La era de las coordinadoras, por Joe Cornejo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Esto va a ser duro para muchos compañeros que militan de sol a sol. Pero digámoslo de una buena vez: la herramienta militante construida para defender este proceso y profundizar los avances es… mínima. Tratemos de entender esto no como una chicana, sino como un esfuerzo para pensar el poder real desarrollado. ¿Cuál fue el protagonismo real de este espacio en la batalla, por ejemplo, contra las patronales agropecuarias, a mediados del año pasado? El esfuerzo, titánico. Pero, ¿cuál fue el aporte concreto a la correlación de poder establecida entre el gobierno y la oligarquía terrateniente? ¿Cuál, a la movilización constante, a los niveles de conciencia en las barriadas populares? Para ser dolorosamente concreto: ¿qué fuerzas, de estas que describo, movilizó más que el intendente de José C. Paz, Mario Ishii? La respuesta al aporte de poder debiera ser nuevamente… mínimo.

Acordemos algunas definiciones

Está claro, al menos desde mediados de los 60 para acá, que existe en el campo popular una tradición de la militancia basada en tres elementos centrales: 1) la primacía de lo ideológico por sobre un territorio específico; 2) la construcción de una fuerza organizada; 3) la expresión del protagonismo político de los más humildes.

Son las fuerzas que incluyen en sus reivindicaciones a la JP setentista, la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, a Cooke, a la Evita del pelo al viento (nunca de rodete), casi siempre el Cordobazo del 69 (casi nunca la toma del frigorífico de la Torre en el 59), a Tosco (muy raramente a Rucci). Se lee mucho a Galasso y a Feinmann, dos dignísimos intelectuales, pero muy pocas veces a Perón. Hay una marcada aversión hacia el justicialismo, en tanto “partido liberal” y “herramienta cómplice de la devastación de los 90”. También se reivindica mucho la década dorada peronista, pero eso también lo hacen otras tradiciones militantes del campo popular, como el sindicalismo ortodoxo, que están por fuera de las fuerzas que describo. Generalmente, estos espacios políticos disponen de conducciones compuestas por cuadros con origen en la clase media, mayoritariamente universitarios.

Esto no quiere decir que la militancia así definida sea un casillero cerrado, que no haya contacto con otras tradiciones políticas o categorías mixtas. Por ejemplo, desde la militancia que trato de incluir, la ortodoxia de Emilio Pérsico (Movimiento Evita) lo convirtió en autoridad del justicialismo nacional y ni él ni Luis D´Elía (FTV-CMP) tienen una formación universitaria. Desde fuera del sector definido, los gremialistas Piumato (Judiciales), Plaini (Canillitas) y Schmidt (Dragado y Balizamiento) suelen tener fluidos vínculos con estos actores. Los intendentes Gutiérrez (Quilmes), Díaz Pérez (Lanús), Giustozzi (Almirante Brown) e incluso el erráticamente kirchnerista Bruera (La Plata) también. Un caso emblemático es el Tibu Núñez, concejal por el justicialismo de Avellaneda y referente de la Fábrica recuperada de Wilde, todo en simultáneo. Pero que no son lo mismo, está tan claro como el poder construido por unos y por otros.

Contra-indicaciones

Tres obstáculos tres entorpecen la construcción de espacios aglutinadores mayúsculos, con verdadera ambición de protagonismo político (me refiero a poder) y de creciente convocatoria.

1) Los bajos niveles de formación (a pesar de todas las aclamaciones). Esto hace que los compañeros, en vez de discutir tácticas y estrategias, y evaluar, por ejemplo, las conducciones según se adapten mejor a estas mismas, al contrario las relaciones sean juzgadas en términos personales, o de recursos, o de cuestiones éticas no colectivas sino individualistas.

2) La construcción de identidades colectivas en oposición a otras identidades colectivas. Quizás el ejemplo más lamentable era cuando la JP Evita y los jóvenes de Libres del Sur se disputaban la delantera de los actos a puro tacuarazo. Digámoslo también: no solo genera cicatrices sin mayor sentido entre sinceros militantes del campo popular, sino que además, espanta militancia.

3) A mi juicio, quizás lo más importante. La escasa incidencia en frentes de masas de nuestra militancia. Un frente de masas es cualquier territorio donde un compañero se involucra con la realidad de la gente que lo circunda. El ejemplo típico es un comedor, o el apoyo escolar en una iglesia de un barrio marginal, pero no solo eso. También lo es la mesita universitaria, y si se quiere, en este siglo XXI lo es facebook. Todo espacio donde “los-otros-que-no-militan-y-son-el-99%-en-nuestro-país” puedan ser convocados. Creo que ya sería demasiado pedir que los referentes emerjan de esos territorios.

All together now! (¡Todos juntos ahora!)

El compromiso per cápita de cada militante “ideológico”, si se quiere, fue muchísimo mayor que el de otros espacios políticos (sindical o partidario). En los momentos críticos, es decir, de profundización, es cuando se ve el rol estratégico que está llamada a tener esta militancia doctrinaria. El problema de los espacios que hacen su base en la formación y en la organización no es de individualidad (o de calidad), es de cantidad. ¡Somos muy pocos!

Entonces: ¿cómo multiplicarnos? En esta etapa específica, con las famosas Coordinadoras. Quedó demostrado que las experiencias de convocatoria con algún grado de grandeza permiten sumar militancia para todos. El Cabildo de la Militancia, con una veintena de oradores logró despertar el interés de una enorme masa (¿mil, dos mil?) de militantes inorgánicos o al menos, de compañeros que gustarían participar de experiencias políticas. Asimismo, lo contrario también está claro: las mezquindades entre grupos y las conducciones híper-personalistas espantan eventuales compañeros.

Se dirá: nadie va a ser tan ingenuo de poner su propia organización para hacerle el juego a otros. Este último punto es interesante. Veamos. Es evidente que la mayoría de las organizaciones se consideran con una comprensión o unos objetivos más elevados y aspira con justo derecho a conducir todo este espacio. De lo que se trata no es de fusionar fuerzas políticas una debajo de la otra, por “grandeza de espíritu”. No seamos ingenuos, nadie lo va a hacer. Lo que se trata es de fomentar la creación de espacios amplios de militancia que puedan convocar a otros que hoy no militan. Estará en la capacidad de cada colectivo contener a los recién llegados.

Ya hay un montón de experiencias en marcha. Las convocatorias abiertas de la CMP en Plaza Once, como Cabildo de la Militancia. La fusión de La Cámpora y NBI con la JP nacional. El plenario abierto que se hizo en la Casa del Peronismo Revolucionario (incluso hubo algún militante de La Cámpora) y una revista en proyecto también abierta. Nosotros mismos (la Paco Urondo), trabajando junto a otros compañeros en una Carta de acuerdos básicos. Y varias experiencias de otros compañeros de los que no estoy seguro que quieran hacer público sus armados hoy.

Naturalmente, se puede no compartir este planteo. Pero que se sepa, la agudización de la batalla contra el eje oligárquico-mediático y sus cómplices partidarios, nos va a hacer marchar y actuar en conjunto (por ejemplo, en la marcha por la nueva Ley de Medios Audiovisuales). La unidad es parte de la etapa, una característica estructural. Que lo hagamos organizadamente, o desesperados por dónde vaya picando una pelota que nosotros no decidimos, es nuestra opción. (Agencia Paco Urondo)