Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Buenos Aires Economico 29/04/2010) A partir de la dictadura militar de 1976 y con las políticas económicas neoliberales impuestas por Martínez de Hoz, la Argentina comenzó un fuerte proceso de endeudamiento externo que se profundizó con los sucesivos gobiernos democráticas tanto en la década del ochenta como en los años noventa. En efecto, la deuda externa se incrementó de 8.600 a 140.000 millones de dólares entre 1976 y el 2001.
En este sentido, la deuda externa se transformó en uno de los obstáculos más profundo para el desarrollo Argentina, conduciendo a dos default (1988 durante el gobierno de Alfonsín y en el 2002 declarado durante la presidencia interina de Rodríguez Saa) y a dos de las peores crisis de la historia económica argentina (1989 la crisis hiperinflacionaria y 2001 con el estallido del modelo de Convertibilidad).
A partir de 2003 y con el inicio de un nuevo modelo de desarrollo caracterizado por la reindustrialización y la inclusión social; se inició un proceso de desendeudamiento al mismo tiempo que una normalización de las relaciones con el sistema financiero internacional.
En primer lugar, se produjo un canje de la deuda que se tradujo en una quita de capital e intereses que implicó una reducción de la deuda externa pública en aproximadamente 60.000 millones de dólares. Posteriormente, en el año 2006 se le pagó 10.000 millones de dólares al Fondo Monetario que era el total de la deuda con el organismo internacional.
Sin embargo, quedaban dos puntos a resolver para la normalización completa de la relación con el sistema financiero internacional. Por un lado, resolver el 20% de los acreedores que no participaron del primer canje (los holdouts) y la deuda en default con el Club de París.
Justamente, con el nuevo canje iniciado en la gestión de Amado Boudou se resolverá el primer escollo, para luego intentar un acuerdo con la deuda mantenida con el Club de París. De esta forma, se terminara con un proceso que comenzó en el 2005 con el primer canje que permitiría continuar con la reducción de la deuda externa al mismo tiempo que retomar una relación normal con el sistema financiero internacional.
Esto generaría, entre otras cosas, reducir la tasa de interés a la cual pueden pedir crédito nuestra empresas para aumentar de esta forma la inversión productiva y permitir el incremento de la producción como principal forma para combatir la inflación y además continuar con la generación de puestos de trabajo para así de esta forma seguir reduciendo la tasa de desocupación.
Sin embargo, es importante realizar una observación: este proceso es positivo siempre y cuando la normalización de las relaciones con el sistema financiero internacional no implique el retorno a una política de endeudamiento externo público, lo cual implicaría la vuelta a unos de los procesos más desastroso para la economía y la sociedad argentina. En otras palabras, que normalizar las relaciones no se traduzca en una nueva subordinación y dependencia al sistema financiero internacional y al Fondo Monetario.
El autor es economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP). Más info: www.geenap.com.ar. (Agencia Paco Urondo)
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