jueves, 26 de noviembre de 2009

En busca de la clase media perdida

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en Revista Debate) Nunca fue un vínculo estrecho. Pero, en su momento, logró anudarse y alcanzar cierta persistencia. La recuperación de la autoridad presidencial, erosionada luego de la crisis de 2001, y la reactivación económica, después de varios años de recesión y retroceso, contribuyeron en buena medida. Tanto como algunas iniciativas de orden institucional o de índole político que brindaron un poco de aire fresco. La renovación de la Corte Suprema de Justicia, en ese sentido, fue la más simbólica y bienvenida, pero no la única. Aun así, la relación entre el gobierno nacional y la clase media se fue resquebrajando, y desde hace rato transita un sendero pedregoso, de incomprensión y recelo, más cercano al divorcio que a otra cosa. Las últimas elecciones legislativas, el 28 de junio último, fueron un ejemplo contundente de esto. Lo que no se sabe aún es cuánto de definitivo y cuánto de potencialmente reversible tiene este divorcio.

Una encuesta de la consultora Ibarómetro, elaborada en exclusiva para Debate, aporta algunos indicadores para analizar esta relación, pone números a la caracterización de la gestión Kirchner y permite aventurar algunas conclusiones parciales (y provisorias) acerca del escenario político de cara al 2011. Sobre un universo de 700 casos, en la Ciudad de Buenos Aires, la encuesta sostiene que la seguridad y la educación (entre ambas, más del 60 por ciento) son sus dos preocupaciones principales; que lo que más le disgusta del gobierno nacional es su poca voluntad para dialogar y su tono autoritario (más de la mitad) y que la conflictividad callejera y las denuncias de corrupción son las causas principales de la caída de su popularidad durante los últimos años.

Pero el dato que más sorprende es el porcentaje importante de ciudadanos de clase media (57,5 por ciento) que estaría dispuesto a apoyar al gobierno nacional si éste cambiara algunas cuestiones que disgustan a ese sector social. Es cierto: no queda claro qué es lo que esto implica en términos concretos, ni cuánto de estilo y cuánto de fondo representa ese cambio solicitado. Aun así, no deja de ser significativo si se tiene en cuenta el nivel de rechazo evidentemente alto que el Gobierno cosecha en este segmento en cuestión.

La contracara de esto parece ser lo poco que han movido el amperímetro las últimas iniciativas políticas de los Kirchner, importantes en términos políticos y simbólicos. De hecho, los apoyos obtenidos, en términos sociales y de mayorías parlamentarias, no fueron más allá de adhesiones de coyuntura y no se convirtieron en recuperación de la imagen positiva o en aumento en la intención de voto.
A su vez, otro dato importante que se desprende de la encuesta es que casi la mitad de los encuestados (46,7 por ciento) no se siente representada políticamente por ninguna de las opciones políticas existentes. El rechazo al gobierno nacional es evidente, pero también lo es la escasa adhesión que alcanzan las alternativas opositoras. En ese sentido, cuando se interroga sobre la identidad política de los entrevistados, el 37 por ciento dice no tener pertenencia política o no sentirse referenciado por ninguno de los partidos existentes, mientras, lejos, aparece Unión-PRO (el oficialismo en la Ciudad) con el 14 por ciento de los votos, encabezando la lista. En cuanto al corte ideológico tradicional, el 32,7 se reconoce de centro en la metáfora espacial, mientras que el 18,7 se ubica a la izquierda y el 12 a la derecha.

Dos observaciones parecen pertinentes respecto de esta situación: por un lado, la continuidad de la crisis de representación que se manifestó con todas sus fuerzas en 2002; por el otro, la escasa adhesión que tienen partidos tradicionalmente de clase media, como la Unión Cívica Radical o el Partido Socialista. Y ambas circunstancias, a su vez, explican la volatilidad manifiesta del electorado porteño en las últimas elecciones y la inconstancia de sus voluntades. Aquéllas que impulsaron a Fernando de la Rúa al escenario nacional, se entusiasmaron con Luis Zamora, votaron a Aníbal Ibarra, premiaron tanto a Mauricio Macri como a Fernando Pino Solanas, y siempre guardan una porción de su electorado a Elisa Carrió. Como también se sumaron al “voto-cuota” menemista y le dieron vida al “que se vayan todos” y las cacerolas.

