Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Miradas al Sur, por Natalia Coronel, gentileza Mónica Oporto) “Lo que dijo Carrió sobre los hijos de Herrera de Noble desconoce la tragedia del ocultamiento de la identidad”. Un análisis agudo sobre el discurso opositor, la construcción mediática, la nueva derecha y el papel de la movilización social en la Argentina actual.
María Pía López –socióloga y ensayista– afirmó que el crecimiento de la derecha es algo que quieren imponer los grandes medios y que “el macrismo tiene un tipo de ejercicio del poder público que tiene como horizonte la represión. La sociedad necesita orden, pero con prudencia”. Cuando Miradas al Sur le preguntó sobre el escrache que sufrió el senador Gerardo Morales respondió que algunos senadores utilizan estos hechos como excusas para quedar victimizados por el oficialismo ante la sociedad y recordó: “Lo que se llamó violencia política en nuestro país fue algo que tuvo que ver con la vida y con la muerte y no es el caso de lo que está ocurriendo ahora”.
–¿Cómo reflejaron los medios el escrache a Gerardo Morales?
–Es un modo predeterminado de considerar la intervención popular. Es un problema frente al cual la militancia popular debe estar más atenta, debe saber que no se pueden construir escenas que sean rápidamente apropiadas, comprendidas y explicadas, bajo la lógica de lo medios.
–¿Estos hechos bastardean un instrumento político como fue el escrache?
–La práctica tuvo un sentido en un contexto determinado, que tenía una enorme vitalidad para expresar un estado de injusticia con respecto a crímenes probados y que eran de lesa humanidad. Cuando Hijos inventa el escrache, con una intención política, lo hace bajo una consigna muy clara: hay escrache porque no hay justicia. Alguien puede afirmar que no hay justicia sólo cuando los crímenes están probados. No se puede comparar eso con un diputado que hace declaraciones que no nos gustan o un senador medio tonto.
–¿La oposición utiliza este tipo de hechos para victimizarse ante el oficialismo?
–Hay algo bastante extraño en el contexto político argentino: una oposición que tiene un acceso prácticamente absoluto a la discusión pública, están en todos los medios de comunicación teniendo extensibles privilegios en el trato de sus palabras. Esto define claros privilegios del lugar de la oposición en la Argentina, donde sus dichos tienen más circulación y son más escuchados. En esta situación, paradójicamente, se autoconsideran víctimas de un gobierno totalitario y persecutorio. Esta victimización que produce la oposición es llevada, casi, a un extremo de farsa.
–¿Este argumento tiene margen de credibilidad social?
–Sí y es increíble. No sé en qué racionalidad puede ser creíble que vivimos bajo un estado dictatorial, con un gobierno que arrasa con todos los derechos, que no permite a la gente y a las empresas desarrollar sus vidas libremente.
–Gerardo Morales responsabilizó al Gobierno Nacional por el escrache que sufrió en Jujuy, ¿le parece una estrategia o hay algo de verdad?
–Claramente es una estrategia que apunta al corazón de las cosas que se discuten en relación con el Gobierno, es decir, el tipo de vínculo que tiene con los movimientos sociales. Lo que está enjuiciando Morales es el tipo de relación que tiene el Gobierno Nacional con la organización conducida por Milagro Sala. Este tipo de vínculo es virtuoso porque es un gobierno que apuesta a la redistribución institucional y el flujo de financiamiento a las organizaciones que arman algo en el territorio de la sociedad civil.
–En un Estado democrático, ¿podría gobernar Macri con los movimientos sociales en contra?
–El macrismo tiene la torpeza de anclarse en un tipo de derecha y ejercicio del poder cuyo horizonte es la represión. Hay algo que el kirchnerismo impuso en la escena política argentina, después de la crisis que cierra el duhaldismo, y es que la movilización social nunca se reprime. Esa política, que incluso tuvo una tolerancia extrema respecto al conflicto del campo o al corte de Botnia, es algo que el macrismo intenta contrarrestar. Un ejemplo es la Ucep o a la policía metropolitana, que tienen prácticas claramente antidemocráticas, que sitúan a las fuerzas de seguridad al servicio de una política represiva de la movilización social. En ese sentido, salvo que la sociedad argentina cambie mucho, es un tipo de política que no tiene destino.
–¿Usted cree que se puede hablar de violencia política?
–No se es prudente al utilizar el término violencia política. Se trata de una expresión cargada de un sentido histórico y ahora se la usa para hechos menores. Lo que se llamó violencia política en nuestro país fue algo que tuvo que ver con la vida y con la muerte y no es el caso de lo que está ocurriendo. Por eso hay que pensar en determinar qué está pasando y no llamar violencia a este tipo de acontecimientos. Lo que dijo Elisa Carrió, que los hijos de Ernestina Herrera de Noble son de todos, fue terrible. Desconoce la Historia argentina, de Las Abuelas y el carácter dramático de una sociedad construida con la mentira sobre la identidad. Pide reconciliación, perdón y olvido, respecto del crimen más fundamental y terrorífico de la dictadura, que fue desaparecer a los padres y apropiarse de los hijos.
–¿Cómo se podría llamar al conflicto político que hoy recorre la Argentina?
–Se trata de un tipo de antagonismo, de una polarización política, que cada vez adquiere contornos más burdos. Porque llevar la discusión al punto de negar la existencia de hijos apropiados por la dictadura es una forma de expresión incapaz de sostener un diálogo. (Agencia Paco Urondo)
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