Capital Federal (Agencia Paco Urondo) “(...) cuanto más crímenes haya, más miedo tendrá la población y cuanto más miedo en la población, más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control, lo que explica por que en los periódicos, en la radio, la TV (...), se concede tanto espacio a la criminalidad como si tratase de una novedad cada nuevo día...”
Michel Foucault.
A cada rato muere alguien. Todos los días nos roban en la calle, en nuestros autos, en nuestras casas. A cada rato. Ya no se puede salir tranquilo. Los chorros de antes por lo menos tenían códigos. Hoy además de robarte te revientan a palazos y te matan. Tienen que detener más chorros, entran por una puerta y salen por la misma. Tienen que dictar fallos ejemplares, tienen que hacer leyes mas duras. Tienen que poner mano dura. Tienen que instaurar la pena de muerte en el Código Penal. Eso, ¡pena de muerte en la argentina, ahora! El que mata tiene que morir. Voz popular.
¿Qué pasaría si en la Argentina se pudiera instaurar la pena de muerte? Hay una imposibilidad constitucional en hacerlo, pero ¿qué pasaría si se pudiera?
Supongamos que a Susana le asesinan su peluquero. Miguelito Romano es brutalmente baleado, golpeado y mordido. Fallece en un sanatorio privado de última generación, muy cool, pero aún así su muerte es inevitable. Entonces, la diva hecha jirones sale enfurecida de su casa de Barrio Parque pidiendo a gritos que se apruebe la pena de muerte en la Argentina, ya. Y a Susana la apoyan una constelación de estrellas: Moria, Marcelo, Cacho, La Chiqui, Sandro, Polino y hasta el mismo Jaime Torres acepta, charango en mano, tocar el himno, -mientras las figuras populares lo entonan- en una multitudinaria manifestación en Plaza de Mayo que junto al pueblo clamará por “más” Seguridad y Pena de Muerte. ¿Qué pasaría?
Cuando sucedió el caso Blumberg la demanda de aquellos días era la de endurecer las penas previstas en el Código Penal para ciertos delitos y tipificar otros nuevos. Las clases medias urbanas de la ciudad de Bs.As, Rosario, Mendoza y otras grandes urbes, a la sazón La Ciudadanía, apoyaron esa proclama y tras de ella fue la dirigencia política oyendo y cumpliendo a medias ese petitorio. Generando así la desarticulación y la incoherencia de un cuerpo legal vigente desde 1922. Entonces se endurecieron ciertas penas y sin embargo el índice de criminalidad no se redujo un ápice.
Sabemos por experiencias ajenas que la pena de muerte no ha logrado reducir los índices delictivos en aquellos países donde esta vigente. Entonces ¿qué sentido de justicia promueve y estimula tales demandas y cual es la naturaleza de esa demanda? ¿Si logramos la instauración de la pena de muerte en la Argentina y una vez en funcionamiento reconocemos que el delito no se reduce, seremos capaces de derogarla? ¿Y si la pena de muerte lograra reducir los índices delictivos, qué haríamos? ¿Seguiríamos estando en contra de la pena máxima, dudaríamos en levantar la mano derecha para su aprobación en el Congreso de la Nación? ¿Si la pena de muerte fuera instrumento eficaz para combatir el hampa habría tantos opositores a la pena de muerte? ¿Tiene nuestra dirigencia política actual argumentos sólidos para rechazar esa propuesta, exceptuando el religioso y el empírico registro que dice NO y nos habla de su esterilidad para combatir el delito? ¿Qué tendríamos para decir si todos los países en donde la pena de muerte está vigente fueran justamente aquellos que evidencian menores índices delictivos? ¿Por qué la discusión sobre seguridad pública se inicia debatiendo la pena de muerte? ¿Por qué confundimos Poder Judicial con Poder Ejecutivo? ¿Por qué se entrega la seguridad pública a la policía cuando la seguridad pública es una cuestión eminentemente política? ¿Por qué la dirigencia política se desentiende obscena y obcecadamente de la seguridad pública? (Agencia Paco Urondo)
martes, 26 de mayo de 2009
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Pena de muerte no, jamás, y no por motivos religiosos, sino por motivos de humanidad. El estado no puede cometer asesinatos, está para incluir a todos sus ciudadanos, aún a los monstruos y si representan un peligro para el resto, se los aparta y se los trata de encauzar de manera que sean útiles aunque sea para si mismos. Además la pena capital ya demostró no ser disuasoria en casos de delitos de sangre.
ResponderEliminarconvertir al estado en asesino. comerse al canibal. encarcelar a los pobres desde niños. tanto se hablo y nunca la pena de muerte tuvo argumentos solidos ni demostro su eficacia. por el contrario. cansa ya volver a justificar el rechazo.
ResponderEliminarGracias Ariel y Ana por el aguante!
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