TERMÓMETRO

Es sabida la influencia que tiene la clase media. Determina el humor social, marca el pulso del imaginario colectivo y lidera casi sin resquicios eso que suele llamarse opinión pública. Es más: no faltan los que la asimilan al país mismo, imbuidos todavía en la imagen arquetípica de la sociedad integrada y homogénea de buena parte del siglo pasado, casi como un emblema ciertamente mezquino que sirvió (¿sirve?) para diferenciarnos del resto de la región. Sobre ese universo se hizo la encuesta. Es cierto, la clase media no es un todo homogéneo ni una masa amorfa. Tiene sus clivajes, sus continuidades y rupturas respecto del pasado, y sus diferencias de acuerdo con la ubicación geográfica. Como se dijo, por ejemplo, sólo registra el imaginario de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, que tiene sus particularidades. En términos políticos, se la reconoce como un territorio siempre adverso al oficialismo, sea éste el que fuere. Y, además, con fuertes resabios antiperonistas.

Para Doris Capurro, directora de Ibarómetro (ver aparte), los datos recogidos en la encuesta y su análisis político a partir de ellos permiten decir que el gobierno nacional puede reconquistar a la clase media y que ésta será “la madre de todas las batallas” en 2011. Claro, es “reconquistable” sí y sólo si el oficialismo se lo propone y corrige algunas de las facetas (las más rechazadas) que han caracterizado su estilo de ejercer el poder. Desde el Gobierno, la estrategia es hacerse fuerte en los sectores populares y en los segmentos más débiles de la estructura social. De ahí la asignación por hijo y de ahí, también, los planes para formar cooperativas y reducir los índices de pobreza estructural y de indigencia. Respecto de la clase media, la disyuntiva entre reconocer la imposibilidad de recuperar su voluntad o doblar la apuesta con nuevas medidas que la beneficien de manera directa. El recuerdo del mal momento inicial de Michelle Bachelet y el alto respaldo actual, suma argumentos en el segundo punto.

La consultora Analía del Franco, de Analogías, sostiene que están las posibilidades dadas para que la relación pueda reconvertirse o que se pueda fortalecer el vínculo. “Faltan dos años de gestión y nada está dicho. Los sectores medios son críticos y sensibles, pero también quieren un gobierno que tenga las riendas de la situación. La sensación de estabilidad y de perspectivas económicas positivas pueden modificar la relación”, sostiene. Además, advierte sobre la buena recepción que han tenido medidas como el canje de la deuda y sostiene que el recambio parlamentario, contrariamente a lo que se cree, puede beneficiarlo.“Hay una cierta irritación más ligada a la necesidad de que la oposición actúe de contrapeso que a otra cosa. Una composición más heterogénea puede darle a la oposición mayor visibilidad institucional y darle al oficialismo un mayor reconocimiento de sus méritos reales, hoy mezquinados.”

Para el consultor Hugo Haime, por el contrario, la posibilidad de revertir el divorcio entre el gobierno nacional y la clase media es “dificultosa o improbable”. En primer lugar, lo explica a partir de la crisis de confianza que golpea a los Kirchner y a la escasa capacidad para reconocer este déficit. El caso paradigmático de esta ruptura, según Haime, es el incremento de precios y la sistemática negación del Gobierno a asumirlo. En segundo lugar, subraya la crisis de expectativas. “La clase media se mueve por expectativas personales, más que cualquier otra clase. Por eso es tan volátil. No sólo quiere bienestar hoy, sino también quiere libertad para proyectar ese bienestar. Y cuando los sectores medios creen que se está atentando contra su libertad, son implacables”. Y remarca que, en un clima de irritación, “no se va a poner nunca del lado de Luis D’Elia, sino del lado de Marcelo Tinelli”.
Respecto del electorado de clase media porteño, Haime es más terminante: “Los Kirchner nunca entendieron a la Capital. Es más, Kirchner no les dice porteños a sus habitantes, sino capitalinos. Les habla de cosas que no les interesan”. Y advierte que no sólo le critican las cuestiones de estilo, sino también el sentido de algunas políticas, como el vínculo con Hugo Chávez o la política de derechos humanos. “Son políticas que segmentan ideológicamente y, en esa segmentación, el sector ideologizado de centroizquierda es minoritario”.

