Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Revista 23) Es el golden boy que puede complicar a Elisa Carrió. Su postulación provocó la partida del socialismo y una fuga en la CC. La UCR lo resiste y la justicia lo investiga por la crisis de 2001. Por qué Lilita apostó por él.
Por Carlos Romero
Si las jugadas políticas se pudiesen expresar en términos financieros, para Elisa Carrió haber ungido a Alfonso Prat-Gay como cabeza de lista fue una inversión de alto riesgo: un costo interno elevado –que Lilita ya pagó de puertas para adentro–, nulos antecedentes en el mercado electoral y, por efecto transitivo, escasas garantías sobre el rendimiento que tenga en las urnas. De hecho, son muchos los porteños que aún hoy, a pocas semanas de votar, no le conocen la cara a quien encabeza la boleta a diputados nacionales por la ciudad de Buenos Aires del Acuerdo Cívico y Social, la alianza entre la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical. Pero lo que termina de hacer de Prat-Gay un candidato incómodo para Lilita es que, en un pasado no muy distante, los propios miembros del ARI lo incluyeron en sus denuncias sobre las maniobras de fuga de capitales que esmerilaron al sistema financiero argentino durante la crisis de 2001, y más tarde, ya como funcionario público, lo señalaron ante la Justicia por el rol que cumplió en la seguidilla de medidas de política económica que beneficiaron a la banca privada y propiciaron la llegada del “corralito”.
Pero, a pesar del ruido, Carrió lo banca. “Lilita –dicen en su entorno– cada tanto se encapricha.”
Delfín. Cuando en las elecciones presidenciales de 2007 Prat-Gay asomó en las filas de la Coalición, pocos le acercaron una silla. La situación era llamativa: una estrella de la banca internacional haciendo pie en lo que, por entonces, aún eran las aspiraciones de centroizquierda de muchos “lilitos” de paladar negro. A pesar del mal humor en la tropa originaria, Carrió estaba encantada con ese joven economista, graduado en la Universidad Católica Argentina, con un máster en Pensilvania, ex ejecutivo del banco JP Morgan de Londres y que dejó la presidencia del Banco Central por sus diferencias con el entonces mandatario Néstor Kirchner.
En la CC, el ingreso del economista generó algo similar a la llegada de Patricia Bullrich o, más recientemente, de algunos dirigentes peronistas. Prat-Gay, con sus cucardas de banker, fue demasiado. Sin embargo, con el paso del tiempo, se fue ganando su lugar. “Nos sorprendió. Teníamos dudas, sobre todo por su pasado como banquero, pero nuestra opinión sobre él fue cambiando con el paso del tiempo. Es un tipo que habla de redistribución de la riqueza, de gravar la renta financiera, que tiene una ONG (Fundación Andares) donde otorga microcréditos a los pobres”, sostiene una colaboradora de Lilita, que conoce de cerca a la chaqueña y no duda en plantearle críticas.
En el Partido Socialista, sin embargo, no fueron tan flexibles. Sobre la hora del cierre de listas, los socialistas, que en la mayoría de los distritos cerraron acuerdos con la CC y la UCR, decidieron romper con Carrió en la Capital Federal y presentar candidatos propios, con Héctor Polino a la cabeza. Puntualmente, la fractura fue fruto de la insistencia de la chaqueña por apuntalar a Prat-Gay como punta de lanza de las candidaturas. “Cuando nos sentamos a la mesa, Carrió ya tenía esa decisión tomada. No había ningún margen para negociar”, cuentan los socialistas.
Los que conocen a Carrió saben de sus enamoramientos con algunas figuras. En este caso, se trata de un capricho sensible. Se juega una elección que para la CC es decisiva.
Según las encuestas, Prat-Gay, que no se luce como orador, tiene problemas de cartel: seis de cada diez porteños no saben quién es. En febrero pasado, la consultora Analogías, de Analía del Franco, midió una opinión favorable a la candidatura del economista del 58,3 por ciento, pero un conocimiento de apenas el 41,1. Para Julio Aurelio –que incluso midió su tendencia y proyección de voto acompañando la pregunta con la figura de Carrió– llega al 40 por ciento: un 25 por ciento tiene una imagen difusa y otro 14 directamente se encoge de hombros cuando se lo mencionan. Ricardo Rouvier, por su parte, cuenta con cifras más duras: el ex JP Morgan posee un 53,8 por ciento de imagen positiva, pero un 56,6 por ciento dice no conocerlo.
En ese marco, las encuestas le reservan un segundo lugar cómodo, a varios puntos de distancia de la candidata del Pro, la renunciada ex vicejefa de gobierno Gabriela Michetti. Según los últimos datos de Aurelio, mientras Michetti tiene una intención de voto de 30,5 por ciento, Prat-Gay ronda el 18,72. Algo similar mide Rouvier: 28,8 para la candidata del Pro y 22,3 para la CC. En la CC reconocen el problema, pero dicen que mientras ellos crecen día a día, Michetti pierde puntos. Su hipótesis de máxima es acortar diferencias.
