Capital Federal (Agencia Paco Urondo) La pertinaz continuidad de Julio Cleto Cobos en la Vicepresidencia insurge contra la voluntad popular libremente expresada en las urnas. Su obstinación tiraniza a la sociedad en su conjunto. Quienes buscan justificarla defienden intereses ajenos al del Pueblo y la Nación, e insultan la inteligencia de los argentinos. Este Vicepresidente traicionó la voluntad de sus votantes al pasarse inopinada y pérfidamente al bando opositor, al pretender encabezarlo y, mucho peor, al conspirar palaciegamente con intereses particulares contra la continuidad misma de la Presidenta, como ha sucedido en el caso Redrado. Debe renunciar ya.
Julio César Cleto Cobos se ha convertido en el preferido del estáblishment: la alta burguesía beneficiada en el Proceso, el menemato y el delarruísmo, los grandes medios comerciales de comunicación de masas, la camándula de estafadores financieros y falsos ídolos de la economía que pulula por la “City” porteña, la rosca antiindustrial sojero-agroexportadora, amante de la desocupación masiva y el atraso social, las grandes empresas extranjeras hartas de regulaciones de precios, protecciones al empleo y aumentos de salarios, etc. A falta de argumentos políticos, ese ejército de enemigos del pueblo se dedica ahora a imaginar artilugios jurídico-“institucionales” para, en realidad, burlarse de la voluntad popular que es la fuente de toda juridicidad y de todas las instituciones.
Han llegado a declarar que el Vicepresidente de la Nación no integra el Poder Ejecutivo, sino que es un miembro del Legislativo. Con igual lógica se podría plantear que forman parte del Ejecutivo todos los legisladores y gobernadores provinciales que potencialmente puedan, en caso de acefalía, ocupar el cargo presidencial. Si desde el llano son capaces de torcer tan groseramente el sentido de la misma Constitución que lograron imponer en 1994, ¿qué no podemos esperar de ellos si triunfan en su designio de colocar al architraidorzuelo cuyano en el sillón presidencial?
Otra argumentación, algo menos descarada, afirma que Julio Cobos se considera traicionado en su buena fe por el Dr. Néstor Kirchner y la actual Presidenta. Sus propios correligionarios mendocinos lo han señalado repetidamente como un erudito en puñaladas traperas, lo que plantea fuertes dudas sobre esa “buena fe” política. Pero supongamos por un instante que, en efecto, este hombrecito de paja no imaginaba el rumbo que iba a tomar el gobierno, mas allá del programa elaborado en donde se adelantaban algunos de los temas que se iban a desarrollar, cuya fórmula presidencial aceptó integrar.
¿Qué papel esperaba jugar, entonces, en la “transversalidad” que se le proponía? A quién representaría, en su difuso carácter de político “radical”, acompañando a una candidata peronista? A la vasta masa de simpatizantes radicales pertenecientes a las clases medias empobrecidas, a los obreros de convicción radical, a los docentes y empleados públicos que se consideran representados por el partido forjado por Hipólito Yrigoyen? O, por el contrario, a los grandes estudios de abogados, a las capas gerenciales del endeudamiento, a los turbios socios de cuanto régimen antinacional hubo en la Argentina después de 1955, a los comerciantes y chacareros del mundo agrario enfeudado a la oligarquía, esos grupos minoritarios pero poderosos que se sienten representados por la maquinaria política contubernista forjada por Alvear?
¿Pensaba Cobos que era posible cumplir este segundo papel en un gobierno que ya en los inicios de la presidencia de Néstor Kirchner, pese a haber llegado al poder apoyado por Eduardo Duhalde -es decir, por una de las formas del menemismo posible después de 2001- había empezado a mostrar reflejos cada vez más nacionales y más populares? Podemos suponerle la inocencia de creer que la “transversalidad” intentaba unir al movimiento nacional con los sectores del privilegio, o con aquellos que se le asocian en las migajas más mezquinas que caen de su banquete? No se le ocurrió que la única “transversalidad” posible es la transversalidad en el seno del pueblo, y no con los enemigos del pueblo?
Si no se le ocurrió, revela una visión política tan pobre y camandulera que ni siquiera debería considerárselo, no ya para la candidatura presidencial en caso de acefalía, sino para ningún cargo público electivo. Y si se le ocurrió, la evidencia de su error debería llevarlo a renunciar de inmediato a la vicepresidencia y a ponerse a la cabeza de la oposición, pero desde el llano. Su voluntad de permanencia es, en sí misma, prueba del delito de lesión institucional que pretende perpetrar.
Existe un inquietante antecedente institucional de este desvergonzado despropósito antiargentino. El sistema electoral imperante en el Brasil de 1960 permitió que llegara a la presidencia Jânio Quadros, apoyado por el partido más gorila y entreguista mientras la vicepresidencia recayó en João Goulart, heredero directo de Getúlio Vargas. Esto generó tal inestabilidad política que Quadros solo gobernó entre el 31 de enero y el 25 de agosto de 1961. Tras su renuncia, Goulart asumió el comando de la Nación, pero solo para terminar perdiéndolo en el infausto golpe militar de 1964, que tantas tragedias provocó en Brasil y en el conjunto de América Latina.
Ese Ejecutivo bicéfalo en pugna no era la representación del “conjunto consensuado” de la sociedad brasileña, sino una amenaza de ruptura de institucionalidad, que finalmente, se cumplió brutalmente. Ése es el papel que juega Cobos hoy. Julio César Cleto Cobos debe renunciar de inmediato. El pueblo argentino, más allá de toda bandería política, no tolera más felonías.
Mesa Nacional del Partido Patria y Pueblo: Néstor Gorojovsky, Secretario General. Hugo Santos, Juan María Escobar, Ricardo Solohaga, Gustavo Battistoni, Almendra Cisneros de Lara, Rubén Rosmarino, Baylon Gerez, Pablo López. (Agencia Paco Urondo)
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