Capital Federal (Agencia Paco Urondo, por Unión de Empleados de la Justicia de la Nación) La negativa por parte del Presidente de la Corte Suprema a reconocer públicamente la existencia de un grave conflicto gremial escaleras arriba del Palacio de Tribunales, empeora aún más la dañada relación que el Máximo Tribunal insiste en tener con nuestro gremio. En ese ataque persistente a la UEJN, a veces enfático, otras veces sutil, al cortesano ya no lo asisten la razón ni el Derecho. Es notable el nivel de violencia verbal e institucional con que Ricardo Lorenzetti se dirige a sus empleados. Al enfrentarse de esa manera con sus trabajadores, deja ver con nitidez hacia dónde apunta su intencionalidad política.
Tras viajar en representación del Poder Judicial de la Nación Argentina a Roma, a un acto protocolar entre el Estado argentino y el Vaticano, Lorenzetti, cual Cobos, asistió gustoso a un encuentro corporativo, que por los dichos y los silencios de los presentes se convirtió en una reunión de opositores políticos y económicos: la Conferencia Anual de la Unión Industrial Argentina, en la sucursal Pilar del recoleto Hotel Sheraton. Le gustan los hoteles caros al Presidente la Corte. En uno tan lujoso como aquél, pero en Puerto Madero, gastó el dinero que les niega en el salario y en la jubilación a sus trabajadores, convocando a un multipromocionado Encuentro de Cortes Supremas de América latina, entre cuyas conclusiones finales nada se dijo sobre el caso Honduras, donde el Máximo tribunal de aquel país llegó al límite de la ilegalidad: convalidó abiertamente el golpe de Estado que allí rige desde junio.
En Pilar, en cambio, Lorenzetti compartió cartel con los dirigentes de la oposición política Roberto Lavagna y Eduardo Duhalde, y escuchó sermones contra el modelo económico por parte de la dirigencia empresarial, que para el día siguiente anunció la presencia estelar de la emblemática Mesa de Enlace campestre. En su festejada alocución el Juez no se privó de cantar la música que les gusta oír a los patrones, cualquiera sea el rubro de su actividad: seguridad jurídica para los inversionistas (y ni una palabra sobre los derechos de los trabajadores) y respeto irrestricto a la propiedad privada (pero ni una sola mención sobre los argentinos privados de propiedad y derechos).
No era la primera vez que Lorenzetti asumía un protagonismo tan gravitante en los diarios estrella de la oposición. En pleno debate por los alcances de la sancionada la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Lorenzetti asistió a la reunión de la progolpista SIP (Sociedad Interamericana de Prensa), y acompañó, al menos por un rato, en el firmamento opositor al mismísimo Julio Cobos. El diario Clarín, que se muestra encantado con la “independencia judicial” que ejercería Lorenzetti, ya no ve injerencias indebidas del Gobierno en la labor de los magistrados nacionales. Sintomático. Ahora, se ve con buenos y aliviados ojos que el Juez Cabral haya sido designado al frente del Consejo de la Magistratura. Ya no son necesarias las objeciones rayanas en la insumisión institucional que el magistrado Recondo, presidente del sindicato de los jueces, expresó a los cuatro vientos, apenas terminadas las elecciones del 28 de junio pasado. Ahora es otro tiempo. La tarea de la oposición ha variado sensiblemente: ahora se trata de relegitimar al Poder Judicial de la Nación, de reposicionarlo en la consideración social, porque podrá resultar una institución del Estado clave a la hora de asegurar la sobrevivencia de intereses que el poder político estaría afectando severamente.
Entonces, el matutino monopólico interpreta la exposición del cortesano como una crítica a la “intervención del Gobierno a distintas empresas de servicios públicos, el avance sobre Papel Prensa y la Ley de Medios que obliga a una acelerada desinversión”. Y Lorenzetti deja crecer gozoso ese relato mediático, que lee a conveniencia de intereses económicos muy concentrados cada una de sus intervenciones públicas y los fallos más resonantes del Tribunal que preside. Más curioso aún resultó el párrafo que Lorenzetti pareció dedicarnos a los trabajadores judiciales. Como si nada pasara en Tribunales, como si la armonía total reinara en las oficinas judiciales, como si todos los trabajadores a su cargo gozáramos de la totalidad de derechos laborales, entre otros los de organización y participación gremial, consagrados en la Constitución nacional, apeló cínicamente al “diálogo” como la instancia más adecuada para la resolución de conflictos. Entre ellos los sindicales, se supone.
Si así pensara realmente el cortesano, ¿por qué no dialoga con la conducción de la UEJN? ¿Por qué recurre a la “venganza” y no al “diálogo”, como hizo al quitarnos al gremio y a sus afiliados el código de descuento de haberes que por ley nos corresponde a ambos, medida que tomó al día siguiente de la media sanción en la Cámara de Diputados de un proyecto legislativo que nos otorga a los judiciales un Convenio Colectivo de Trabajo, como distingue al resto de trabajadores organizados argentinos? ¿Por qué no salió a desmentir la intencionalidad que Clarín y otros medios que copian a coro el contenido de sus comentarios, dieron a su intervención en el Encuentro empresarial? ¿Por qué no se despegó de las opiniones políticas de su compañero del 4º Piso de Tribunales, Carlos Fayt, quien no dudó un segundo en mostrarse como un rabioso antiperonista?
¿Tenderemos que pensar entonces que era cierto aquello que se ventiló en los medios que no responden precisamente al monopolio informativo, hace algunas semanas, cuando se dijo que hubo una reunión secreta entre Lorenzetti y Héctor Magnetto, de Clarín y Papel Prensa, en la casa del primero? ¿Será que de tan “independiente” del poder político que se sabe Lorenzetti, ha pasado a ser un solapado opositor a ese poder? (Agencia Paco Urondo)
miércoles, 2 de diciembre de 2009
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