Erigida históricamente como un actor central de la vida política, económica y cultural del país, por peso específico y capital simbólico acumulado, la clase media argentina deambula entre las ilusiones de ascenso social, la necesidad de conservar lo conseguido y el terror por caer en las garras de la incertidumbre. Contrariada con el gobierno nacional, pero huérfana de representación política alternativa, mira el escenario político con desconfianza. Quién podrá seducirla de cara a 2011 es, todavía, una incógnita. La oposición, fragmentada y errática, tiene todas las posibilidades. Al oficialismo, con torpezas y mucha voluntad política a cuestas, le queda el desafío de intentarlo. ¿Podrá? (Agencia Paco Urondo)

6 comentarios:

  1. Desconozco el esfuerzo económico de la Revista Debate, para la realización de la encuesta de Ibarómetro, pero por los resultados debió ser muy económica; con esa cantidad de casos deberían hacer un proyectado sobre los conglomerados, que caracterice mejor el universo de clase media, capacidad de consumo, niveles educativos alcanzados, lugares de residencia etc. La única dimensión que miden y con escasa fuerza de conceptualización es la cultura política, la cual no se debe indagar por pertenencia, ya que en una crisis de representatividad como la actual que alguien diga que no tiene pertenencia, no significa que no tenga una visión político-ideológica del proceso y la coyuntura, una vez que logran proyecciones sobre conglomerados, y quedan definidos los parámetros, estos se deberían correlacionar de manera multivariada con la opinión.
    Lo que yo investigaría además de la posibilidad de ruptura al rechazo, sería la predisposición al protagonismo político, (no nos olvidemos que miles participaron en asambleas, cacerolas, acorralamientos de bancos, y morosidad de hipotecas), cuestión no resuelta por el gobierno, siguen siendo objeto de la política, y como tales, hasta quienes fueron inobjetablemente beneficiados con la política del gobierno no la valoran.
    Analizaría también el fenómeno que genera la sensación de inestabilidad, el cual es más profundo que la inseguridad y que esta última potencia, ello correlacionado con la cultura política que manejan; es poco científico explicar que la crisis de representatividad genera volatilidad en las adhesiones, es una tautología.
    Por último dimensionaría la incidencia de su memoria histórica en la adhesión política, comparándola con la incidencia de medidas estructurales sobre la economía y la sociedad, aún falta explicar como más de un 20% de esos sectores votaron el discurso de Pino Solanas.
    Todos estos elementos pueden contribuir además de quebrar el rechazo en estos sectores, a construir una fuerza política que los incorpore como protagonistas.

    ResponderEliminar
  2. es una clase cocoliche que se mueve, de acuerdo al peso del bolsillo.cuando estan mejor olvidan rapidamente ,que los llevo a esa mejora,su ilusion es ser clase alta,tener mas privilejios por eso se acuerdan con frecuencia del uno a uno,tienen poco compromiso social asumido,o hay algun partido politico que los identifique

    ResponderEliminar
  3. Realmente dezcocnzco de la veracidad de la encuesta, pero creo que el medio pelo de este pais carece de conciencia nacional, se rige por la cantidad de plata que tiene en el bolsillo, no es la clase media de los 60, hasta me atrveria a opinar que carece de pensamiento propio, los medios piensa por ellos, me quedo como estamos, la seguridad es un problema de clase, ¿y la inseguridad social? ¿el gatillo fácil? Los medios solo piensa para una clase, no me representan

    ResponderEliminar
  4. Cumpa, la unidad del campo popular, clave de todos los avances, no se puede hacer CONTRA la clase media. Sigamos pensando mecanismos para construir en conjunto con ella. Puede no gustarnos, es lo que nos toca. ¿O no somos movimientistas?

    ResponderEliminar
  5. comparto el criterioso análisis de Agencia Paco Urondo y tambien entiendo la asimetría de la clase media sesentista con la actual, porque la he vivido y militado.. pero dejemos el pasado atrás, hablemos del hoy, corrijamos errores si los hubo, y construyamos con lo que quedó de esa clase media tan poco comprometida, tan vaciada de ideas y tan vulnerable a los medios de desinformación.
    La gente está sensiblemente asustada y opina sobre la relidad que le fabrica la caja boba,claro que no piensa, solo repite los titulares, es lo que hay.

    Hoy, tenemos una oportunidad histórica única para construir un espacio tranformador que nos acerque a la emancipación en el campo nacional y latinoamericano. El gobierno tiene que hacer lo suyo que es mucho y que aún no satisface al sector y nosotros, los militantes , debemos redoblar esfuerzos cada uno en su lugar de trabajo, con convicciones firmes y objetivos claros para ayudar a mirar la verdadera realidad.
    Para eso tenemos que estar preparados y abiertos.
    Ardua tarea, pero no imposible .

    ResponderEliminar
  6. Ardua tarea en la que estamos. Te sorprendería la cantidad de compañeros que militan literalmente todo el tiempo, excepto cuando duermen.

    Saludos!

    ResponderEliminar