mejora en la distribución del ingreso tanto a nivel poblacional, ocupados, en los hogares como en la distribución funcional. En primer lugar, con respecto a la distribución del ingreso de la población total según la escala de ingreso individual; mientras que el 40% de la población más pobre pasó de participar del 11,2% al 13,4% y el 40% medio de la población incrementó su participación del 34,2% al 38,3% entre el tercer trimestre del 2003 y el primer trimestre del 2010, el 20% más rico de la población disminuyó su participación del 54,6% al 48,3% durante el mismo período.

Con respecto a la población ocupada, los datos también son contundentes: entre el tercer trimestre del 2003 y el primer trimestre del 2010, el 40% de los ocupados más pobres expandió su participación del 12,2% al 15,7%; el 40% medio de los ocupados pasó del 36,% al 40,2%, y el 20% más rico de los ocupados disminuyó su participación del 51,5 al 44,1 por ciento.

Por su parte, con respecto a los hogares y tomando la distribución del ingreso de éstos según escala de ingreso total familiar mientras que el 40% de los hogares más pobres aumentó su participación del 12,0% al 14,9% y la participación del 40% de los hogares de los sectores medios pasó del 35,2% al 38,9% entre el tercer trimestre del 2003 y el primer trimestre del 2010, el 20% de los hogares más ricos disminuyó su participación del 52,8% al 46,2% durante el mismo período.
Por último, el modelo económico kirchnerista se tradujo en una mejora en la distribución funcional del ingreso. En efecto, las remuneraciones del trabajo asalariado aumentaron su participación en el producto de 34,3% en el 2003 a 43,6% en el 2008.

A todo esto debemos agregarle el plan social más ambicioso de América latina: la asignación familiar por hijo que implica el 0,58% del PBI destinado a los sectores más vulnerables y que producirá una mayor reducción de la pobreza, la indigencia y un aumento en la mejor distribución del ingreso.

Por lo tanto, el nuevo modelo de acumulación instaurado en el 2003 y articulado a partir de un conjunto de políticas económicas coherentes permitieron reducir el desempleo, la subocupación, el trabajo no registrado, la pobreza y la indigencia, mejorar la distribución del ingreso de la población total, de los ocupados y de los hogares y aumentar la participación del salario en el producto total.
Es decir, el modelo económico kirchnerista se tradujo en un mejor nivel de vida de la población y de esta forma nos permitió acercarnos al objetivo final de todo modelo económico. En este sentido, el actual modelo económico es exitoso.

El autor es Economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP). www.geenap.com.ar
(Agencia Paco Urondo)

1 comentario:

  1. Hay cada cipayo mentiroso, por ejémplo, yo vi que textos de hermeneuta urbano eran obra en realidad de este señor: http://relidadsinexcusas.blogspot.com/

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