Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Comunicado Nº 1: “Se comunica a la población que, a partir del día de la fecha, la Cámara de Senadores se encuentra bajo el control operacional del Rejunte de legisladores de la oposición. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento de las disposiciones y directivas que emanen de la autoridad senatorial, de los medios de comunicación monopolizados por el Grupo Clarín, y de los jueces “independientes” con competencia política, así como extremar el cuidado en evitar movilizaciones de masas en apoyo al Gobierno nacional, que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones. Firmado: “general” Julio Cobos; “almirante” Gerardo Morales, y “brigadier” Carlos Saúl Menem, ante mí que doy fe, Elisa Carrió”.
Y sí. Así son los nuevos viejos tiempos que corren en la Argentina. Los legisladores de la oposición han abandonado penosamente su función de contralor y crítica superadora, para convertirse en fuerza de ocupación, que pretende controlar el territorio institucional. “La oposición ya controla el Congreso”, titula manifiestamente Clarín, con la jactancia de los vencedores. Asistimos estos días a la incipiente intentona de imponer un golpe de Estado de nuevo tipo. Ese batacazo destituyente venía cabalgando bajito, cada vez más galopante, desde marzo de 2008, cuando las patronales agroexportadoras de un único cultivo, la soja, iniciaron sus cortes de ruta y el posterior desabastecimiento en los grandes centros urbanos de productos esenciales para la subsistencia humana. Ahora sale a escena en toda su dimensión.
Marzo les sienta bien a los golpistas de la oligarquía. Ellos no olvidarán nunca aquel 24 de marzo, glorioso en la perspectiva de sus intereses. Sin embargo, saben que deben variar sutilmente las formas de sus violentas irrupciones al orden constitucional, para dejar el menor rastro posible en las formas de la democracia representativa. Ya no son golpes de Estado chapados a la antigua, con ocupación militar de las calles, ostensibles controles carreteros, grosero encarcelamiento de las autoridades legítimas del Estado, y cierre de las instituciones fundamentales de la democracia: el parlamento, los tribunales y el Poder Ejecutivo.
Los golpes de ahora son distintos. Versátiles. Modernos. Chic. Sus protagonistas lucen tatuajes en la yugular. El golpe al poder Ejecutivo, masivamente votado tan sólo dos años antes, proviene de las instituciones que, paradójicamente, antes eran las sancionadas e inhibidas de actuar. Extrañezas de la democracia liberal, que se precia de “republicana” sólo si de impedir el avance popular se trata. Sus ejecutores centrales son senadores, diputados y jueces. Sus propagandistas más eficaces ya no son los pensadores más rancios, sino conductores de televisión de alto impacto. Perplejidades propias de una conciencia colectiva arrasada por la devastación cultural y social-política que se llevó a cabo en los años noventa.
Operaciones externas
Asimismo, el entramado del golpe en marcha es complejo. Sabe sincronizarse minuciosamente con operaciones externas. ¿Cómo se entiende, si no, que el mismo día que la Cancillería argentina protestaba oficialmente ante Gran Bretaña, por el inicio de sus exploraciones petroleras unilaterales en aguas territoriales argentinas, sobre las que versa una disputa de soberanía desde hace años, un grupo de cinco legisladores de la oposición visitaba amigablemente el Foreing Office, en la mismísima Londres? Casualmente, esos cinco legisladores forman parte del mismo rejunte opositor que esta semana arremetió anticonstitucionalmente contra el Gobierno en Senadores: Adrián Pérez, Walter Agosto, Paula Bertol, Oscar Aguad y Miriam Gallardo, de la Coalición Cívica, el PRO, la UCR y el PJ disidente, respectivamente.
¿Qué es sino una movida desestabilizadora que la oposición que ahora se ufana de controlar el parlamento, haya dejado solo al Gobierno mientras éste negociaba, aunque con éxito, el apoyo del Grupo Río, primero, y de los 32 países de América (excepto Canadá y Estados Unidos), después, al firme reclamo de soberanía argentina sobre las Islas Malvinas? Los golpes de Estado, aunque sus rostros se presenten más sutiles y maquillados, siempre tienen una complicidad externa. El antecedente más inmediato es Honduras, en cuyo indisimulado apoyo dado por Obama al nuevo gobierno surgido desde las entrañas mismas del golpe a Zelaya, puede verse nítido hacia dónde sigue marchando la política internacional estadounidense, tras los primeros amagues que hicieron ilusionar a las experiencias populares en América latina, ahora defraudadas.
