viernes, 21 de agosto de 2009

Honduras y la ocupación del Continente, por Ana Ceceña

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Prensa de Frente) El ataque a Sucumbíos (provincia ecuatoriana atacada por ejército colombiano) en marzo de 2008 marcó el inicio de un nuevo ciclo dentro de la estrategia estadounidense de control de su espacio vital: el continente americano. Era entonces el momento de creación de plataformas regionales de ataque, en el marco de guerra preventiva contra el terrorismo.

Pero si en Palestina y Medio Oriente ya es costumbre de recibir las ofensivas del Pentágono, incrementadas con la ayuda de Israel, en América no había ocurrido ningún ataque unilateral “en defensa de su seguridad nacional”.

El ataque perfilo las primeras líneas de una política de Estado que no se modificó con el cambio de gobierno (de Bush a Obama), pero sí se adecuó. En la época del ataque a Ecuador, las quejas de Correa fueron ampliamente reiteradas por la mayoría de los presidentes de la región, reunidos luego de lo ocurrido en la Cumbre de Santo Domingo (marzo de 2008).

Prudentemente, se detuvo esta escalada militar, con la finalidad de disminuir las tensiones, por cuenta del nuevo gobierno de los EEUU. Pero la necesidad de detener el crecimiento de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) y la búsqueda de caminos seguros para intervenir en la región, sobre todo frente a Venezuela, Ecuador y Bolivia, llevó nuevamente a los Estados Unidos a envolverse en proyectos desestabilizadores o directamente militaristas.

El golpe de Estado en Honduras, uno de los integrantes mas frágiles del ALBA, fue conducido por un militar hondureño formado en la Escuela de las Américas y tramado con cooperación de la base de Palmerola (base estadounidense en Honduras). También contó con la anuencia de la Embajada estadounidense y fue asumido por la oligarquía hondureña - que existe debido a al auspicio de los intereses estadounidenses, ocupando la posición de sus socios locales. El golpe fue el primer operativo de relanzamiento de esa escalada.

Pesimo que un gobernante legítimo, derrocado por un golpe espúrio termina siendo acusado de violar la Constituición y por ese subterfugio es equiparado con el gobierno golpista. Tan defensor como violador de la Constitución uno y otro, en el esquema de diálogo que fue impuesto después del golpe. Bueno es un pueblo que se moviliza por el restablecimiento de la constitucionalidad, contra un golpe y la militarización, que recuerda situaciones de un pasado próximo.

En tanto, el golpe en Honduras simplemente anuncia lo que se vislumbra para esos gobiernos que han osado desafiar al imperio y que no dejan de ser acosados. Honduras acabó siendo atropellada en una persecución que tiene otros países mas importantes en la mira: Venezuela, Ecuador y Bolivia.

En cuanto los nebulosos acontecimientos en Honduras “desvían” la atención, volvieron las acusaciones de “cómplices de las FARC” - calificadas como grupo terrorista en las listas del Pentágono -, dirigidas a los presidentes de Venezuela e Ecuador. Al mismo tempo, es reactivado un viejo acuerdo entre Colombia y Estados Unidos que otorga inmunidad a las tropas estadounidenses en suelo colombiano y permite la instalación de 7 bases militares norteamericanas que se suman a las seis ya reconocidas por el Pentágono en la relatoría base, sancionada por el Congreso de los EEUU.

Honduras sirvió como una cortina de humo para permitir a reactivación del proyecto interrumpido después del ataque a Sucumbíos: el establecimiento de una sede regional de la llamada guerra preventiva en América, bajo el Canal de Panamá y a la entrada a la Amazonía, más y más importante en términos estratégicos coyunturales, en las fronteras de los procesos incómodos para los grandes poderosos mundiales, liderados por los Estados Unidos.

Está en curso un proyecto de recolonización y disciplinamiento del Continente. Con la anuencia y el entusiasmo de las oligarquías locales, con la coparticipación de los grupos de ultraderecha instalados en algunas gobiernos de la región, se construye en América Latina mucho mas que un nuevo Israel; el radio de acción debe medirse a partir de las distancias que los aviones de guerra y monitoreo alcanzan en un solo vuelo, sin necesidad de reabastecer combustible, o como en los tiempos de llegada a los objetivos bien reducidos a partir de las posiciones colombianas.

Las bases posibilitan una capacidad de respuesta rápida ante la contingencia en la ciudad de Quito, Caracas y La Paz. Más allá de la seguridad económica de establecerse al lado de la Faja del Orinoco – rica en petróleo - equivalente a las reservas de Arabia Saudita; o al lado del Río Amazonas, principal fuente superficial de agua dulce del Continente, o al lado de las mayores reservas de biodiversidad del planeta, poniéndose de frente a Brasil. Colombia cuenta además con la cooperación de Perú, en relación a cualquier de los tres países que en América de Sur osan desafiar la hegemonía.

Si Honduras muestra claramente los límites de la democracia dentro del capitalismo, el proyecto de instalación de nuevas bases en Colombia y la inmunidad de las tropas estadounidenses en suelo colombiano, convertiría ese país na su totalidad en una locación del ejército de los Estados Unidos que pone en riesgo la capacidad soberana de autodeterminación de los pueblos y de los países de la región.

Las acciones de este enclave militar en América del Sur se dirigirán a los Estados enemigos o los Estados “problemáticos”, que, de acuerdo con las nuevas normas impulsadas por los Estados Unidos, pueden ser históricamente “problemáticos”, o ser asi “por colapso”. Cualquier contingencia puede convertir a un país en un Estado “problemático”, y, por eso, susceptible de sufrir intervención. Y entre las contingencias están las relaciones de sus gobernantes con algún grupo calificado como terrorista. Y ahí se explica la insistencia en acusar a los presidentes Chávez y Correa de mantener vínculos de colaboración con las FARC.
Una vez decretado que tal Estado es “problemático”, la intervención puede realizarse desde Colombia, que ya estará equipada para avanzar sobre sus vecinos

500 años después, los habitantes de América Latina tenemos que seguir deteniendo el saqueo, la colonización y las imposiciones de todo tipo, pero si no paramos la militarización y el asentamiento de las tropas de los Estados Unidos en Colombia las luchas de los últimos 500 años habrán sido en vano. Nuevamente, como en los viejos tiempos, gana un sentido profundo a consigna: yankies, go home! (Agencia Paco Urondo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario