Capital Federal (Agencia Paco Urondo, introducción a Las palabras y los hechos. Discursos de la Sra. Presidenta de la Nación Argentina Cristina Fernández de Kirchner) Los discursos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner abrevan en las aguas de ese río imparable llamado movimiento peronista, que supo tener oradores no sólo de la talla de sus fundadores, Juan Domingo Perón y Evita Perón, sino que además, por citar ejemplos, lo tuvo a John W. Cooke, a Héctor J. Cámpora. Tuvo también millares de anónimos oradores barriales, fabriles, estudiantiles. Muchos de ellos hoy no están, pero la fuerza y el sentido de sus palabras y el compromiso de continuar con una empresa por ahora inconclusa se ven reflejados en las palabras y en los actos de gobierno de nuestra presidenta.
Por su condición de mujer, la comparación con Evita es ineludible. Como ella, se nos presenta como un hada buena, que viene a proteger al conjunto del pueblo de la voracidad insaciable de los poderosos. Nos habla de amor, de inclusión, de respeto, de reflexión, de trabajo, de educación, de salud, nos invita a soñar con una Argentina grande, para todos. Son palabras que movilizan, que marcan un rumbo, o lo profundizan. En tiempos en donde un ex presidente que traicionó la voluntad popular luego expresó suelto de cuerpo que “si decía realmente lo que iba a hacer, no me votaba nadie”, ningún opositor o detractor puede acusar a la presidenta de que dijo cosas que después no hizo o hizo cosas que no dijo que haría. No es poca cosa, recuperar la confianza en nuestros dirigentes y el valor de la palabra empeñada.
Precisamente ahí esta “el problema” para un puñado de egoístas que no entienden los cambios que se están dando no sólo en nuestro país sino en el mundo entero. El “drama” para ellos reside en que la presidenta dijo en la campaña electoral que iba a profundizar el cambio iniciado el 25 de mayo de 2003 y lo está haciendo, dijo que iba a pelear por la tantas veces proclamada redistribución del ingreso, y lo está haciendo. Dijo que íbamos a reconstruir el Estado Constitucional Democrático, y lo estamos haciendo, dijo que íbamos a reconstruir un modelo económico y social con un perfil industrialista, con una matriz de acumulación diversificada e inclusión social, y lo estamos haciendo; dijo que íbamos a reconstruir nuestra cultura recuperando la autoestima y valores como el trabajo, el estudio, el esfuerzo, y lo estamos haciendo. Precisamente, el “error imperdonable” de nuestra presidenta es ser coherente y consecuente entre sus dichos y hechos. Mientras al grotesco polichinela que estafó al pueblo, le hacían tachín tachán en épocas donde la fiesta era para unos pocos, a nuestra presidenta la atacaron furibunda y canallescamente a días apenas de asumir el mandato presidencial para el cual la eligieron las mayorías populares, precisamente por hacer lo que prometió (cuantas veces pudo), que iba a hacer, y para lo cual la votamos. Cuánto egoísmo, cuánta mezquindad.
Los discursos de nuestra presidenta expresan cristalinamente, sin lugar para las lecturas entre líneas, un proyecto de país, un modelo de sociedad. Proyecto y modelo, repetimos, ini ciados en 2003 de la mano de Néstor Kirchner. El país que dejábamos atrás, el del presidente de una alianza autista que tuvo que huir en helicóptero, era un país en ruinas, en llamas. El escenario hoy es completamente distinto. Se revirtieron los índices de desocupación e indigencia (cierto es que, cómo lo admite nuestra presidenta, todavía queda mucho por hacer), se recuperó el salario, se reactivó la economía, crecieron las exportaciones, se avanzó en el desendeudamiento, mejoró la calidad de vida, aumentó notablemente el consumo, como mejoró también la situación de nuestros queridos abuelos, entre muchas otras cosas. Pasado y presente de un mismo país. Néstor Kirchner en 2003 nos decía que no pensaba dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada y nos convocaba a compartir un sueño. Ese sueño colectivo es el presente de hoy. Así también, con las mismas convicciones, Cristina Fernández de Kirchner nos impulsa a tener fe en que los sueños de hoy van a ser la realidad del mañana: esa Patria Grande con soberanía política, independencia económica y justicia social, con la que soñaron también nuestros próceres.