El razonamiento parece ir de la mano de la nueva estrategia electoral escogida por Carrió. La chaqueña cree que un candidato como Prat-Gay junta votos en la centroderecha –el mismo espacio donde abreva el macrismo–, aunque no entre el progresismo.
La otra JP. Prat-Gay hizo la mayor parte de su carrera fuera del país, sobre todo en el JP Morgan de Londres, donde por varios años fue jefe de Investigación y Estrategias de Monedas. Allí estuvo hasta mediados de 2001, para hacerse cargo en 2002 de la presidencia del Banco Central. Antes, aportó su know how internacional al equipo de campaña de Mauricio Macri, que comenzaba a soñar con llegar a la cima del gobierno porteño.
Estuvo al frente del Central hasta fines de 2004 cuando, por sus diferencias con Kirchner, se fue pegando un portazo, a pesar de que el ex presidente lo había sondeado para tentarlo con otro cargo. Con Eduardo Duhalde, en cambio, la relación fue más llevadera. “Tengo un gran respeto por el Duhalde presidente. Cada vez que me lo preguntan, lo digo”, sostiene Prat-Gay. Y Carrió le permite el desliz. Pero su paso por el Central no sólo le dejó una buena opinión de Duhalde. También se llevó algunas salpicaduras que aún estudia la Justicia.
Una denuncia del ex diputado nacional por el ARI Mario Cafiero –con el patrocinio del abogado Ricardo Monner Sans– sirvió para que en 2007 el fiscal federal Oscar Amirante pidiera la indagatoria del candidato de la CC, junto a una larga lista de banqueros y funcionarios públicos a los que acusó de coautores del supuesto “delito de administración fraudulenta previsto y reprimido en el artículo 173 inc. 7º del Código Penal”. En su presentación ante el juez federal Ariel Lijo, Amirante sostuvo que su “investigación se propone abrir la caja negra del sistema bancario y financiero para poder determinar si las catástrofes se debieron a causas naturales o si hubo negligencia, impericia o dolo. Esa caja negra se llama Banco Central y el conjunto de los bancos del sistema financiero”. En su dictamen, el fiscal asegura que en la crisis de 2001, que derivó en el corralito, “existió un plan destinado a proteger y favorecer a determinados grupos de poder económico y en especial a los patrimonios de los bancos”. Entre ellos, el JP Morgan.
La presencia de Prat-Gay responde a que Amirante apunta a “los actores de la instrumentación del denominado ‘corralito financiero’ y de aquellos que realizaron las maniobras para que de hecho los bancos no tuvieran dentro de sus reservas la cantidad de dinero necesaria para devolver a sus depositantes”. Algo que, para el denunciante, necesitó de la “connivencia dolosa” entre las autoridades del Ministerio de Economía de la Nación y los banqueros.
Hoy la causa 15764/04 está adjuntada a otro expediente, el 11885/02, que lleva el juez federal Norberto Oyarbide, con la competencia del fiscal Jorge Di Lello y que también investiga el comportamiento de los bancos durante la crisis. En este momento, el expediente se encuentra en manos de peritos contadores y aún Oyarbide no se expidió sobre los pedidos de indagatoria.
Fuga. En 2001, el inefable Domingo Cavallo, al frente del Ministerio de Economía del gobierno de la Alianza y antes de concretar el Megacanje –que tenía como principal colocador de deuda al JP Morgan–, postuló a Prat Gay como vicepresidente del Central. Pero su nombramiento no prosperó. El Senado de la Nación, a raíz de un dictamen de la Oficina Anticorrupción, rechazó su pliego porque violaba uno de los incisos de la Ley de Ética Pública.
Cuando finalmente Prat-Gay llegó al Central, el país ardía y en los balances de la entidad financiera había grandes rastros del estrago que habían cometido los bancos contra las reservas, esa maniobra denunciada por Amirante. Los propios auditores externos y la Auditoría General de la Nación (AGN) rechazaron sus balances de 2001, por sus inconsistencias.
Para Cafiero, el ingreso de Prat-Gay “tuvo como objeto tapar todo lo acontecido en torno a las reservas y al contrato de pases contingentes, hechos en los que el JP Morgan estaba seriamente comprometido”. Según el ex diputado, también implicó un inmediato acuerdo con el FMI –la misma entidad con la que ahora Prat-Gay recomienda volver a establecer sólidos lazos crediticios– y una compensación a los bancos por la pesificación asimétrica.
Pero Cafiero no es el único ex ARI que incomodó al delfín de Carrió. Graciela Ocaña, actual ministra de Salud de la Nación y antigua mujer de confianza de Lilita, también lo fustigó. En 2007 recordó que la Comisión Especial Investigadora sobre Fuga de Divisas emitió un informe que incluía “un listado con 1.400 personas que habían girado plata al exterior durante el corralito. Y en el puesto 67 figuraba Prat-Gay, con 786 mil dólares”.
Veintitrés se comunicó con los asesores del candidato para consultarlo por estos temas, pero al cierre de esta nota no hubo respuesta. Prat-Gay sabe que Carrió ya lo sabe. Y que, sin embargo, lo banca. En el fondo, sólo ella sabe por qué.
Informe: Lázaro Llorens y Franco Mizrahi (Agencia Paco Urondo)
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