martes, 16 de febrero de 2010

Sobre la verdadera misión del intelectual o del artista por Osvaldo Bayer

Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Descubrir el laberinto a la utopía. Ir limpiando de obstáculos el camino al paraíso, con el ávido pico y la pala cargada, e ir plantando flores en los costados para inspirar a los de la esperanza. Nada menos que eso.

Es el único pragmatismo. Y justo eso es la misión del intelectual y el artista en la sociedad. Soñar proyectando el camino al paraíso. Y alcanzarlo, por fin, que no es otro que la “paz eterna” pensada por el gran planificador y realizador de la Etica, Emmanuel Kant. El filósofo de lo positivo. Ni uniforme, ni condecoraciones, ni premios. Sólo salir a la calle cuando reina la injusticia. Cuando en esas calles está evidente el dolor de los otros. El dominio de la fuerza, de la violencia de arriba. Del poder, de la propiedad. El egoísmo. Ese es el momento en que el intelectual debe abandonar su torre de marfil y bajar las escaleras, llegar a la calle y decir: ¡un momento!

Tal vez una bala le abra el pecho y su sangre va a quedar en la calle. Es el momento en que sus ideas van a comenzar a ser conocidas. Su nombre quedará en las mentes futuras mientras los verdugos de siempre serán tapados por el barro del olvido y del desprecio.

Salir con la palabra a desnudar la historia y los monumentos creados por la codicia y el miedo. El poder escribió la historia. El intelectual tiene que subirse a un banco del paseo principal y dar el nombre de los aprovechadores de las guerras.

Frente a las armas, siempre la palabra. Frente a la amenaza del poder, ganar la calle. Frente a las palabras aquellas del general que amó la muerte: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, la voz interminable, infinita, generosa de: “si quieres la paz, prepárate para la paz”. NO hay otra salida, aunque nuestra sangre llueva sobre la calle, porque de esa tierra regada nacerá la memoria. El sentido de la ubicuidad quedará para los oportunistas de siempre a quienes la historia no disculpará nunca. La palabra y la mano abierta sin gatillos. Esa es la dignidad. El ejemplo como unica arma. Ante la amenaza, la respuesta fuerte, clara y digna.

Claro, es fácil escribirlo. El fusilador de poetas Francisco Franco tuvo 63 monumentos. Ese dictador de la muerte y la propiedad y el brazo levantado como humillación para los de abajo y los del sueño eterno hizo morir de hambre en la celda del frío y la injusticia al gran poeta Miguel Hernández. Hoy, ese poeta es leído en todas las aulas y sus poesías copiadas por los adolescentes enamorados y sólo queda un monumento del fusilador en un lugar de fieras que se hincan ante altares y aplauden el ruido de botas. La ética venció finalmente a la bala, las risas infantiles vencieron finalmente a las horcas en el cuello de las utopías.

Los intelectuales y los seres de las artes y los docentes-que son aquellos que pueden expresarse y llegan al pueblo con sus creaciones- tienen sí el deber de observar el poder y advertirle de sus errores y de sus trasgresiones pero tienen también que tener como un deber su propia responsabilidad de no callar ante el peligro, de no ponerse de rodillas hasta que pase el chubasco.

Deben estar presentes siempre y llevar la voz de quienes son marginados o perseguidos en la sociedad. Es decir, en una palabra: crear la paz. Y la paz sólo se logra tratando de eliminar la violencia de arriba. Porque no hay violencia de abajo mientras haya libertad e igualdad. La violencia de abajo siempre comienza como reacción a la violencia estructural. De arriba. Crear paz.

Y la paz se crea con la generosidad, aquello que soñaron los eternos revolucionarios: libertad, igualdad, fraternidad. O los patriotas que aprobaron el himno: ved en trono a la noble igualdad, libertad, libertad, libertad. 1813. Luego, en 1879, Roca va a imponer nuevamente la esclavitud cuando anuncia el “reparto de indios” y los manda a los cañaverales del norte a trabajar en el azúcar, o a Martín García a las defensas militares; o a las mujeres indias, las chinas, como el las llamaba, como sirvientas a casas de militares y de familias bien, y a los chinitos, a los indiecitos, como mandaderos separándolos de sus padres.

