miércoles, 26 de agosto de 2009

De la ESMA a la parroquia de San Telmo

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, Por Nora Veira, para Página/12)EL CAPELLAN NAVAL ANGEL ZANCHETTA ES AHORA VICARIO EN LA IGLESIA DE ESE BARRIO. Hace diez días fue retirado por orden superior y ya encontró otro “destino” como confesor y asesor espiritual de jóvenes. Son las mismas tareas que cumplía con los pilotos que tiraban secuestrados al mar.

“Honor” y “Gloria” es la leyenda que preside el altar barroco de la Iglesia San Pedro González Telmo. Unos pocos feligreses se reparten en la nave central de la parroquia de Humberto Primo al 300, una de las más antiguas de Buenos Aires. Alberto Angel Zanchetta celebra la misa. En enero recaló en ese destino y el párroco Ernesto Salvia le asignó tareas de confesor y asesor espiritual de los jóvenes. Zanchetta es un hombre experimentado: era uno de los capellanes encargados de reconfortar a los pilotos de la ESMA que tiraban vivos a los secuestrados al mar. Por esos antecedentes, el Ministerio de Defensa ordenó hace más de un año su pase a retiro o baja de la Armada. La fuerza, comandada por Jorge Godoy, lo mantuvo activo, en el limbo de la disponibilidad, hasta hace apenas diez días. El cardenal Jorge Bergoglio ya lo había acogido en la diócesis metropolitana. Zanchetta niega y niega ante los pocos que se atreven a preguntar sobre su pasado.

En El vuelo, el libro de Horacio Verbitsky que reproduce la confesión del ex capitán Adolfo Scilingo, el marino cuenta que después del primer vuelo en el que arrojó al mar prisioneros vivos, adormecidos, se sintió mal y fue a hablar con el capellán, que “le encontró una explicación cristiana al tema. No sé si me reconfortó, pero por lo menos me hizo sentir mejor” –recordó.

“–¿Cuál fue la explicación cristiana?

–No me acuerdo bien, pero me hablaba de que era una muerte cristiana, porque no sufrían, porque no era traumática, que había que eliminarlos, que la guerra era la guerra, que incluso en la Biblia está prevista la eliminación del yuyo del trigal. Me dio cierto apoyo.”

El testimonio de Graciela Daleo, una de las sobrevivientes de la ESMA, abunda en esa comunión de religión y milicia. Mientras le aplicaban descargas eléctricas, “yo rezaba avemarías a los gritos y eso lo enfurecía. Pernías tenía al cuello un crucifijo y una medalla de la Virgen Milagrosa”. Antonio Pernías fue uno de los primeros oficiales de la Armada que admitió ante el Senado que había torturado. La reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad convirtió a Pernías en uno de los presos de Marcos Paz.

Con poco más de 30 años, Zanchetta era uno de los sacerdotes adiestrados para defender la “civilización occidental y cristiana”. Los métodos eran lo de menos, apenas medios consagrados al fin supremo. Ahora, a los 64, desde el púlpito de la parroquia de San Telmo, repite que “la mentira y el engaño son las armas del demonio”. Su voz suena suave, consejera y contrasta con la estampa magra, erguida, de mirada helada. Ni el eco de sus propias palabras parece persuadirlo para decir la verdad.

Dichos y hechos
El pasado 10 de agosto, Página/12 reveló que Zanchetta seguía cobrando unos 5000 pesos mensuales como capitán de fragata en disponibilidad de la Armada a pesar de la orden que había impartido un año antes Defensa. Dos días más tarde, el ministerio instruyó a Godoy para que “disponga el pase a retiro o baja obligatoria del capitán de fragata presbítero Zanchetta, quien había sido cesado en sus funciones pastorales por el administrador diocesano del obispado castrense (Pedro Candia)”. La ministra de Defensa Nilda Garré explicitó en la resolución que “consta en el respectivo expediente instruido en 1986 que su actuación en la Armada se remonta a su anterior desempeño en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en 1975/76/77, instalaciones en la que funcionara en la misma época un centro clandestino de detención”.

A la misma iglesia de San Telmo había llegado en 1989 otro capellán de las Fuerzas Armadas con pasado ominoso: Horacio José Astigueta. Hasta 1996 se desempeñó como párroco haciendo también caso omiso de su función en la Fuerza Aérea como confesor de los secuestrados antes de ser fusilados.

