lunes, 21 de diciembre de 2009

La sangre derramada el 19 y 20 de diciembre de 2001, no será negociada, por Mauricio Benítez

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Entraban a la plaza, intentando marchar. Continuando con su lucha, esa misma que emprendieron a partir de la desaparición física de sus familiares durante la última dictadura militar. El día jueves 20 de diciembre de 2001, se imposibilitó llevar a delante esa tradición. Una vez mas, y lamentablemente como en otras oportunidades, el aparato represivo del estado, la PFA, hostigaba físicamente a las madres del pueblo. Al grito de “que se vayan todos”, una multitud se acercaba a Plaza de Mayo. La carencia de representatividad, y la constante burla y tomada de pelo por la cúpula partidaria perteneciente al “justicialismo”, y la ineficacia de la alianza como confluencia de poder gubernamental, hizo explotar al pueblo argentino.

Al abordar este análisis será necesario desmitificar esa hipótesis de aquellos que sostuvieron que los saqueos fueron impulsados por sectores “peronistas”, no obstante será pertinente reconocer la participación de la cúpula mafiosa del partido justicialista (Duhalde, Ruckauf y compañía); la realidad que aquí se expone es que la crisis económica había llegado a profundizar el daño producido por el “menemismo” y el estallido era inminente. Pero por el contrario, la movilización en primera instancia, fue espontánea y cuyo objetivo fue la renuncia del, en aquel entonces, “flamante” Ministro de economía, Dr. Domingo Cavallo, así como también la del “lúcido” presidente RADICAL, Fernando De La Rua.

El caos social, caracterizado en tres etapas, nos permite ahondar con más claridad la significación en todos los aspectos sociales del popularmente denominado “argentinazo”.

La primera etapa: el vaciamiento del estado, a partir del 76, encontrando auge en los años 90, deja al gobierno radical, un deterioro de las instituciones gubernamentales. La segunda etapa: la incapacidad de la Alianza y el presidente perteneciente a la misma, para generar herramientas que le permitan reconstruir las instituciones; y la disputa interna entre los personalistas pertenecientes al oficialismo.

La tercera etapa: las continuas erróneas decisiones económicas y la creación del corralito; medida que afecta los ahorros de la clase media. El conjunto del pueblo se encontraba en las calles, expresando un descontento con el gobierno de turno, y con sus medidas retrogradas en todos los aspectos sociales. Un hecho que vale la pena remarcar, es la confluencia de clases. Siendo la clase media, protagonista en las calles del incesante reclamo por la devolución de sus ahorros; y los sectores populares, indignados por el desmedido engaño y sometimiento ininterrumpido hacia la marginalidad y/o exclusión.

Claramente la diferencia es abismal, mientras los sectores medios reclamaban la restitución de sus ahorros, los sectores más necesitados y humildes, salían a la calle a pedir trabajo, alimentos y dignidad, algo fundamental para el desarrollo social de cualquier nación. Los saqueos fueron producto del malestar generalizado en la clase baja. La mayor parte de ellos, fueron realizados en los súper e híper mercados multinacionales que se enriquecieron durante el menemismo. Lógicamente no fueron los únicos damnificados; los súper mercados chinos, y algunos de origen nacional sufrieron y pagaron las consecuencia de la inutilidad de quienes estaban al mando de la gobernabilidad.

Lo más importante, en términos de demostración de unidad y organización popular, fue la batalla que muchos hermanos de nuestra patria debieron enfrentar. La violencia ejercida por la policía federal contra los manifestantes, llego a un alto grado de impunidad de la fuerza. Es por eso, que como lo señala el titulo del escrito, la sangre derramada el 19 y 20 de diciembre no será negociada. Y esos compañeros, que cayeron asesinados en la plaza del pueblo, así como también en los distintos puntos geográficos del territorio nacional, fueron, son y serán nuestros héroes. Porque fueron ellos con el conjunto de la expresión popular, quienes cambiaron el rumbo de nuestra patria. Fueron ellos los que dijeron basta de neoliberalismo, basta que la riqueza siempre quede en manos de los que supuestamente fueron elegidos “para representar al pueblo”.

Hoy, 8 años después de ese histórico día, debemos conmemorar la lucha de nuestro pueblo. Así como el 17 de octubre, el cordobazo y varias luchas, que tuvieron al pueblo como protagonista de las mismas, el estallido social del 2001, merece su importancia. Porque tenemos MEMORIA, exigimos JUSTICIA para que las futuras generaciones sepan la VERDAD. Debemos reflexionar colectivamente; porque muchos de nosotros, y hasta los más optimistas, jamás hubiéramos imaginado estar viviendo el presente político y social que se vive en la Argentina hoy. Falta mucho por hacer y es el momento de dar pelea; tenemos un gobierno que con sus contradicciones y limites, se para desde el barro, en contra los grupos económicos, la derecha oligárquica y de aquellos sectores antipopulares. Somos parte de un pueblo que no le teme a la lucha, porque se fue forjando con un carácter combativo.

*En memoria de los compañeros asesinados en la jornada histórica de diciembre de 2001. Más info: mauriciobenitez@jpdescamisados.com.ar (Agencia Paco Urondo)

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