domingo, 7 de marzo de 2010

Los negadores, protestadores y desconocedores, por Enrique Santos Discépolo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en Espacio Abierto Peronista Nº 9) ¿Vos la querés seguir? Y bueno…, vamos a seguirla, pero dejáme antes aclarar una posición. Yo no discuto
porque crea que tengo toda la razón del mundo. Al
contrario, discuto porque creo que vos no tenés ninguna.

Protestás porque te parece que es elegante. Lo hacés
como una actitud. «Son criterios», decís. Y digo yo: ¿no
será falta de criterio, en vez? Hay personajes que consideran
que una actitud elegante en la vida es la de estar
con un codo apoyado en el mostrador. Otros, sosteniendo
el marco de la puerta, en los zaguanes de las casas. Hay
también señoras que creen que la que no tiene por lo menos
un complejo no es de buena posición. ¡Y bueno!

A vos se te repujó en la cabeza la idea de que la posición
fundamental es negar, desconocer, decir que no. Te parece
que eso da mucha importancia. Que te regala la apariencia
de un hombre que tiene ideas, cuando la verdad
es que negás porque, en realidad, no tenés ninguna idea.
La del hombre aquel que entraba siempre en las reuniones
diciendo: «No sé de qué se trata, ¡pero me opongo lo
mismo!» ¡Pero, no! ¡A mí no me la vas a contar!

Vos negás, protestás, con la misma injusticia del que
arma un escándalo en su casa porque «le perdieron» la
llave del escritorio. Resulta que después de promover la
batahola, cuando ya todo está cabeza abajo y en la mitad
del tobogán, la llave del escritorio aparece en la bocamanga
de su propio pantalón. Entonces, como ya no
podría justificar todos los gritos en contra, con tal de no
hacer el papelón, esconde la llave en el bolsillo y sigue
protestando para mantener una actitud. Igualito que vos.
Escondés, tu conciencia frente a la realidad de los hechos
y seguís soplando contra el ventilador para no reconocer
que la erraste. Y lo peor es que, queriendo sostener esa
pirueta tuya —de resentido—, inventás argumentos de
manteca. Sí, argumentos que se derriten a la luz de la evidencia
más chiquita. Te molesta —¡lógico!— esa felicidad
preciosa de la gente que cree en lo que ve.

Pero protestás sin advertir que lo único imperdonable
es tu protesta. Y entonces, ¿de qué protestás? Mirá, «vamo
a dejarla», como decía un reo. ¿Sí? Vamos a dejarla.
Porque yo te respeto, pero a mí, ¡a mí no me la vas a
contar!

Extracto de los relatos radiales de Mordisquito, interpretados
por Enrique Santos Discépolo en Radio Nacional durante los
últimos años de la década del 40. Dice Horacio Caró: “Enrique
Santos Discépolo no explica el peronismo con alegorías o interpretaciones
complejas. Claro, él, mientras habla del peronismo,
está viviendo ese peronismo”.

(Agencia Paco Urondo)

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