Ved en trono a la noble igualdad, hermosa y profunda frase que fue traicionada por la ley 4144, la cruel ley de residencia, por la cual se expulsó a centenares de obreros por luchas las ocho horas de trabajo.

Ley que para vergüenza de la democracia argentina se aplicó también en gobiernos democráticos y fue eliminada por Frondizi, en 1958. Y los intelectuales del 80, en su mayoría, se callaron la boca. Estaban obsesionados por la palabra progreso, pero el progreso sin el camino por la ética - aunque sea mucho más largo- termina finalmente por cobrarse sus víctimas. Se iniciará la enorme injusticia de la irracional entrega de tierras a los del poder y las represiones sangrientas de los obreros que reclamaban el sagrado derecho de las ocho horas de trabajo.

El espíritu de mayo se fue transformando en el acomodamiento en la defensa de los intereses del poder y del poder de turno y de los mitos de Dios, Patria y Hogar, contra Libertad, Igualdad, Fraternidad. Cuando la verdadera democracia estaba y está en dar campo libre a los jóvenes talentos, para las minorías y las nuevas ideologías nacidas del saber, contra las corrientes de opinión fraguadas desde el poder con promesas y eslogan.

Y ahora estamos ante el mismo desafío. Aprender de las experiencias negativas del pasado exige fantasía. Y la transmisión del pasado a la próxima generación exige responsabilidad; responsabilidad en la elección, el significado y la posición tomada ante la realidad. Jamás ignorar el pasado, principalmente las páginas oscuras y problemáticas. La frase “mirar para adelante” es el resultado del oportunismo y el miedo a la ética. Cuando se dice que tal personaje nos trajo el progreso hay que analizar el progreso para quien.

El intelectual y el artista no nos tienen que atraer por su fama hecha en los medios establecidos sino por la verdadera trayectoria de su vida, en la humildad y en la defensa de los desposeídos y principalmente de los niños con hambre, que son nuestros. Vale más hablar por la creación de un comedor para niños que publicar un best-seller. Ser corresponsables, como intelectuales, por la trayectoria social de la gente, que debe ser siempre SU gente.

Sí, claro, crear, crear y que su creación produzca alegría, conmoción y conocimiento, pero no quedar en literato o músico, sino ser político también, no tal vez político profesional, pero tener el coraje civil de la crítica a todo aquello que esté traicionado por la espalda a los principios de la Ética. Ser extremistas en la dignidad. Aunque nuestros nombres estén prohibidos en los grandes diarios, en las radios de las cadenas de propietarios y en la televisión que vive de los avisos y no es libre ni democrática. NO vivir en la torre de marfil y no sentirnos academicistas y excelsos. Sí, transformarnos de solitarios en solidarios. Esa es la única nobleza. No retornar nunca del camino del paraíso sino marchar y sembrar, aunque nos excomulguen los dueños de todo lo material y lo religioso adaptado.

El literato puede poner toda la fantasía en su letra: problemas, miedos, esperanzas, intereses, melancolías, ansias, anhelos y entregar a sus lectores ilusiones y milagros. Pero el autor debe despojarse de todas estas figuras cuando enfrenta la realidad, y trabajar con la realidad. Poeta hasta la puerta de calle, pero cuando abre esa puerta y sale a la calle no imaginarse que el niño pordiosero es un ángel alimentado por Dios sino una víctima del egoísmo y de un sistema con ratas que se comen todo entre ellas. Seamos azuzadores contra los verdugos de la verdadera democracia. Azuzar las conciencias con lo que significa la palabra paz, azuzar la palabra con la palabra trabajo, una palabra que nos pertenece a todos y a la cual tenemos derecho. No puede haber una sociedad con desocupados. Eso se llama falta de solidaridad, egoísmo, un mundo de criadores de violencias. Ver eso en su sociedad y no protestar es ser egoísta, pequeño, poseer una mente cerrada de toda grandeza. La grandeza de la igualdad de derechos de todos y así fue un hombre como Gastón Gori. (Aplausos, aplausos.......)

*Este texto fue leído por este reconocido escritor, en ocasión de una charla debate sobre El ejemplo de Gastón Gori. Rafaela (S.Fe) año 2006. (Agencia Paco Urondo)

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