EUA confirma así la señal dada el año pasado, cuando el Pentágono anunció la reactivación de la Cuarta Flota, creada 65 años atrás para enfrentar los submarinos alemanes, y resucitada ahora, justamente en el convulsionado Patio Trasero. Es que América latina también luce reanimada, pero por políticas públicas precisamente inversas, que concitan la apertura de mayor presencia militar del país más poderoso del planeta: el omnipresente imperialismo norteamericano. No obstante la multiplicidad y poderío de las fuerzas de la reacción, de derecha a izquierda, y de norte a sur del continente, armadas y discursivas, mediáticas y –de última hora– institucionales, la experiencia popular argentina, indivisiblemente atada a la del resto de países latinoamericanos que atraviesan instancias similares, es altamente probable que continúe avanzando.
La derecha sabe que los procesos sociales siempre están en una pendiente. Por eso anhelan obstruirlo ahora, ya, para que no siga profundizándose. Van hacia un lado o el otro. Siempre, en todos los casos, se juega a ellos o nosotros. Lo vienen viendo engordar desde que Néstor Kirchner le ordenó con un gesto al Jefe del Ejército que descuelgue del Colegio Militar de la Nación los cuadros de Videla (ese que tanto enamora a Eduardo Duhalde) y Bignone. Y ya no lo toleran más. Están crispados. Los subleva la continua sangría que se produce en sus estructuras políticas y económicas más espesas.
Los que se quedaron en el 55
Esa oposición se quedó en el 55. De modo recurrente, sus miserias insisten en no medir los beneficios del país. Sus pobrezas intelectuales, sus mezquindades políticas de corto plazo, su irresponsabilidad ante el duro desafío de gerenciar la cosa pública, no trepidan en obstruir, no ya al Gobierno nacional, sino al ciclo de desarrollo económico alcanzado por el país en forma sostenida durante los últimos siete años. Son decididamente antinacionales. A esa oposición no le interesa en lo más mínimo el nivel de las reservas del Banco Central. Ni contener la inflación. Ni cuidar las formas institucionales. No toleran el fondo de la cuestión, que no es otro que el plan de desarrollo endógeno para la Argentina que efectivamente tiene el Gobierno.
No soportan que ese plan sea sostenible en el tiempo. Que sintetice las reivindicaciones materiales, simbólicas y políticas de la clase trabajadora, de sus organizaciones sindicales, de derechos humanos, barriales o territoriales, civiles e intermedias. Que ese modelo de crecimiento para el país sea, además, dinámico, amplio y múltiple, que aborde desde la problemática cultural, a través de las leyes de Servicios de Comunicación Audiovisual o del Libro, hasta la creación de ciudadanía para sectores del cuerpo social que permanecían invisibilizados, sin el más mínimo ingreso, ni posibilidad de acceder, al menos, al Documento Nacional de Identidad. Pero sobre todo, no resisten que la Argentina lleve adelante su plan estratégico de desarrollo, no sin contingencias, pero sí con firmeza y total soberanía política respecto de los países centrales y los capitales más poderosos. Los estremece que los gobernantes argentinos no consulten a las embajadas de España, Gran Bretaña o Estados Unidos, antes de tomar una medida. Cualquier medida, incluso las más trascendentales.
Es en ese camino que se inscribe la decisión autónoma del Estado argentino, de desendeudarse de los acreedores externos, pagándoles con las utilidades que deja el beneficioso modelo aplicado por el Gobierno nacional. Y todo esto, no a costa de sumir en mayor pobreza a la población argentina, sino todo lo contrario. ¡Los pagos son posibles debido al impulso en la actividad económica! Ese dinamismo, a la vez que jerarquiza el modelo productivo y agrega valor a las producciones primarias, incluye socialmente. Crea trabajo. Saca de la marginación a millones de excluidos del sistema económico. Los convierte en trabajadores. Los sindicaliza. Les permite arribar a una nueva subjetividad: la de la clase obrera. ¿Alguien cree que nuestro pueblo perderá su última oportunidad sobre la tierra? ¿Que volverá a mirar pasar la historia desde el vidrio, como vaca que se aburre mirando el tren? ¿Serán los 200 años que sigan a partir de este mayo de 2010, los del reino de la justicia social, la libertad bien entendida y la democracia real, esa que resuelve y da felicidad a todos los argentinos, también a los de más abajo de todo? En esa bella y dura tarea estamos los trabajadores, confiados de nuestras riquezas y potencialidades.
El autor es Miembro de la Comisión Política de la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista. (Agencia Paco Urondo)
Un presidente que vive peleado con todos
Hace 14 horas
BUENISIMO!!!!!!!!!!!!!!!!!
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