Capital Federal (Agencia Paco Urondo)Otro aniversario se cumplió ayer de la fatídica noche en que, en la ciudad de La Plata, los pibes de los colegios secundarios que luchaban por un boleto estudiantil fueron secuestrados, torturados salvajemente y desaparecidos por los sicarios de la dictadura civico-militar de Videla y compañía.
Tal vez, siguiendo la lógica gorila de todos los tiempos, los genocidas celebraban, a su perversa manera, una de sus efemérides favoritas: la autodenominada "revolución libertadora" de 1955 que, en nombre de la libertad y la democracia, encarceló, torturó y fusiló a militantes populares y Militares Patriotas.
Mucho se ha hablado desde 1976 de "La noche de los lápices" y de sus víctimas más emblemáticas y hasta Hector Olivera plasmó en su película homónima el testimonio del sobreviviente Pablo Díaz pero nunca, al menos que quien suscribe recuerde, se dijo que, aquella noche, las víctimas pudieron haber sido muchas más que diez de no haber sido por la heroica actuación de un sacerdote de La Plata quien, a riesgo de su propia vida, ocultó a "sus chicos", (varias decenas de ellos), militantes católicos solidarios, en las cloacas de la ciudad y, de uno en uno y por distintas salidas, los fue enviando a salvo a sus casas luego de pasada la furia nocturna de los grupos de tareas.
Poco después, a causa de esta acción, fue detenido, brutalmente torturado y, milagrosamente, salvó su vida y fue liberado.
Hoy, en su casa de La Plata, el padre José Espósito, con su corazón destrozado por efecto de la picana eléctrica y medicado de por vida, sigue luchando.
Atiende a los enfermos, alimenta a los pobres y sigue estando a disposición de los jovenes para los que tiene un lugar de reunión donde se juntan a estudiar o simplemente a soñar con un mundo más justo y solidario.
Este digno sacerdote, tan distinto de aquellos que desde las más altas jerarquías de la Iglesia no sólo apoyaron el genocidio sino que también participaron, como falsos confesores, de las sesiones de tortura y dando extremaunción a quienes iban a ser arrojados al océano desde los trístemente célebres "vuelos de la muerte", es un ejemplo de vida y una muestra de que, a pesar del terror, la tortura y la muerte, la lucha por la justicia jamás será vencida.
Padre José Espósito: en nombre de aquellos chicos y de todo este pueblo ¡Gracias!(Agencia Paco Urondo)
jueves, 17 de septiembre de 2009
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