Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Página 12) El tipo de cambio real competitivo ha sido uno de los instrumentos más importante para la instauración del nuevo modelo de valorización productiva con inclusión social. Sin embargo, en la actualidad, y frente a las consecuencias de la crisis mundial, es necesario recomponer la competitividad del tipo de cambio. En la década del noventa durante el modelo de convertibilidad prevaleció la economía política del retraso cambiario que estimulaba las importaciones, sobre todo de bienes industriales, y desalentaba las exportaciones. Este fenómeno se tradujo en dos consecuencias negativas para la economía argentina:
1) Al generar que las importaciones superaran en forma permanente a las ventas externas se tendía a una balanza comercial deficitaria que junto al pago de intereses de la deuda externa y la remisión de utilidades de las empresas extranjeras condujeron a un déficit constante de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Para financiarlo se recurrió a la deuda externa pública.
2) El “boom” importador de bienes manufacturados provocó un fuerte proceso de desindustrialización de la economía argentina. Asimismo, la destrucción de la industria nacional al no poder competir con los productos extranjeros generó un aumento del desempleo, la pobreza y la indigencia junto con una primarización de la producción.
Es decir, el retraso cambiario característico del modelo de convertibilidad implicó un aumento del endeudamiento externo al mismo tiempo que se incrementaba el proceso de desindustrialización y la exclusión social.
Con la salida del régimen de convertibilidad y la devaluación de la moneda nacional, el tipo de cambio real competitivo incentivó la sustitución de importaciones y promovió el crecimiento de las exportaciones. Esto trajo los siguientes beneficios para la economía argentina:
–Un superávit comercial que junto con la reestructuración de la deuda externa pública permitieron un sostenido superávit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, lo cual posibilitó el incremento constante de las reservas del Banco Central.
–Un mejor nivel de producción y empleo como resultado de la reconstrucción de la industria nacional.
–Una diversificación productiva como consecuencia del proceso de reindustrialización de la economía argentina.
Sin embargo, con la crisis internacional desatada en Estados Unidos, que terminó repercutiendo en el resto de los países, el tipo de cambio real volvió al centro del debate. La inflación interna sumada a la devaluación de Brasil y la caída de ciertos precios internacionales debido a la recesión internacional erosionaron la competitividad de la economía nacional. A esto debemos agregarle la necesidad de países como China de colocar sus excedentes de producción en economías como la Argentina.
Un nuevo “boom” de las importaciones provocaría un retroceso en el modelo de valorización productiva con inclusión social. En efecto, el retorno a la importación masiva de productos industriales atentaría con el proceso de reindustrialización que está experimentando la Argentina. Las consecuencias del quiebre de la industria nacional son conocidas: aumento del desempleo, caída del salario de los trabajadores, incremento de la pobreza y la indigencia, es decir, exclusión social con concentración del ingreso.
Por lo tanto, se necesita de una devaluación del tipo de cambio nominal para recuperar la competitividad del tipo de cambio real. La devaluación debe ser complementada con uno de los pilares del nuevo modelo de desarrollo: una mayor intervención estatal. La política de control de precios, retenciones a los productos agropecuarios, compensaciones, aumento de los salarios y las jubilaciones junto con un mayor control de cambio y de la fuga de capitales deben profundizarse con la devaluación de la moneda nacional.
En otras palabras, se debe evitar a través de la mayor intervención estatal caer en una devaluación tradicional que implica la caída del salario real como consecuencia del aumento de precios que genera la devaluación y que luego se traduce en aumento de la pobreza, caída de la demanda interna, reducción de la producción e incremento de la desocupación. Esta visión se contrapone a la postura “devaluacionista” de los sectores dominantes. En efecto, mientras que las entidades agrarias propugnan por una devaluación con reducción de las retenciones, la UIA aspira a una devaluación sin paritarias.
Por otro lado, a través de un mayor control de cambio y una mayor regulación de la cuenta de capital de la balanza de pagos se debe evitar la pérdida de depósitos del sistema bancario argentino para la compra de dólares y la salida de capitales al extranjero. De la recuperación del tipo de cambio real junto con la mayor intervención del Estado en la economía depende, entre otras cosas, la consolidación del modelo de valorización productiva con inclusión social.
El autor es economista del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (Geenap). (Agencia Paco Urondo)
lunes, 18 de mayo de 2009
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