Mar del Plata(Agencia Paco Urondo)
En el escenario político hondureño, se dirime en buena medida, el futuro de nuestra América o estaremos gobernados y sojuzgados por dictaduras de signo oligárquico y cipayo o, por el contrario, el pueblo latinoamericano será artífice de su propio destino y ejercerá el derecho a definir en libertad quiénes serán sus gobernantes.
En Honduras, dos fuerzas dirimen cual será el escenario futuro, de un lado, el frente de organizaciones populares que responden al mando del presidente constitucional Manuel Zelaya Rosales, compuesto fundamentalmente por obreros, campesinos, estudiantes, empleados públicos, vendedores ambulantes, indígenas, afro descendientes y demás estratos populares, y por el otro, tenemos al dictador Micheletti, apoyado por las cúpulas militares y eclesiásticas con su férreo control vertical de ambas estructuras que además, actúan estrecha e íntimamente vinculadas a las cámaras de grandes empresarios, la corporación mediática (cuando no) y la superestructura de los poderes del estado totalmente controladas por los golpistas.
Cabe destacar, que a pesar de la valiente y heroica conducta de su presidente Manuel Zelaya, que acaba de ingresar exitosamente a tierra hondureña (de manera clandestina), y la estoica y abnegada movilización, en el marco de la resistencia pacífica cotidiana del pueblo hondureño, este no logra quebrar el control que la oligarquía ejerce sobre las fuerzas armadas y de seguridad; ambas hasta ahora, se muestran impenetrables y sordas ante el evidente apoyo que el pueblo hondureño le brinda a su presidente.
Creo sin embargo, que un cambio de táctica dentro de la estrategia de resistencia pacífica, puede romper este empate de fuerzas a favor del campo popular.
Según puede observarse, el encuentro formal de ambas formaciones, una desarmada y la otra entrenada y pertrechada con equipamiento bélico, brinda una ventaja evidente para el aparato coercitivo de la dictadura, que logra dispersar o bloquear la movilización del pueblo hondureño, ya fue demostrado en el intento de regreso de Zelaya tanto por vía aérea, como por via terrestre, a travez de la frontera de Nicaragua.
El pueblo hondureño debe inmovilizar al aparato represivo y creo que el mejor ejemplo exitoso lo brinda la experiencia de lucha del pueblo Boliviano, que lograba paralizar el país desplegando al campesinado por todo el territorio y no en un punto determinado, esta acción obliga a la represión a desplegarse por todo el territorio y por lo tanto, termina debilitándose en su accionar.
Si cada comarca, si cada aldea se moviliza y cada una, en la noche bloquea varios kilómetros de carretera con troncos, piedras y cualquier elemento que sea un obstáculo, si en cada barrio, en cada parroquia o vecindad de las ciudades, en el medio de la noche se amontonan objetos (y fogatas) que impidan el transito, y tanto en el campo como en las ciudades, cuando los vigías del pueblo informan que vienen los uniformados (controlados por la dictadura), los militantes se dispersan, la dictadura estaría luchando con un fantasma.
A los pocos días, las fuerzas armadas hondureñas entrarían en un estado de impotencia y frustración, el enemigo (el pueblo) seria invisible e invencible.
En esta estrategia solo hace falta unidad de concepción, que todo el mundo haga lo mismo aunque no exista ninguna coordinación, en cada cuadra de cada ciudad, en cada comarca o aldea del area rural, cada uno sabe que hacer, estaría ejerciendo el control diario del territorio y la dictadura terminaría empantanada en su accionar, viendo que en realidad, no controla el territorio.
(Agencia Paco Urondo)
martes, 22 de septiembre de 2009
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