Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Revista Veintitrés. Por Alfredo Grieco y Bavio) La llave para resolver la crisis la tiene Obama. Washington ha vencido a Caracas en la pulseada diplomática para resolver la crisis. Los golpistas hondureños sólo aceptarán retroceder si así se lo pide el gobierno de Estados Unidos.
Encuentro. El hondureño Zelaya fue recibido en Washington por Hillary Clinton.
Con asco disimulado, como quien traga sin esfuerzo aparente una cucharada de ricino, el presidente Barack Obama dijo desde Moscú que apoyaba incondicionalmente el regreso del derrocado Manuel Zelaya al poder en Honduras. Lo hacía, explicó, porque cree que los gobernantes elegidos en elecciones libres deben completar sus mandatos, no por simpatía con las políticas de quien le resulta un aliado regional pero oportunista del líder bolivariano Hugo Chávez. En la capital norteamericana, la secretaria de Estado Hillary Clinton dio el signo decisivo al recibir al presidente Zelaya y negarse a dialogar con una comisión “multisectorial y pluripartidista” llegada de Tegucigalpa, representante del presidente hondureño de facto Roberto Micheletti. La negociación quedó en manos, de acuerdo las partes, del Premio Nobel de la Paz y presidente costarricense, Óscar Arias. Todo parece indicar que en la pulseada diplomática por gerenciar la crisis, Washington ha vencido a Caracas. El triunfo es una señal de prudencia: sólo de Estados Unidos aceptarán los sectores golpistas cualquier cosa que se asemeje a un retroceso.
La primera movida en la dirección de la preeminencia de Washington la había hecho el mismo Zelaya este domingo, cuando en un fallido intento, respaldado por las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos (OEA), los gobiernos de la Argentina, Ecuador, Paraguay y en el especial el de Venezuela, quiso regresar a su país. Fracasó en aterrizar en Tegucigalpa en un vuelo acompañado de Miguel D’Escoto, ex canciller nicaragüense y actual presidente de la Asamblea General de la ONU. El caos se apoderó del aeropuerto, donde las escenas pudieron recordar a los ojos argentinos un Ezeiza frustrado, con el regreso de Juan Domingo Perón. Al menos dos personas murieron durante la represión.
“A partir de mañana lo que ocurra en Honduras también va a ser responsabilidad de las potencias, especialmente de Estados Unidos”, resumió Zelaya. La opinión del mandatario depuesto fue respaldada por el ex vicepresidente de Costa Rica y analista Kevin Casas, quien calificó la situación que está viviendo Honduras como “una farsa que la comunidad internacional tiene que parar”. “Creo que la diplomacia norteamericana tiene que ser menos sutil y tiene que mandar una delegación a hablar con el presidente de facto de Honduras y con Zelaya y debería hacerlo con algunos gobiernos como los de México y Brasil y otros países de la zona, el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, ya ha ofrecido su ayuda”, fueron las palabras de Casas a CNN.
La posibilidad de la intervención de un tercer país para dar solución a la crisis institucional fue apoyada por algunos políticos hondureños. Entre ellos, el ex candidato presidencial Elvin Santos, del Partido Liberal, al que pertenece el depuesto Zelaya. “Estamos urgidos de que haya un diálogo y proponemos que ese diálogo que tantas veces se ha llevado a cabo en Honduras y que no ha dado frutos y ha llevado a estas circunstancias se haga esta vez en otro país”, dijo Santos, que fue vicepresidente de Zelaya hasta diciembre del año anterior. Otra de las salidas que ven los analistas es la posibilidad de adelantar las elecciones presidenciales, programadas para noviembre próximo. Esta posibilidad está ahora en manos de los negociadores. Es posible que Manuel “Mel” Zelaya, rico empresario forestal, cuya popularidad apenas alcanzaba el 30 por ciento antes del episodio en el que fue arrancado en pijamas del palacio presidencial por los militares, podría tener una influencia acaso decisiva.
El domingo se había completado una semana de la expulsión de Zelaya por parte de militares hondureños a Costa Rica. Estaba acusado, por un Congreso y una Corte Suprema unánimes, de los delitos de traición a la patria, abuso de autoridad, corrupción y usurpación de funciones. Curiosamente, la Constitución hondureña carece de disposiciones sobre juicio político o “impeachment”. Tal vez por el hecho de que tampoco contempla la posibilidad de reelección, ni siquiera en períodos no consecutivos.
El golpe de Estado ocasionó la suspensión de Honduras de la OEA, el rechazo sin desfallecimientos de la comunidad internacional y multitudinarias protestas en Tegucigalpa, en las que en los últimos días decenas de personas han quedado heridas.
La suspensión de Honduras de la OEA le significará sanciones económicas, que indudablemente agudizarán los efectos de la crisis financiera global en la empobrecida economía del país, que además del turismo, y de las exportaciones de café, bananas y textiles, depende de préstamos de organismos multilaterales y de las remesas de los emigrantes. La mayor parte de ellos están, precisamente, en Estados Unidos. Muchos están divididos sobre los acontecimientos de su patria. La paradoja muestra el cambio de los tiempos en el hemisferio: los únicos que parecen poco entusiasmados sobre el regreso inmediato de Mel al poder son algunos hondureños, en su patria o en el exterior. (Agencia Paco Urondo)
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