Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en BAE) La mirada puesta en América del Sur. Los medios etnocéntricos impusieron al mundo su imaginario de Sudamérica. Una sociedad agreste, primitiva, indígena. Siempre vista a través del prisma turístico del Amazonas o las ruinas incas del Machu Picchu. Un tren vetusto cargado de aves domésticas y campesinos mexicanos (a veces resulta difícil explicarle a un estadounidense que los mexicanos no pertenecen a América del Sur). Nunca se ausenta de ese imaginario cinematográfico el chullo (gorrito) del altiplano, con una llama entretejida, y las experiencias alucinógenas del libro de Castaneda. En los casos en que se intentaba una lectura menos superficial, se lo presenta como una tierra arrasada por dictaduras feroces y guerrillas, fenómeno propio de la cultura “caudillista y autoritaria”, y sus naciones predestinadas al subdesarrollo. Sin embargo, Sudamérica construye, con gran esfuerzo, un futuro mejor. Y la mejoría de las últimas décadas es notable.
Hacia mediados de los ’80, los gobiernos militares de Sudamérica empiezan a caer. Se abre un proceso de democratización generalizado. Las múltiples crisis económicas arreciaron contra esa democracia frágil, pero a diferencia del pasado, las interrupciones civiles no abrirán las puertas a un gobierno militar. La crisis de la deuda convertirá a los ’80 en la década perdida, y el Consenso de Washington, hará de los ’90 el paradigma neoliberal… pero aun así Sudamérica comienza a obtener resonantes resultados en su desarrollo. Esto puede verse leyendo con detenimiento los últimos informes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, entre ellos: 2009, Balance preliminar de las economías de América Latina y el Caribe, CEPAL; Panorama social de América Latina 2009. Capítulo I; y CEPAL, Anuario estadístico de América latina y el Caribe, 2008.
Datos al Sur. Quizás el dato más contundente es la evolución del PBI sudamericano durante la última década. Entre el 2000 y el 2009, el crecimiento acumulado de este índice fue de 42,6% promedio. Un boom notable si se lo compara con las décadas anteriores mencionadas y considerando la aguda crisis que atravesaron los mercados emergentes hacia 2002 (principalmente la Argentina, Venezuela y Uruguay) y la financiera global del 2009 (afectando Chile, Venezuela, Paraguay y Ecuador). Pero hay muchos otros índices positivos, algunos que demuestran mejor el desarrollo social. Las personas en situación de pobreza se redujeron del trienio 1994-97 del 37,1 al 32,1% en el 2005-07. La indigencia descendió otros 3 puntos porcentuales entre ambos trienios.
Gracias a los avances sanitarios, la mortalidad (por cada mil habitantes) se redujo de 6,7 (1995-2000) a 6,3 (2005-10). A diferencia de lo que se cree, eso no gatilló el crecimiento demográfico. Éste se ha amesetado, pasando de 1,6 (nacimientos anuales cada 100 habitantes) a 1,3 entre los lustros mencionados. Así, la expectativa de vida se alargó dos años y medio (de 70,7 a 73,2) en el período considerado; y la mortalidad infantil pasó del 30,6 al 21,33 por mil.
Esto ha multiplicado una mayor fuerza de trabajo (Población Económicamente Activa). El subcontinente pasó de 138 millones de trabajadores en 1995 a 196 millones en el estimado del 2010. Está claro que los brasileños se llevan la mitad: el país amazónico cuenta con 103 millones de trabajadores disponibles. Con un PBI en crecimiento, la fértil clase trabajadora sudamericana no ha empeorado su inserción en el mercado laboral. Se pasó de una desocupación del 8,4 (1995) a 8,2% (2008), habiendo alcanzado picos de más de 11 puntos en el 2000. De hecho la desocupación europea finalizó el 2009 un punto arriba. Se contraargumentará que la protección estatal es mucho mejor en el Viejo Continente. Esto es así para los nativos de Alemania, Francia o el Reino Unido. En Europa del Este esto no es así y la situación social es explosiva.
Otros avances sudamericanos se registran en el campo de la educación. El analfabetismo descendió de 7,86 (2000) a 4,46 (estimado 2010). La tasa neta de matrícula en el primer nivel de enseñanza creció de casi 7 puntos, de 87,9 a 94,5 (1995-2006). Un salto aún más nítido se dio en la educación secundaria: del 41,7 al 66,3% (¡25 puntos!) en el mismo período. La enseñanza terciara avanzó otros 12 puntos, de 23,1 a 35,1% en el período señalado.