En la estructura del obispado castrense, la misión de Zanchetta fue bien recompensada. A partir de la recuperación democrática supo mantener su trinchera: se desempeñó como jefe del Servicio Religioso del Comando de Operaciones Navales de la Base de Puerto Belgrano y ocupó hasta diciembre del 2004 el cargo de canciller y secretario general del obispado castrense. En el 2007, el entonces arzobispo castrense Antonio Baseotto lo envió a Haití para asistir a las tropas argentinas que integran la Misión de Paz de la ONU. Por entonces ya había estallado el conflicto con el ex presidente Néstor Kirchner, que desconoció a Baseotto como obispo luego de que éste propusiera tirar al mar al ministro de Salud, Ginés González García, por pronunciarse a favor de la despenalización del aborto. El Vaticano mantuvo a Baseotto hasta que se jubiló a los 75 años y su sucesor de hecho, Candia, se avino a relevar a los sacerdotes comprometidos por su acción en centros clandestinos de detención. Zanchetta era uno de ellos.

A sabiendas de que los antecedentes podían jugarle una mala pasada, ya en 1981 sus superiores lo habían sacado de la órbita de la Armada y lo pasaron a Ejército. En 1984, en democracia, lo devolvieron a jurisdicción de la Marina. La Iglesia oculta esos pases y niega así la presencia de Zanchetta en la ESMA.

Su paso por la Armada que comandaba Emilio Eduardo Massera quedó reflejado en los legajos de la fuerza. Su palabra cuando la dictadura ya había perdido el poder sigue repiqueteando en la memoria de los marinos: “Como capellán te perdono, como militar te sanciono”, despedía a los pecadores en el confesionario. Ni siquiera esa muletilla había aplicado para los represores.

Como capitán de fragata en disponibilidad, es decir, sin destino pero cobrando como activo, Zanchetta seguía recorriendo los edificios de la Marina y actuando de confesor de uno de los almirantes del alto mando. Quizá por esas relaciones pudo mantenerse en las sombras hasta la semana pasada. Esa zancadilla trajo sus consecuencias: el almirante Benito Rótolo, el segundo de Godoy, fue designado como oficial sumariante para deslindar responsabilidades por la continuidad de Zanchetta y definir las sanciones a aplicar. El jefe de Personal de la Armada, el poderoso almirante Enrique Salvador Olmedo, responsable del Listado de Precedencia, donde figura la situación de revista de cada oficial, es uno de los que tendrá que dar explicaciones.

Feligreses
La iglesia de San Pedro González Telmo celebró su bicentenario en el 2006, es uno de los focos de atracción turística de San Telmo. Sin embargo, los feligreses no abundan. La presencia de Zanchetta es para algunos una de las razones de que se haya raleado el coro y de que cada vez menos fieles se acerquen para participar en las actividades de la parroquia.

El obispo Oscar Ojea tiene a su cargo la designación de los párrocos en cada parroquia de la diócesis metropolitana. Hasta él llegaron algunas de las quejas que empezaron a esparcirse desde San Telmo. Preguntas, más que quejas, que fueron desautorizadas porque Zanchetta es “un hombre del Señor”.

Un viaje de Salvia, un conspicuo profesor de la Universidad Católica Argentina (UCA) y párroco de San Pedro Telmo, dejó a Zanchetta a cargo no sólo de la iglesia sino también de las fiestas patronales que empiezan el próximo fin de semana. Algunos de los feligreses prefieren no imaginar las recorridas por el vecindario con el cura que misionó en la ESMA. “Niegan a la feligresía lo que el Estado reconoce”, comenta resignado ante Página/12 un habitué de la parroquia que quiere renovar su fe a pesar de la jerarquía eclesiástica.

Por orden de Defensa, Zanchetta tuvo que clausurar su misión ante el auditorio cautivo de la Marina. Su formación en las filas de la Iglesia que puso el cuerpo para proteger el terrorismo de Estado lo obligó a alejarse. Para la curia, sin embargo, el antecedente no hace mella: en octubre del año pasado, Bergoglio, el cardenal primado de la Argentina ofició junto a Zanchetta la ceremonia de ordenación del obispo Enrique Eguía Seguí en la catedral metropolitana.

“La mentira y el engaño son las armas del demonio”, repite Zanchetta desde el púlpito. Armas que parece dominar.
(Agencia Paco Urondo)

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