Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Fraschina Para los economistas ortodoxos el gasto público en general y la inversión pública en particular son considerados como contraproducentes para la evolución de la economía. Según estos economistas, el aumento de las erogaciones realizadas por el Estado nacional desalientan la expansión del producto y la inversión privada transformándose en un freno para el desarrollo económico y social. Con respecto a la inversión pública, según los economistas neoliberales, genera un desplazamiento de la inversión privada básicamente por dos vías:
- Si se financia por medio del endeudamiento provocará un incremento de la tasa de interés, lo cual se traduce en una reducción de la inversión del sector privado como resultado del encarecimiento del crédito.
-Si se financia con recursos propios, los impuestos cobrados al sector privado necesarios para financiar la inversión pública también desalientan a la inversión de los empresarios.
Por lo tanto, para la ortodoxia económica, todo crecimiento de la inversión pública que genera indefectiblemente una necesidad de financiamiento conducirá a una disminución progresiva de la inversión privada como resultado del aumento en los costos de los empresarios: financieros vía aumento de la tasa de interés y/o impositivos debido al incremento de los impuestos. En este sentido, la recomendación permanente de los economistas neoliberales es la reducción constante del gasto público en general y de la inversión del Estado en particular para conseguir un crecimiento económico sostenido sobre la base del aumento de la inversión privada. El nuevo modelo de desarrollo. A partir del nuevo modelo de desarrollo instaurado en el 2003 caracterizado por la reindustrialización y la inclusión social, el aumento constante del gasto público y de la inversión del Estado fue una de las políticas centrales.
En particular, la inversión pública se incrementó de 3.020 a 16.047 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, pasando del 8,2 al 19,8% de la inversión total y del 1,10 al 2,90% del Producto Bruto Interno. Visto de otra forma, la inversión del Estado nacional entre el 2003 y el 2007 experimentó un crecimiento del 431,4 por ciento. Ahora bien: siguiendo la teoría ortodoxa de la economía, durante el nuevo modelo de acumulación se tendría que haber verificado entonces una caída estrepitosa de la inversión privada y de la inversión total. Es decir, para los neoliberales a partir del 2003 y como consecuencia del fuerte crecimiento de la inversión del Estado se tendría que haber experimentado una reducción de la inversión de los empresarios mayor que el aumento de la inversión pública, lo cual se tendría que haber traducido en una disminución de la inversión total.
Sin embargo, los resultados fueron diametralmente opuestos. En efecto: con respecto a la inversión privada pasó de 33.639 millones a 65.140 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, esto es, la inversión de los empresarios aumentó un 93,6% durante este período. Por su parte, la inversión total creció de 36.659 millones a 81.187 millones de pesos entre el 2003 y el 2007, es decir, experimentó un aumento de 121,5% durante este período. Dicho de otra forma, la inversión total se expandió del 14,3 al 22,6% del producto. Por lo tanto, y a diferencia de lo expresado por la ortodoxia económica, con el nuevo modelo de desarrollo impuesto en el 2003 a partir del gobierno de Néstor Kirchner se observa un aumento constante y paralelo de la inversión pública, privada y total. De esta manera, en lugar de actuar la inversión pública como un obstáculo para la inversión privada terminó funcionando como un estimulante y multiplicador de la inversión de los empresarios.
La función de la inversión pública. En contraposición a lo pensado por los economistas neoliberales, la inversión pública es fundamental para el desarrollo económico y social. Efectivamente: la inversión realizada por el sector público permite la construcción de la infraestructura básica como por ejemplo vialidad, sistemas de agua y saneamiento, salud, educación, transporte y energía. Pero además, en términos económicos la inversión estatal es imprescindible para el crecimiento de la demanda. En este punto es donde la visión ortodoxa falla al pronosticar la caída de la inversión privada ante un aumento de la inversión pública. Según estos economistas, las políticas de crecimiento deben basarse en estimular la oferta a través de políticas ofertistas. Basados en la ley de Say, “toda oferta genera su propia demanda”, para la visión ortodoxa la economía se centra en el aumento constante de la oferta, pues el crecimiento de la demanda se produce en forma automática y proporcional.
Por lo tanto, para estos economistas, una política racional es bajar los impuestos a los empresarios, para así de esta manera el sector privado al contar con más recursos incrementará la inversión. Es así que al disminuir la inversión del sector público que se traduciría en una reducción de los impuestos al necesitar el Estado menos dinero, aumentaría la inversión privada en una mayor proporción que la caída de la inversión del Estado, lo cual se traduciría en un incremento de la inversión total. Un ejemplo de este tipo de políticas se produjo durante el gobierno de Fernando de la Rúa cuando asumió como ministro de Economía Domingo Cavallo. Ante la crisis económica que venía atravesando la economía argentina desde mediados de 1998, el gobierno de la Alianza, junto con una política de ajuste a partir de la reducción de salarios y jubilaciones públicas, encaró una política ofertista con el objetivo de lograr la recuperación de la actividad económica.
En este contexto, se lanzaron los denominados “planes de competitividad” a diferentes sectores productivos, como por ejemplo la industria metalmecánica, textil y de indumentaria y calzado, que incluían reducciones en los aportes patronales a la seguridad social, disminución en los aranceles a la importación de bienes de capital, exenciones impositivas y un aumento en el proteccionismo de bienes de consumo importados. En otras palabras, el ministro Cavallo buscaba reducir los costos de las empresas de distintos sectores económicos para que de esta forma aumentara la inversión y se iniciara un nuevo sendero de crecimiento económico. El resultado es bien conocido: más caída de la inversión privada y profundización de la crisis económica y social, “estallido” de la convertibilidad, levantamientos populares del 19 y 20 de diciembre y caída anticipada del gobierno de Fernando de la Rúa.
Entonces la pregunta que surge es: ¿por qué si los empresarios disponían de más recursos a partir de los planes de competitividad no aumentó la inversión privada? El problema es que ningún empresario invierte aunque tenga más cantidad de dinero si sabe que después lo que produce no lo puede vender. Por lo tanto, la inversión privada sólo crece en un contexto de aumento constante de la demanda. El crecimiento del consumo y la demanda que genera un incremento de las ventas es el mejor estimulo para la expansión de la inversión por parte del empresariado. En este sentido, el gasto público en general y la inversión del Estado en particular son fundamentales. Efectivamente: al crecer las erogaciones realizadas por el sector público aumenta la demanda. Y al aumentar la demanda se expanden las ventas del sector privado y por consiguiente la inversión de los empresarios.
De esta forma, la inversión llevada a cabo por el Estado en lugar de actuar como un obstáculo para la inversión privada actúa como un multiplicador por dos fenómenos. Por un lado, al crear la infraestructura que el empresario necesita para desarrollar su respectivo negocio, como por ejemplo la construcción de las rutas, puentes, puertos, la salud y educación para tener una mano de obra calificada y sana. Por otro lado, al aumentar la demanda global de la economía generando un incremento de las ventas y las ganancias de los empresarios. Por tales motivos, en el nuevo modelo de desarrollo impuesto en el 2003 la política fiscal expansiva y principalmente el aumento de la inversión pública se tradujo en un aumento permanente de la inversión privada. Seguir con las políticas de demanda es fundamental para seguir sosteniendo la expansión económica y la generación de puestos de trabajo.
El autor es economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP) (Agencia Paco Urondo)
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