martes, 23 de febrero de 2010

Guerrilla semiológica, por Mónica Oporto

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) La importancia que han cobrado los medios de comunicación y su poder es motivo de debate y de análisis en diferentes ámbitos. Pero de hecho su influencia y su poder económico es tan profundo y tiende a hegemonizar y controlar como señala Umberto Eco (1): “No hace mucho tiempo que para adueñarse del poder político en un país era suficiente controlar el ejército y la policía... Hoy, un país pertenece a quien controla los medios de comunicación”.

Tales circunstancias hacen que el poder mediático tenga tal extensión e influencia que les permita programar y llevar adelante operaciones de “concientización impuesta” contra determinados grupos, políticas, personas etc. con las que no tenga afinidad o sobre las que intentan presionar. Son mecanismos extorsivos por los cuales o se da satisfacción a sus requerimientos o se procede a desacreditarlos a la vista de la opinión pública a la que, indirectamente, manipulan.

Por lo tanto ponen en circulación noticias que tienen como objetivo ridiculizar, calumniar, ofender la acción del gobierno e instalar conceptos. En nuestro país a nadie escapa que desde el anuncio de la Ley de servicios de comunicación audiovisual (ni qué decir de su debate social y en el Congreso) la mira de los medios apuntó hacia el gobierno de Cristina Fernández y le declararon una guerra total que se traduce en un virulento ataque diario, perpetrado desde las redacciones de los medios oligopólicos. Infamias y mentiras que se profundizaron a partir de la noticia sobre la apropiación por parte de la dueña del multimedio Clarín, de dos menores durante la dictadura militar que puede estar relacionada con hijos de desaparecidos.

Responder a las calumnias que desde Clarín y La Nación parten día a día (por ejemplo llegar a decir que la Presidenta no estuvo detenida o difundir que no se recibió de abogada, aunque la desmentida haya salido ya no tiene el mismo efecto que la “denuncia”) es darles entidad, pero dejar de hacerlo sugiere que son verdad. Por eso como dice Umberto Eco, esto exige que se de la “batalla semiótica”, denunciando las agresiones y las mentiras, y desnudando la mentira. Porque la batalla mediática se da en el receptor de la información. Porque de nada vale que carguen las noticias de todas las letras K y las preposiciones anti ultra recontra K si el receptor-lector puede decodificar el mensaje.

La imposición de un estilo tan poco sutil según el cual se presentan las noticias buscando siempre el costado que perjudique más al gobierno o presentando la información destacando lo que “falta” y minimizando lo que realmente es central parece salido de un “manual de estilo”. Ahora bien, la pregunta es: de dónde surge este “estilo”? surge desde algún “manual”. ¿Existe un Manual del Perfecto Periodista Monopólico?. No conocemos de su existencia material pero sí de su puesta en práctica diaria. Un fantasma recorre los pasillos de las redacciones dictando sinnúmero de pautas que deben ser observadas para escribir las noticias de modo que lo que es positivo, lo que beneficia al país o a sus trabajadores, los logros, los éxitos, deben ser mostrados como en un espejo pero opacados, desnaturalizados, afeados y pasados al “Todo Negativo”, de acuerdo con los protocolos ideológicos de los medios concentrados.

Si esto no es un atentando liso y llano hacia la voluntad democrática del pueblo y CONTRA SU INTELIGENCIA ¿qué es? Otra vía utilizada es la del ridículo o la ofensa hacia la Presidenta de la nación mediante no sólo la desfiguración de las noticias sino utilizando las más ridículas mentiras y con las intenciones más perversas. Así por ejemplo, quienes “cacarearon” tanto porque la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual era “una ley mordaza” y una “Ley K” son los principales transgresores y negadores de elementales normas de veracidad y de pluralismo. Para ejercer su libertad de expresión caen en la canallada y en la violencia con el objetivo de deslucir una obra de gobierno; con la intención de desmerecer y desfigurar a través del manejo de las palabras, es decir, semióticamente, son capaces de todo y lo vienen demostrando. Uno de los recursos son los vocablos. Siempre se eligen aquellos que operen en el receptor la sensación de miedo, de violencia. Es muy común encontrar algunas palabras que reiteran hasta el cansancio y que conllevan una carga negativa. Por ejemplo todo es “un caos” (la calle, la cola para el trámite de la asignación universal, etc) ; si la Presidenta alude a estos hechos ella “ataca” o “carga contra”, o peor aún: “agrede” o “golpea”. Esa violencia desplegada en el lenguaje de los medios también es repetida casi como en cadena por algunas figuras políticas mediáticas cuyas actitudes son dignas de una atención siquiátrica pero que a los medios les convienen. Dichas figuras vomitan cantidades de sentencias cargadas de violencia y de venenosos dardos. Así instalan, mediante la estrategia de los ilusionistas (es decir, creando realidades), noticias o “verdades” modificadas, y mentiras cuyo objetivo final es provocar la desconfianza, el desánimo, el descontento y el miedo. Es la política del CUANTO PEOR, MEJOR.

Así se configura este terrorismo periodístico mediático, y quienes se prestan a semejantes manejos son cómplices por obscena acción o por omisión si con ello facilitan el reino de la mentira y de la falta de escrúpulos que financian los medios concentrados, la de los personeros de intereses antidemocráticos o destituyentes, sembrando justamente ellos el CAOS del que tanto alardean, atentando contra la libre expresión con sus mentiras, usufructuando de la muerte, la tragedia. Como termina el trabajo citado de Umberto Eco (que agrego a continuación para quienes no lo conozcan, aconsejándoles su lectura) estamos y somos muchos quienes coincidimos en que ante la manipulación que hacen de la información: HÁGASE NUESTRA VOLUNTAD Y NO LA TUYA, amén.

Nuestra batalla semiológica se da en la calle, en el trabajo, en otros medios alternativos, y en los blogs que contribuyen a presentar lo que los medios censuran cuando muestran incompleto, o lo ocultan o lo desfiguran.

(1) Umberto Eco. Para una guerrilla semiológica (Agencia Paco Urondo)

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