Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Revista 23, por Diego Rojas, fotos: Pablo Stubrin y Carolina Camps) Se diferencian de Mirtha, Susana y Tinelli. Le dicen no al pedido de mano dura, repudian el saqueo ambiental y piden cárcel para los genocidas. Rating y compromiso.
"Si no se reprime, es un caos. No se puede tomar un país, no se pueden cortar las calles. Andá a cortar la Quinta Avenida en Nueva York o Les Champs Élysée en París, a ver qué te hace la policía”, reclamó Susana Giménez, escandalizada ante los piquetes que se realizan como método de protesta. “No se puede vivir así, señores, no se debe vivir así. Nosotros exigimos seguridad. Tenemos que juntarnos para organizar algo contra la inseguridad, hay que salir a la calle, nos están matando a todos”, despotricó Mirtha Legrand en su programa. “Acá todavía estamos discutiendo si los metemos presos, si dieciséis o diecisiete años, si lo derechos humanos... El único derecho humano es el derecho a la vida y están matando a la gente por la calle de una manera impresionante”, disparó Marcelo Tinelli refiriéndose al problema de la inseguridad. Si la sociedad y la vida se rigieran por los dichos de estas estrellas, tal vez nos correspondería experimentar un ciclo oscuro de la historia. Desde los sitiales de afecto y admiración que detentan –logrados en base a un genuino esfuerzo y corroborado por el lugar que ocupan en el imaginario popular–, Giménez, Legrand y Tinelli se convirtieron en voceros de los sectores más reaccionarios y promovieron un uso tendencioso del malestar social. Alguien podría pensar: “Los artistas de la tele están con la derecha”. Sin embargo, la ocurrencia es demasiado simplista y elude recorrer un campo en el que intervienen distintas corrientes de opinión.
“No estoy de acuerdo con lo que salieron a decir Mirtha, Susana y Tinelli, que enarbolen esas banderas como única verdad –se diferencia Florencia Peña, una de las actrices más reconocidas que acompañó la lucha por la Ley de Medios–. Nací en medio del Proceso y mi generación tuvo un especial énfasis en comprender qué había pasado. No quiero un modelo de milicos reprimiendo ni una policía enturbiada por el ‘Fino’ Palacios y Ciro James. Eso sólo trae más violencia. Quiero la construcción de una Argentina más justa.” En una pausa de la grabación de Botineras, que acaba de estrenarse por Telefé, Peña se puso una camiseta que reclama el juicio y castigo a los genocidas como medio de adhesión a la campaña de la agrupación H.I.J.O.S. “Creen que la inseguridad se combate con represión, pero muchos pensamos distinto. Hay que atacar a la inseguridad, pero no desde las posiciones de la burguesía. Por decir estas cosas se me cerraron puertas y me negaron tapas, pero igual me la rebanco”, declara. Mientras posaba para las cámaras de Veintitrés, la actriz bromeaba: “¿Qué te pasa, derecha, estás nerviosa?”.
Peña expresa a una farándula que no sólo se nutre de superficialidad y frivolidad (que, como todo, en su medida y armoniosamente nunca vienen mal), sino que observa atenta la realidad y se pronuncia sobre las cuestiones más importantes desde posiciones progresistas. Son actrices y actores de la camada subcuarenta, luminarias de programas que gozan de un alto rating y que ganaron el favor de los televidentes, nacieron en medio de la dictadura o la vivieron durante sus infancias, el menemato marcó sus pubertades y adolescencias y fueron, si no testigos, protagonistas de las jornadas de diciembre de 2001 y el agitado año que las continuó. Señalan su compromiso no sólo mediante la realización de declaraciones a favor de las causas justas, sino que transforman su pensamiento en actos.
“Me pongo la remera porque creo profundamente que no debería ser necesario hacer una campaña ni ponerse una remera por esta causa –explica Julieta Díaz durante un alto en el rodaje de Valientes, la telenovela que rompió los récords de rating durante este año–. El juicio y castigo a los genocidas es algo que tiene que ser así y que a esta altura tengamos que seguir peleando para que se haga justicia la verdad que es una vergüenza. La dictadura logró diezmar a una generación y diezmó opiniones, logró crear miedo, que por supuesto era su objetivo. Ahora está más dividido todo, aunque no creo que haya más compromiso ahora que antes.” Díaz fue una de las personalidades que se puso al frente del reclamo contra la minería a cielo abierto, participó de iniciativas a favor de las comunidades zapatistas en México y participó del ciclo Teatro por la Identidad, entre otros proyectos. “Ante la inseguridad: salidas de mano dura, no –manifiesta–. Creo que hay que ir a la raíz del problema, a la desocupación, a la violencia familiar, hay que trabajar con los chicos y los adolescentes porque hay chicos de doce, trece, quince años que roban. Los castigos tienen que ser razonables, pero sin mano dura, justicia por mano propia ni ninguna de esas cosas.”
“Siempre es mejor decir que no decir, aunque no creo necesariamente que una persona pública tenga la obligación de salir a decir cosas. El compromiso es con uno, con las propias ideas –señala Julieta Ortega, quien se prepara para filmar la película Esto también pasará, dirigida por su hermano Luis Ortega y basada en textos de Yukio Mishima. Acompañada por su hijo Benito y el gato persa de la familia, posa para esta producción–. Apoyo el pedido de juicio y castigo a los militares de la dictadura porque, a diferencia de lo que piensa alguna gente, es indispensable. En un país con 30.000 desaparecidos y varios genocidas todavía sueltos, hay que mirar hacia atrás. Estoy convencida de que no hay paz posible en un país sin memoria. Observar el pasado, recordarlo o pensarlo es la única manera que tenemos de asegurarnos de que no vuelva el terrorismo de Estado.” Ortega pide mesura a la hora de tratar un problema tan importante como la inseguridad: “Es un tema mucho más complejo y profundo de lo que nos quieren hacer creer y, por lo tanto, merece un debate más amplio. No creo que se resuelva con slogans televisivos”.
Las diferencias de opinión se revelan no sólo en la cuestión de la seguridad. Esta semana, Damián De Santo protagonizó una discusión en uno de los almuerzos de Mirtha Legrand cuando el actor especuló, en clave psicoanalítica, sobre el acto de matar a los padres y la diva no estuvo de acuerdo. “Tu necedad no te permite ver –le espetó De Santo a Legrand–. Uno elige qué hacer con los muertos.” El actor, que apoyó la Ley de Medios, también se puso la camiseta y explicó su posición: “La inseguridad es un gran negocio de la seguridad. Los policías retirados y la mano de obra desocupada manejan ese gran negocio en los countries. La inseguridad estuvo siempre, sólo que hoy tiene más prensa”.
“No soy millonaria, pero me considero una beneficiada: en ningún momento me pondría como víctima de esta sociedad –reflexiona Violeta Urtizberea, de 24 años, que protagoniza junto a Pablo Rago la telenovela Enséñame a vivir, que se emite en las pantallas de Canal 13 por las tardes–. A veces me pasa que veo a la gente con auto descapotable, ostentando, y pienso: ‘Y bueno, jodete si te roban’. Lo pienso de verdad y tengo un montón de discusiones por eso. Si alguien revisa la basura y vos salís con un descapotable, eso genera violencia. No quiero hablar de nadie en particular, pero no entiendo cómo puede haber gente que se muestre indignada y dolida en su mansión. Ese es el discurso oligarca. Pero sí entiendo a las víctimas de los hechos violentos delictivos.”
Anabel Cherubito se siente orgullosa de su paso por “Bailando por un caño”, el segmento conducido por Tinelli, más allá de los elogios que recabaron sus performances: “Hablé del asunto después de bailar en el programa de Tinelli. Fue raro para los demás, no tanto para mí. Ojalá que haya cárcel común y perpetua para los genocidas. Me importaba dar ese mensaje desde un programa que se ve mucho ya que no veo a los medios masivos de comunicación muy interiorizados en el tema”. La actriz llegó a los tribunales de Comodoro Py el día que comenzaban los juicios a 17 imputados por delitos de lesa humanidad, entre los que se encuentran nombres tan tenebrosos como los de Julián Simón, más conocido como “Turco Julián”, Samuel Miara, Raúl Guglielminetti, o Eufemio Uballes, alias “El Führer”. “Soy parte de esta historia, mi familia estuvo exiliada”, aclara. También se pronuncia sobre la inseguridad. “Este es un país pobre y desigual, y en los países pobres y desiguales siempre existió el delito. Respecto de los dichos de los famosos sobre el tema, opino como Florencia Peña. Es terrible la manipulación de los medios, a veces parece como si estuviéramos en medio de una guerra civil. No ayuda a que un país crezca. Le aconsejaría a la gente que busque otras opiniones. No digo que no exista la inseguridad, pero a veces la gente repite lo que se dice en los medios.”
En un ambiente como la televisión, donde se juegan grandes intereses comerciales y de poder, no son los únicos referentes que se juegan por lo que piensan. Gastón Pauls, que el 20 de diciembre de 2001 se encontraba en Diagonal Norte combatiendo la represión policial del gobierno de De la Rúa, es un ícono del artista comprometido en estos tiempos. Su fundación Chicos de la Cultura de la Calle, que impulsa junto a su pareja Agustina Cherri, alimenta y brinda recreación a distintos hogares de niños en la ciudad de Buenos Aires. Grabó junto a Julieta Díaz, Nicolás Pauls (un activista vegetariano), Laura Azcurra y Celina Font, entre muchos otros, un spot contra la minería a cielo abierto. Cherri también promueve la ayuda a víctimas de la violencia familiar y de género a través de la fundación Amigos del Alma, la que recibe la habitual colaboración de Marcela Kloosterboer, Felipe Colombo, Camila Bordonaba, Laura Novoa y Romina Ricci, entre otros. Soledad Villamil, protagonista de El secreto de sus ojos –el film nacional más exitoso de los últimos tiempos–, militó en su juventud en el Partido Obrero y se mantiene fiel a sus ideales de izquierda y mostró su apoyo a la lucha de los trabajadores de Kraft.
Natalia Oreiro apoya causas ecológicas y se pronunció a favor de la Ley de Medios. Al cierre de esta edición, se encontraba viajando hacia el Uruguay para votar por el Frente Amplio. También Soledad Silveyra partió hacia la Banda Oriental para festejar el triunfo de Pepe Mujica. Silveyra es una referente entre los artistas comprometidos de la anterior generación: “Los jóvenes me dan mucha alegría, los veo muy bien, con mucho compromiso, con ganas de hacer cosas y con posiciones tomadas –reflexiona–. Aunque digan que las ideologías están muertas, creo que ellos las tienen vivas. Los veo muy bien, y no sólo a los artistas. Es que son hijos del 2001”.
Si en el campo político se acabó con el reinado del discurso único, no debería sorprender que ese movimiento tenga una réplica en las otras esferas sociales y culturales del país. Aquellos que hacen posible que la caja boba exista, no deben –necesariamente– atribuirse tal adjetivo. Por el contrario, pueden –como esta nota demuestra– contribuir a la reconfiguración de la Argentina desde la posición que les otorga su popularidad. Pueden ser, además de exitosos, rebeldes. Y convertirse en tribunos de las causas justas que tanto necesitamos, en partidarios de discursos que combatan la hegemonía del poder. Es una posibilidad. Los protagonistas de la televisión se convertirán, si así sucede, no sólo en meros instrumentos del rating sino que serán herramientas para construir un país mejor. (Agencia Paco Urondo)
viernes, 27 de noviembre de 2009
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