martes, 29 de diciembre de 2009

Postales de fin de año, por Claudia Bernazza

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Diario Diagonales, gentileza Einar Iguerategui) Vayan algunas postales de este año político, tal como fueron coleccionadas por la memoria. Recortes poco rigurosos de lo vivido y de lo que nos espera.

Nuevos protagonistas. En un terreno donde parece que sólo hay lugar para unos pocos elegidos, hicieron su entrada nuevos protagonistas. A partir de los flashes que iluminaron calles, legislaturas y elecciones, la izquierda, los partidos tradicionales, el frente gobernante y sus aliados compartieron el hecho de que se hicieron visibles dirigentes desconocidos hasta hace poco tiempo para el gran público.

Elecciones a mitad del año, ley de medios audiovisuales, rupturas y nuevas alianzas, todo contribuyó a conocer nuevos rostros. Por una cuestión de género, rescato mujeres: Patricia Vaca Narvaja, Silvia Vázquez, Carolina Moisés, Victoria Donda, Margarita Stolbizer, con una centralidad novedosa. Los varones no se quedaron atrás: aparecieron intendentes saltando las fronteras de su distrito, funcionarios comprometidos con las leyes que impulsaban, gremialistas debatiendo modelos sindicales, y un diputado que, frecuentando poco el ágora y las discusiones, fue elegido por el electorado para enviar mensajes al partido gobernante. Hacia el final, reaparecieron viejos conocidos dispuestos a dirimir sus cuitas en internas partidarias. En el trayecto, un vicepresidente que juega de opositor logró el favor de los medios y sorteó el año sin renunciar. Temía caerse del mapa y perder el favor de los micrófonos, pero por el momento eso no ocurrió.

La televisión también hizo política. Periodistas y divas locales opinaron sin compasión ni versación en las materias que abordaron. Jugaron abiertamente en el partido de la oposición, aunque hubo casos que se salieron del molde de la corrección política: Víctor Hugo, una desconocida Florencia Peña (en las antípodas de Moni Argento), cantantes, artistas, periodistas, trabajadores de la cultura que no se dejaron llevar por la marea. Aunque a decir verdad, la pantalla chica habló con claridad cuando mostró pelotas de fútbol impactando en arcos contrarios. El gol es el mensaje, nos dijo.
Al calor de estas causas, se multiplicaron los grupos militantes. Espacios, listas y agrupaciones surgieron con más entusiasmo que organización, aunque con fuerza suficiente para ocupar paredes, universidades, gremios y plazas con sus consignas. La asignación universal y la ley de servicios audiovisuales dieron lugar a numerosas expresiones públicas, pero hubo tiempo y espacio para opinar de todo y de todos. Las pujas salariales, las luchas sindicales y el acceso al plan de cooperativas también se dirimieron en la calle, convirtiendo accesos y avenidas porteñas en la gran pantalla nacional.

Pensamientos simples, explicaciones lineales. Este mapa colorido no pudo contrarrestar una preocupante banalización de la discusión política. Quienes estuvieron más tiempo frente a los micrófonos postularon explicaciones muy simples para problemas muy complejos. La utilización de la letra K en títulos que referían al gobierno es una muestra de esta banalización, sobre todo si se tiene en cuenta que fueron elaborados por canales de noticias considerados “serios”. Así las cosas, Crónica terminó siendo un canal más que respetable, al menos porque nunca ocultó su línea editorial.

El pensamiento más difundido se hizo rústico. En materia de política internacional, todo pareció reducirse a envidiar logros brasileños y alimentar el temor a Chávez y a Evo. En este marco, se hizo difícil explicar el triunfo oficialista en Bolivia, los números fueron tan contundentes que no hubo título capaz de ocultarlos.

En el plano doméstico, la inseguridad se explicó buscando entre los pibes y los pobres aquello que tiene su explicación en una sociedad con desigualdades crónicas, olvidada de los valores que supieron conducirla. La pérdida de solidaridades y generosidades no se tuvo en cuenta como posible causa. Tampoco el hecho de que se celebren los proyectos individuales y la indiferencia política como el modo de vida más aconsejable.

Cuando esta forma de entender el mundo se amplificó por las noches y se hizo verdad revelada, las posibilidades de la política se achicaron. Pero en las grietas de este discurso totalizante, el año que termina nos permite vislumbrar algunas salidas.

Un futuro sin dueños. El mapa de nuevos actores comentado al inicio de esta nota puede ampliarse, disolverse en nuevos colores, dar más de una sorpresa, por dentro y por fuera de los partidos tradicionales. En estos cambios tendrá gran incidencia un grupo que se hizo sentir el 28 de junio y en los debates posteriores, de relevancia creciente: son los jóvenes menores de veinticinco años, casi la mitad de los que juegan hoy el partido de la política.

Esta generación opina abiertamente sobre lo que vive. Son nativos digitales, pero antes que eso, son nativos democráticos. La libertad está grabada en su ADN. Mal que nos pese, y aunque muchas veces esto los lleve a equivocarse, piensan con autonomía y actúan sin mandatos. Esto es un problema para el pensamiento hegemónico, que no los puede “capturar”. Claro que también es un desafío para quienes estamos acostumbrados a las formas clásicas de la militancia.

Creer que este grupo votó por la atracción que le produjo el slogan “alica – alicate” es minimizar su inteligencia y su poder de fuego. Estos jóvenes le dijeron algo a la política. Como las elecciones sólo permiten mensajes binarios, “alica – alicate” fue el código cifrado que utilizaron para pedir cambios. Vendrán nuevos mensajes, habrá que estar preparados para recibirlos.

Nadie puede augurar qué destino nos espera, pero es un error pensar que el futuro discurre por derecha. Tampoco será por izquierda, o por radicalismos y peronismos aferrados a viejas ortodoxias. Necesitaremos palabras nuevas, pero sobre todo, una enorme apertura mental para comprender el comportamiento de los nuevos jugadores del sistema.

Estos jugadores no creen en admoniciones eclesiales, consejos paternales o sermones políticos, creen en las verdades que van descubriendo a partir de su experiencia. Lo que opinan y lo que eligen no responde a nuestros parámetros. Suelen pasar la noche en vela mientras el alcohol circula sin atenuantes, pero eso no es todo lo que pasa entre los jóvenes. Los moviliza un fuerte rechazo por la injusticia y la política careta, y puestos a actuar, pueden dar sorpresas políticas como la de Suipacha, donde se alzaron con un triunfo contundente en las elecciones legislativas (los invito a conocer este fenómeno que pasó desapercibido para los grandes medios).
Estos jugadores nos recuerdan, cada día, que el futuro no tiene premoniciones ni dueños.

Claudia Bernazza es Coordinadora de los Equipos por el Proyecto Nacional, más info: equipos@equiposweb.com.ar (Agencia Paco Urondo)

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