Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Estaba debiendo unas reflexiones acerca de Proyecto Sur y de su principal mentor, Fernando Pino Solanas. Pero antes debo aclarar desde donde escribiré estas líneas para que se entienda claramente mi motivación, al mismo tiempo que mi decepción y mi tristeza.
Como muchos de mi generación, conocí a Pino solanas desde su producción cinematográfica. Cada película que veía de Pino, me acercaba más profundamente hacia su perfil no solo como militante político sino además como militante fervoroso de una concepción popular y abarcadora del arte en su más amplia manifestación.
Lo conocí personalmente en 1991, en pleno desarrollo del desvarío menemista. Por entonces ya había desertado del bloque justicialista en la cámara de diputados (el era diputado nacional por esa fuerza) luego de denunciar con vehemencia el entramado entreguista del proyecto neoliberal del cual, obviamente, no podía ni quería formar parte. Otros como el, muy pocos lamentablemente, había seguidos el mismo camino.
Cuando fui a sus oficinas de Cine Sur, en la avenida Córdoba, aún estaba con su pierna enyesada, en plena convalescencia del ataque a balazos que había sufrido por su permanente prédica contra el proyecto menemista. Fui hasta allí para hacerle una entrevista para un programa de radio que por entonces hacía los sábados por la mañana en Radio del Plata.
Su vehemencia, su efervescencia, su plena compenetración con sus ideas, su solidez argumental me impactaron tanto como las películas que había realizado hasta entonces. Y, debo confesarlo, mi admiración por el, que por entonces estaba en un plano elevado, cobró dimensiones inesperadas.
Volví a tener contacto con Pino en el año 2007, mientras conducía un programa de radio en la Voz de las Madres. Lo que fue, primero, una entrevista por teléfono para hablar de los estragos que causaba (y sigue causando) la minería a cielo abierto en el país, se transformó luego en una columna semanal que se había instalado espontáneamente por aquella solidez argumental y vehemencia discursiva de la que hablé más arriba.
Se acercaban las elecciones de ese año que luego depositaron a Cristina Fernández en la presidencia. De a poco su discurso, que siempre tuvo un tono e apoyo crítico hacia la gestión del gobierno de Néstor Kirchner , se fue radicalizando. Pero uno suponía, comprendía, que en medio de la pelea electoral, era necesario pisar el acelerador, subir un cambio para tratar de diferenciarse del gobierno en su afán por convertirse en una opción. Aquellas elecciones no dejaron bien parado ni a Pino y su Proyecto Sur ni a la mayoría de las fuerzas de izquierda y centroizquierda que se lanzaron a competir.
En una decisión no expresada de manera explícita, la columna de Pino dejó de salir al aire, no obstante lo cual siguió siendo, hasta que me echaron de la radio, una voz de consulta importante que con cierta frecuencia salía al aire por el programa.
Después vino la pelea por las retenciones, la resolución 125, su inesperado e inexplicable voto en contra de la medida del gobierno y otras peripecias que de tan cercanas en el tiempo no viene al caso reseñar.
No obstante, seguimos manteniendo con Pino una relación bastante estrecha pese a que por entonces no estaba más en la radio. Nobleza obliga, debo decir que siempre he sentido de su parte una estima y consideración hacia mi trabajo profesional que me halagó sobremanera y que debo agradecer eternamente.
Esta es la posición desde la que entonces, hablaré de Pino y Proyecto Sur. La posición que me impone sabernos en veredas diametralmente opuestas en lo fáctico, condimentada por un aprecio y respeto hacia su persona que me impide mirarlo como a un enemigo.
Ubicándonos en el presente concreto, hay que señalar que las propuestas lanzadas desde Proyecto Sur, salvo excepciones, son miradas con simpatía por quienes nos ubicamos en la izquierda nacional y popular, los que creemos en la necesidad de profundizar un proyecto de país que rescate su soberanía política, su independencia económica y la justicia social.
Desde esa perspectiva, es imposible no acordar con Pino y su agrupación en la crítica hacia el trabajo de saqueo y expoliación que llevan adelante las mineras en la Argentina. Quien esto escribe, fue uno de los primeros que en soledad, allá por los años 2000, 2001, comenzó a difundir el tema por los micrófonos de una radio de alcance nacional.
