lunes, 29 de junio de 2009

Ganaron la Sociedad Rural, el Grupo Clarín y las trasnacionales, por Alejandro Simonetti

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Las elecciones del 2009 se perdieron en el 2008. Mi curiosidad era hasta qué punto los medios podían someter a la población a la voluntad de los más poderosos. Me es claro que su poder es superior a lo que suponía, que no era poco.

Durante el conflicto en torno a los derechos de exportación, los medios consiguieron que grandes sectores de la población ubicaran al gobierno de Cristina Kirchner en el lugar del Poder, del padre injusto y arbitrario y a los empresarios rurales en el lugar de los hijos oprimidos por el padre poderoso, con los cuales podían identificarse personas de sectores medios y bajos.

El antiguo mito de una Argentina rica por los productos de su campo y del honesto trabajador rural que hace su fortuna trabajando de sol a sol reforzó esa identificación, contraponiéndola a la imagen del político improductivo rodeado de una clientela de haraganes, largamente difundida por los medios y aprovechada por las dictaduras durante décadas.

Y esa exitosa operación psicológica desembocó en ese treinta y cinco por ciento de votos en la Provincia de Buenos Aires que es suficiente para poner límites al intento de redistribución económica y social que inició el gobierno de Kirchner e intentó profundizar el de Cristina e iniciar un proceso de reprivatización del país, recuperando algunas posiciones perdidas y reencadenando al país a los grandes circuitos del dinero.

Siempre denuncié como distorsionadores los intentos de psicologizar la política que descuidan los aspectos económicos, sociales y culturales de las elecciones de los ciudadanos.

Pero cuando importantes sectores de la población le dicen “no” a un gobierno de alto crecimiento económico, altas reservas y hechos sociales progresivos como la promoción de los juicios a genocidas y represores, la extensión de la jubilación a sectores excluidos, la reducción vertical de la desocupación, el aumento de los puestos de trabajo en blanco y la política internacional de frente latinoamericano, tenemos que reconocer que el factor psicológico es también un componente importante de las opciones políticas.

Por supuesto que las emociones de la población han sido manipuladas por grupos monopólicos de presión audiovisual que responden a grandes grupos empresarios de capital interno y externo.

Pero en el interior del votante, movidas por esos estímulos, operan fuerzas que no obedecen al principio de realidad y pueden llevarlo a tomas de posición que contradicen sus intereses económicos y sociales.

En una república presidencialista como la nuestra, la derrota del partido del gobierno en una provincia cuya población es el treinta y seis por ciento del electorado nacional representa, en el imaginario social, la derrota del padre poderoso a manos de los hermanos rebelados y unidos y el punto de partida de un festín democrático en que presuntamente todos serán iguales y felices.

Ante esa derrota en el punto de urgencia nacional, quedan minimizadas las victorias de los candidatos del gobierno en doce provincias, en un país que, entre los nombres autorizados por la Constitución, elige el de República Argentina, de tinte unitario, por sobre los de Provincias Unidas o Confederación Argentina.

Pero la experiencia histórica nos recuerda que esos presuntos triunfos democráticos suelen ser la antesala de la recuperación de posiciones del Poder grande, el poder de los grandes grupos empresarios que no siempre pueden imponer los candidatos que querrían, pero pueden condicionar a los elegidos para que desistan de ponerles límites.

El mensaje es claro: “no se metan con nosotros”: los grandes poderes son unidos y si hoy un gobierno le pone límites al “campo”, mañana pretenderá ponerle límites a “la prensa libre” y pasado mañana a “la industria”, “la minería”, “el petróleo”, etc.

Los odios mutuos y las ambiciones personales de los grupos políticos no suelen permitirle a los grandes grupos empresarios juntar a la oposición e imponer candidatos totalmente propios, pero su poder financiero y mediático les hace posible abortar procesos de cambio, convenciendo a futuros gobiernos de que deben someter su poder chico al poder grande de los dueños del capital.

Y, sin desdeñar los procesos armados, a los que siempre pueden volver, como lo demuestra el golpe militar de Honduras simultáneo a nuestras elecciones, el golpe de la Sociedad Rural y las trasnacionales que la respaldan se perpetra mediante los tanques de los medios audiovisuales.

Como en algún momento les dijimos a los militares que se fueran y nunca volvieran al gobierno, la tarea es desactivar la dictadura mediática con una nueva ley de medios audiovisuales, con las alianzas parlamentarias que sean posibles. Alejandro Simonetti. 29 de junio 2009.

Olivos, Buenos Aires, Argentina. (Agencia Paco Urondo)

3 comentarios:

  1. Concuerdo con tu análisis Alejandro, hay que transformar las subjetividades oprimidas que se identifican con el opresor, ese Padre bueno que no es otro que el Patroncito, a eso sumado los medios masivos de comunicación que jugaron del lado del Patrocito porque ellos también defienden sus intereses.
    Vamos a desactivar la dictadura mediática, "cueste lo que cueste y caiga quien caiga".
    Un abrazo y un placer encontrarte en este espacio compañero.
    Mónica

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  2. El analisis es acertado y muy realista. No nos olvidemos que los peones de campo se identifican con los patrones y lideres tipo caudillos. Es una característica y no una crítica. Ahora bien tal vez se deberían llamar las cosas por su nombre tal el caso de Shell al comienzo del gobierno de Nestor. Nos debemos una autocrítica por más dura y dolorosa que sea. Tenemos que ser inteligentes y trabajar para seguir siendo alternativa de Gobierno

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  3. Cumpas, recuerden que somos un país que hace 200 años que no resolvió su liberación, el "empate hegemónico" continúa. Sigamos pujando para el lado de los pobres, a ver si logramos ganar el partido.

    Saludetes!

    APU.

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