lunes, 9 de noviembre de 2009

La experiencia del ALBA, por Ariadna Somoza (GEENAP)

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en Suplemento Cash, Página 12) Los procesos de transformación que se viven en Latinoamérica se empiezan a institucionalizar. Cada una de las dinámicas político-sociales tiene su particularidad y una voluntad común: buscar la integración latinoamericana. Los países que están llevando adelante los procesos más profundos están construyendo el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas). Este nació como una iniciativa de Cuba y Venezuela, en 2004, cuando el ALCA era algo inminente hasta que la Cumbre de Mar del Plata frustró ese proyecto. Hoy está integrado, además, por Ecuador, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Dominica, Antigua y Barbuda y San Vicente y las Granadinas. Se trata de una estrategia de integración basada en la solidaridad, el reconocimiento de las particularidades étnicas y culturales y el bienestar de los pueblos por sobre la libre circulación de mercancías y mano de obra y la libertad de empresa. En el eje económico, el intercambio comercial tiene que ver más con un medio para alcanzar los objetivos anteriores que un fin en sí mismo.

Este cambio de época implica también un cambio a nivel de paradigmas. La crisis internacional ayudó a que esta vuelta de hoja se profundizara. Pero esta crisis demostró también lo perverso del sistema actual, en el cual las grandes potencias siguen siendo una aspiradora de divisas de países que logran recuperarse económicamente y, cuando lo hacen, se descapitalizan antes de poder desarrollarse porque los países centrales aspiran sus divisas. Este sistema tiene su terminal final en Estados Unidos y el “patrón dólar” que rige para los movimientos financieros internacionales. Esta fuga de capitales hacia los países centrales, ya sea vía pago a organismos internacionales de crédito, vía depósitos bancarios, colocación en forma de bonos del Tesoro norteamericano y remisión de utilidades de empresas transnacionales, implica que los países de la región no disponen de su propio dinero para sustentar sus proyectos nacionales soberanos. Esta dominación económica, por ende, tiene directo impacto en la dominación política. No hay posibilidad de emancipación de la región si no se construye un nuevo sistema financiero acorde con estos nuevos vientos de cambio.

A partir de esta evaluación, el año pasado el ALBA comenzó a pensar y diseñar la idea del Sucre: Sistema Unitario de Compensación Regional. Esto implica más que una moneda: es una nueva arquitectura financiera para la región y, como tal, demanda distintas etapas para su implementación y de-sarrollo, en la cual constituir una moneda común es una de ellas. El Sucre expresa la voluntad de compensar, lo cual significa poder disminuir las diferencias económicas regionales existentes, intentando que el comercio internacional en la región sea más justo, basándose en el principio de solidaridad y bienestar de los pueblos. Esto significa pensar mecanismos que eliminen las diferencias en cuanto a los distintos tipos de cambios, producciones y productividades, resaltando capacidades y oportunidades de cada país, fortaleciendo a los más débiles, buscando la cooperación monetario-financiera, creando un Banco Regional de Desarrollo para definir inversiones y otorgar créditos a los países miembros.

El Sucre permitiría, con el tiempo, ir reemplazando el “patrón dólar” para las transacciones entre los países de la región. ¿Qué sentido tiene que Ecuador tenga que destinar dólares para poder comprar petróleo a Venezuela? En la 3ª Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno del ALBA del 26 de noviembre del 2008, realizada en Caracas, se acordó la creación del Sucre, apareciendo en la declaración final: “Articular una respuesta regional, impulsada por el ALBA, que busque la independencia respecto a los mercados financieros mundiales, cuestione el papel del dólar en la región y avance hacia una moneda común, el Sucre, y contribuya a la creación de un mundo pluripolar”. Una definición de este tipo era impensable años atrás y, sin embargo hoy, al calor de los acontecimientos, parece algo posible, principalmente porque se ha visto la evolución de la institucionalización de los procesos que los pueblos latinoamericanos están llevando adelante.

* Socióloga del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).
(Agencia Paco Urondo)

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