Es imposible no coincidir en la necesidad de modificar de manera urgente la ley de entidades financieras heredada de la dictadura de la mano de Martínez de Hoz, que no portaba uniforme, pero que fue tan genocida como los militares de entonces. O en impulsar un proyecto de ley que grave claramente a la renta financiera para comenzar a desandar el camino de la política impositiva regresiva que la Argentina mantiene vigente.
Tampoco es posible no encontrar coincidencias en el tema petrolero, la recuperación de la soberanía hidrocarburífera a través de la reestatización plena y absoluta de YPF. Ni que hablar de los ferrocarriles, tema sobre el que Pino realizó hace muy poco una película de factura monumental como “La última Estación”. Y podríamos seguir elaborando una larga lista de coincidencias en materia de políticas de estado.
Pero entonces, pese a tales coincidencias, ¿que nos separa de Pino y Proyecto Sur a quienes como yo estamos en la vereda del campo nacional y popular?. La metodología, lo fáctico, como decía en el comienzo de estas líneas. Pino, en su intento por proponerse como una “alternativa” al actual gobierno y blandiendo el discurso del peronismo más puro, radicaliza su argumento y promueve la práctica del “todo o nada”, siguiendo el sendero transitado por muchas agrupaciones de izquierda que se terminaron alejando de una lectura en perspectiva de la realidad política argentina para practicar un reduccionismo ultrista que las aisló definitivamente de las grandes mayorías.
Pino, que me supo sorprender hace casi 20 años con su vehemencia pero también con su cautela para el manejo de los tiempos políticos, perdió el control del acelerador y corre en una disparada hacia adelante en el convencimiento de que “esta es la hora solanista”. Una utopía que seguramente se la construyó a partir del 25 por ciento de los votos cosechados entre la clase media aburguesada del electorado porteño en el último comicio parlamentario. Y en su carrera desenfrenada para lo que cree será la conquista de una mayor porción de votos que lo deposite en algún lugar más expectante que una diputación o una senaduría, aplica aquí también la teoría del “todo o nada”. Sin vacilar en métodos ni caminos, con tal de cosechar porciones de poder que una vez obtenidas, les serán arrebatadas por quienes se las concedieron.
Militante en pos de una nueva ley de medios que reemplace a la de la dictadura, no vacila en aceptar de manera complaciente las cámaras y los micrófonos de los medios que no solo boicotean a la más democrática de las leyes conseguidas por los argentinos en los últimos 27 años sino que ejercen la mentira y la difamación como práctica cotidiana.
Y es penoso ver cómo, en esos medios a los que les termina siendo tristemente funcional, en lugar de profundizar en cuestiones vinculadas con aquellos postulados que nos encontraría juntos, destila un odio y un veneno antikirchnerista que solo puede ser comprendido (que no justificado) en su ansia de acumulación de poder político mirando al 2011, es decir, mirando cortito, a la vuelta de la esquina apenas. Una condena tan banal y descontrolada, que no lo hizo vacilar, entre otras cosas, a denunciar penalmente a la presidenta por la intención del gobierno de utilizar legítimamente las reservas del Banco Central para el pago de vencimientos de la deuda durante este año. Denuncia que fue saludada calurosamente no solo por los dueños y voceros de tales medios, sino por el rejunte opositor destituyente que ve con alegría cómo un referente de una porción del electorado les sirve de caballo de Troya para impulsar su maquinaria golpista.
Uno trata entonces de pensar como sería hoy el panorama político parlamentario si Pino y sus seguidores hubieran entendido la complejidad de la coyuntura. Un panorama que, evidentemente no comprenden porque han sido incapaces de mirar hacia los costados, porque han tenido su mirada solo hacia adelante sin poner en contexto a la Argentina construida desde el 2003 hasta hoy. Qué pasaría entonces, si Pino y Proyecto Sur priorizaran las coincidencias que tiene con la actual administración (porque las tiene y muchos de sus referentes las han manifestado) y discutiera con ella aquellas iniciativas que considera de fundamental importancia para profundizar el modelo.