Cada uno de los discursos seleccionados, además de expresar un proyecto de país y un modelo social, despiertan en la militancia muchísimos y gratos recuerdos. Es que el 2008 fue, para todos los militantes populares en general, pero para los de La Cámpora y la Juventud Peronista en particular, un año maravilloso, con una constante movilización y actividad políticas. Son discursos dichos en actos y movilizaciones. Remiten a preparativos, pintadas, volanteadas, timbredas, reuniones en las Unidades Básicas. ¿Quién puede negar que en el 2008 profundizamos la recuperación de una práctica política que tiene que ver con lo mejor de nuestra historia reciente? El momento que estamos viviendo es fundacional y es equiparable a las memorables jornadas de Octubre del 45 o Noviembre del 72. Para la militancia peronista, en la intensidad y calidad de nuestras prácticas, es así, y el día de mañana, vamos a recordar estos momentos como si se trataran de nuestro verdadero nacimiento.
Las anécdotas previas y posteriores a cada acto y movilización en donde acompañamos las palabras de nuestra presidenta son muchísimos pero tienen un común denominador: la alegría, la mística, la motivación, la confianza, la esperanza. Si en algún momento sentíamos cansancio (por ejemplo viajando más de veinte horas seguidas a Salta, y otras tantas de vuelta) éramos resarcidos al escuchar las palabras de nuestra presidenta, y trocábamos el agotamiento por fuerzas renovadas. Para no abrumar con recuerdos que remiten a experiencias, que aunque colectivas, no dejan de ser personales, quiero compartir con ustedes algo que nos pasó en una movilización a Plaza de Mayo, un 18 de Junio, en el contexto de la puja por la redistribución del ingreso. Habíamos trabajado mucho preparando nuestra convocatoria. El día anterior hubo un acto homenaje a los caídos durante los bombardeos en esa misma Plaza de Mayo, en 1955, allí, la presidenta dijo que esta plaza que era de los peronistas, pertenecía a todos los argentinos luego de la gesta de las Madres. También homenajeó a la juventud, diciendo que son siempre jóvenes los que ponen la sangre en nuestro país: en el 55, en el 76, en Malvinas y en las jornadas de diciembre de 2001. Estábamos entonces muy emocionados y motivados. Además, la presidenta, informó que iba a enviar al Congreso de la Nación un proyecto de ley para tratar la redistribución del ingreso y para que los alimentos de los argentinos puedan tener un precio accesible. Habló de darle más democracia a la democracia y más instituciones a las instituciones.
Así que la movilización se presentaba promisoria. Estuvimos hasta muy tarde ese 17 y desde muy temprano iniciamos actividades el 18. Muchos de nosotros no pudimos dormir, pensando que al día siguiente, una vez más, nos jugábamos todo. Que íbamos a hacer historia. La convocatoria a la movilización fue espectacular, desde todos los sectores: políticos, gremiales, sociales, y además acudió muchísima gente suelta. El sol era testigo de un marco maravilloso, como en las mejores jornadas. Nuestra columna era muy numerosa, colorida y los compañeros saltábamos y cantábamos como nunca. Mientras marchábamos por Avenida de Mayo íbamos bien, pero cuando llegamos a la Plaza, una masa compacta de gente, como si se tratara de un solo cuerpo se interponía entre el escenario y nosotros. No entraba ni un alfiler. Igual decidimos avanzar todo lo que pudiéramos. La columna se rompió, se hizo una larga fila india que serpenteaba y nos íbamos metiendo por los espacios que encontrábamos. De repente quedamos en medio de una nutrida columna de un sindicato. Amablemente nos invitaron a retroceder o a seguir adelante. Bombos y banderas grandes quedaron por el camino. Yo lo seguí a Juan Cabandié y a un grupo de militantes de la JP mientras José Ottavis y “El Cuervo” aguantaron con el grueso de los compañeros. Logramos llegar adelante, a la izquierda del palco. La presidenta convocó, una vez más, al diálogo y a la reflexión, y a tender la mano. Eran días de cortes de rutas, cacerolazos, e intentos de ocupar esa Plaza, que defendimos con nuestra presencia cuantas veces hizo falta. Cuando la presidenta dijo que estábamos en la Plaza del Amor y de los Sueños, me sentí dichoso, feliz de ser peronista y estar protagonizando todos estos acontecimientos, de estar acompañando con nuestra militancia a este gobierno. Pensé en mi abuela Ángela María Aieta de Gullo y en mi tío Jorge Salvador Gullo, ambos desaparecidos durante la última dictadura militar por pelear por lo mismo que nosotros estábamos peleando ahora. Muy emocionado, miré a mis compañeros, concentrados en las palabras de la presidenta. Lo vi a Juan, y pensé lo que estaría sintiendo en estos momentos, después de todo lo que le tocó pasar. Y pensé que como a Juan, a nosotros también nos quisieron arrebatar nuestra identidad, negar nuestra historia, quiénes somos, de dónde venimos. Y gracias en gran parte a Néstor y Cristina Kirchner recuperamos nuestra identidad colectiva, volvimos a ser nosotros mismos, volvimos a sentir el orgullo de ser argentinos y peronistas. (Agencia Paco Urondo)
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