Otro criterio de medición es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que desarrolla el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En 1990, solo tres países (el Cono Sur) presentaban un Desarrollo Humano Alto. Los otros siete tenían un Desarrollo Humano Medio. El informe del 2009 del mismo organismo más que invirtió los datos. Ocho países alcanzaron un Desarrollo Humano Alto y sólo dos (Paraguay y Bolivia) continúan en la categoría media.
El eje del mal. Los avances son alentadores también en el eje del mal sudamericano: Venezuela, Bolivia, Ecuador y la Argentina.
En cuanto a los esfuerzos en el área de salud (en el período 1995-2000 al quinquenio 2005-2010), la mortalidad se redujo 1,3 por cada mil habitantes en Bolivia, tres veces más que el conjunto regional. Respecto del control demográfico, tanto Bolivia como Venezuela superaron los ya meritorios avances de la región. El avance en la expectativa de vida fue otro orgullo del país del altiplano: 3,5 años más, uno por encima del promedio regional. También se destacó Bolivia en la reducción de la mortalidad infantil: 21 bebés cada mil salvaron sus vidas gracias al esfuerzo de su país.
La PEA creció por encima del promedio regional tanto en Venezuela y Ecuador como en Bolivia. En los últimos quince años la clase trabajadora quechua creció un 60 por ciento. Los méritos en la lucha contra el desempleo se los llevan la Argentina (redujo 9 puntos la desocupación) y Venezuela (casi 3). Desde el 2000 hasta la fecha, quien más redujo el analfabetismo fue Bolivia (-7,3%), quien más aumentó su matricula primaria, secundaria y terciaria fue Venezuela (9% en el primer caso, 47% en el segundo y 23% en el tercero). Desde 1994, Venezuela y Ecuador fueron quienes más redujeron la pobreza (20 y 19%, respectivamente) y esos dos mismos países fueron quienes más avanzaron en la reducción de la indigencia (10 y 13 por ciento).
El marco cualitativo. A esto cabe agregarle el futuro aún más promisorio de los diez Estados (excluyendo las Guayanas) que conforman el subcontinente. Sólo para mencionar un par de ejemplos, existen probadas reservas de energía en Venezuela y Bolivia, y promisorios yacimientos frente a Brasil y en el Atlántico Sur. Se acaba de descubrir la segunda reserva más grande del planeta de litio, el elemento del futuro. De él dependen las baterías energéticas de celulares y demás adminículos tecnológicos.
La región maneja solamente dos idiomas bastante similares y masivamente se reconoce en el culto cristiano. No existen grandes diferencias étnicas, a excepción de focalizados conflictos por la tenencia de la tierra al sur de la cordillera de los Andes y en algunas franjas de la selva amazónica. Y por último, pero no menos importante, no hay conflictos bélicos de envergadura en la región, quizás con la lamentable excepción de la presencia estadounidense en Colombia y el estímulo que ésta genera en una administración política afín.
Una aproximación más rigurosa mostraría que algunos indicadores empeoraron hacia fines de los ’90 y desde entonces la región remontó a gran velocidad. Seguramente, la recuperación del valor de los saldos exportables de Sudamérica ha tenido una gran incidencia. Sin embargo, esto no es la primera vez que ocurre y no siempre afectó positivamente los indicadores sociales. En la última década, los gobiernos sudamericanos se han volcado a una política económica que fomente el crecimiento del mercado interno, la diversificación productiva, la protección a los sectores más vulnerables y la integración regional. Los mandatos de la ortodoxia económica fueron desoídos (con distinta intensidad según el país) y los resultados comienzan a mostrarse resonantes, particularmente en los países donde se ha llevado la reforma social y antineoliberal más a fondo, cuyo ejemplo paradigmático en medidas y resultados es Bolivia.
Queda mucho por hacer, pero América del Sur construye, esforzadamente su destino. Sobre esta base, la década venidera puede ser aún más prometedora.
El autor es Integrante del Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular y director de la Agencia Paco Urondo (Agencia Paco Urondo)
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