Nadie le pide a Pino y Proyecto Sur una profesión de fe kirchnerista a ultranza. Nadie le reclama que se despojen de sus ideales ni de sus convicciones. Nadie le pide ni siquiera, que voten a libro cerrado todo aquello que el oficialismo plantee en el congreso. Sí se le pide bajar un cambio, reflexionar sobre lo hecho y comprender que se pueden tener diferencias de fondo con el actual gobierno y considerar que determinadas cosas no se hicieron o no se hicieron bien, y al mismo tiempo cerrar filas frente a las embestidas del rejunte que arrojó a la Argentina al abismo con el estallido del 2001-2002. Comprender que no por eso se convertirán en “kirchneristas”, y empleo aquí el término en su acepción descalificadora como suele emplearla el.
Las balas que le rompieron una pierna en 1991 por denunciar al menemismo, son las mismas que mataron a decenas de argentinos en Plaza de Mayo en diciembre de 2001, 10 años más tarde . Solo que el vive para contarla. Los otros no y aún están esperando justicia.
Si Pino y su Proyecto Sur hicieran un sincero trabajo de reflexión introspectiva, deberían advertir que votar con Biolcatti, brindar con Mariano Grondona, debatir con TN, agruparse con Morales, Sanz, Carrió Prat Gay, Aguad, no es sinónimo de construcción alternativa sino incapacidad para entender de qué va la cosa. Y a la par, egoísmo puro para ver de qué manera se suma un votito más a futuro.
Si Pino y compañía comprendieran que el actual gobierno está siendo sometido a una maniobra de desgaste permanente y cotidiano, si verdaderamente valoraran en su justa medida aquellas obras de gobierno que no pueden ser soslayadas en cuanto a su importancia y trascendencia, si consideraran que por primera vez en 50 años, un gobierno afecta intereses corporativos e incluso financieros que durante décadas no fueron ni siquiera rozados por acciones de estado, si fueran capaces de poner en su real dimensión tales medidas, que no son suficientes, que no dan por concluida la batalla, que son parciales, pero que de ninguna manera racional pueden ser equiparadas a un “menemismo disfrazado” o emanadas de un “gobierno de re-derecha” estarían dando a la sociedad un mensaje mucho más equilibrado y democrático del que proporcionan por estas horas.Discutir desde la coincidencia pero sin perder la capacidad de críticar y plantear lo que falta.
Y Pino sabe muy bien que los poderes económicos, financieros, oligárquicos, monopólicos, especuladores, no aceptan con displicencia y amabilidad que se intente siquiera avanzar contra sus derechos arrebatados a la gente. Si tuviera la ocasión de ejercer el poder por un corto lapso podría comprobarlo otra vez en carne propia. Es poderosamente sorprendente que aquel que fue capaz de leer como nadie la realidad política y social latinoamericana desde una perspectiva ideológica profunda y comprometida en “La Hora de los Hornos” haya perdido la perspectiva con semejante desmesura.
Eso es lo que me duele y entristece Pino. Que haya dejado escondidas en las latas del celuloide de ayer y en los formatos digitales de hoy tanta sabiduría y capacidad de comprensión puestas durante años al servicio de la militancia y la acción política. Me duele y me entristece sobremanera ver a un potencial eslabón para la construcción nacional y popular jugando en la trinchera opuesta. Me apena observar de qué manera para nada callada confunde el enemigo y se lanza a una carrera para la conquista de la nada. En todo caso, a una carrera de suma cero para su propia hacienda y de ganancia neta para los que sí se han plantado como enemigos pero no de este gobierno, sino del pueblo argentino que aunque lo niegue y le duela aceptarlo, aún cree que el actual es el camino más claro para proyectar un país diferente.
Usted no es mi enemigo Pino. Que le quede claro. En todo caso es mi adversario ocasional. Pero lo voy a seguir esperando. Apuesto a que pueda despertar del sueño de los votos conseguidos en junio del año pasado para observar la realidad. Para que juntos, con sus diferencias y sus críticas, podamos avanzar en la construcción de país que soñamos todos. Usted y yo. Hágale honor a las balas menemistas Pino. Porque de esas hasta se puede zafar, como le pasó a usted. De lo que no se vuelve, es de la ignominia, la codicia política, los errores conceptuales en política. Y usted no está para eso. (Agencia Paco Urondo)
miércoles, 17 de marzo de 2010
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