Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en Página 12) El autor es economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).
Sostener el aumento del gasto público en medio de la crisis financiera internacional ha sido uno de los aciertos más importantes del gobierno nacional. Ante la caída de la demanda externa, el crecimiento del mercado interno a través del aumento de las erogaciones del sector público permitió que la crisis no repercutiera fuertemente en la economía. Sin embargo, la política fiscal expansiva, junto con el desaceleramiento en el crecimiento de la recaudación tributaria, generó una reducción en el superávit fiscal y una nueva discusión sobre el problema del financiamiento. Ante el deterioro del superávit primario volvieron a aparecer los voceros neoliberales reclamando el retorno del país al Fondo Monetario Internacional, poniendo nuevamente al organismo financiero en el centro de la política económica nacional. Volver al Fondo es nuevamente subordinarse al mercado financiero internacional, a los mismos que llevaron a la Argentina a la peor crisis económica y social de su historia en el 2001 y que son responsables del colapso mundial actual.
Estos sectores pretenden el retorno al FMI como un instrumento para acotar el intervencionismo estatal que se viene dando desde el 2003. Como el mayor protagonismo del Estado afectó ciertos intereses económicos poderosos, como en el caso de la estatización de las AFJP, buena parte de los sectores dominantes visualizan al organismo internacional como un aliado estratégico para detener la presencia del Estado en la economía.
Estos sectores, representantes del colonialismo mental, sueñan con un país periférico, subordinado a los centros de poder, exportador de materias primas a los países desarrollados, para lo cual la reinserción del Fondo en nuestro país es una de las políticas principales. Para estos sectores la Argentina es un apéndice de la economía mundial y tiene que ser regulada desde afuera. Estos mismos grupos son los que reclaman la eliminación de las retenciones para colocar al país en una situación de vulnerabilidad financiera para tener que recurrir al financiamiento externo y por lo tanto aceptar las condiciones impuestas por el organismo internacional.
Volver al Fondo es perder como en la década del ’90 el control de la macroeconomía y por consiguiente, de construir un proyecto endógeno de desarrollo económico y social. El discurso es de nuevo volver a “darle señales amistosas al mercado financiero”, lo cual implica aceptar las condicionalidades impuestas por el Fondo. El retorno al Fondo conduciría a un disciplinamiento de la economía argentina funcional a los sectores dominantes.
Hoy las condiciones son “arreglar” con el Club de París y los holdouts. Mañana será aplicar el déficit cero, privatizar el sistema previsional, reducir el gasto público, bajar los impuestos a los sectores de altos ingresos, desregular la economía, eliminar los subsidios e imponer todas las políticas neoliberales ya conocidas. Por eso el pago al FMI significó una política fundamental para la construcción y consolidación de un modelo de valorización productiva con inclusión social.
El retorno o no al FMI no es una cuestión técnica ante la necesidad de financiamiento, sino más bien una cuestión política de volver o no a subordinar al país a los intereses de los países centrales y del sistema financiero internacional.
El país ya experimentó las recetas del Fondo. En la década del ’80, con los planes de ajuste estructural que implicaban una reducción permanente del gasto público. En la década del ’90 con el Consenso de Washington, que junto con la reducción de las erogaciones del Estado adicionaron cambios estructurales como el programa de privatizaciones, la apertura comercial, la desregulación de los mercados y la flexibilización laboral. Ambos planes terminaron en las dos crisis más profundas de la historia.
Los sectores dominantes quieren imponer que las dos únicas alternativas para la Argentina sean reducir el gasto público y/o retornar al Fondo para reincorporarnos en el sistema financiero internacional. Pero existe una tercera opción: aumentar la presión tributaria sobre los sectores de mayores ingresos. Así se podría seguir sosteniendo el superávit fiscal al mismo tiempo que aumenta el gasto público para expandir la demanda agregada. La disyuntiva es clara: seguir con el colonialismo mental lo cual implica volver al Fondo o profundizar el modelo de desarrollo nacional iniciado en el 2003.(Agencia Paco Urondo)
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