viernes, 8 de enero de 2010

¿Cuánta autonomía debe tener un banco central?

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, en El Argentino.com) El jefe de la bancada oficialista de senadores, Miguel Ángel Pichetto, salió a reconocer que “habría que reprocharle a [Néstor] Kirchner que en el momento de mayor poder, cuando tenía todo a favor, no hizo un proyecto para modificar la carta orgánica” del Banco Central. Tras la gresca con Redrado, el legislador pidió “remediar la actual situación en la que el Banco Central, sea quien fuere su titular, puede ubicarse por fuera y, como ocurre ahora, en oposición a las decisiones del Poder Ejecutivo”.

En los países en vías de desarrollo, el lobby por la autonomía de los bancos centrales se desató junto con otro paralelo, que definía al ajuste estructural como base de toda política económica sana. Repasar las fechas de la ola de reformas de esas instituciones en la región es un buen ejercicio: Chile (1989), Argentina (1991), Colombia (1991), Venezuela (1992) y México (1994). No parece una casualidad el período histórico en el que se concretaron las modificaciones a las cartas orgánicas.

Un paper publicado por el FMI en el 2007 (Central Bank Autonomy: Lessons from Global Trends, de Marco Arnone, Bernard J. Laurens, Jean-François Segalotto y Martin Sommer) nos ayuda a evaluar dónde quedó parada la Argentina en este aspecto. De acuerdo con este trabajo, si tenemos en cuenta la “autonomía política” –esto es, la capacidad del Banco Central de seleccionar sus objetivos de política monetaria–, el BCRA es hoy el más autónomo de la región, por sobre los de Brasil, Chile, Perú y Venezuela. Es que la nada sutil Carta Orgánica del Banco Central no deja lugar a dudas: “En la formulación y ejecución de la política monetaria y financiera” la entidad no está sujeta a “órdenes, indicaciones o instrucciones del Poder Ejecutivo nacional”. Nada menos.

En el caso argentino, el paper evalúa que, formalmente, no se requiere aprobación del Gobierno para la formulación de la política monetaria y que existen cláusulas legales que fortalecen la posición del Banco Central ante posibles conflictos con el Ejecutivo. Por ejemplo, en Brasil, ambos aspectos están ausentes.

Además, no deja de llamar la atención que para este estudio del FMI, el Banco Central de la República Argentina sea hoy “políticamente” más autónomo que las autoridades monetarias de los Estados Unidos, el Reino Unido, Nueva Zelanda y Canadá. En otro nivel quedan los bancos centrales de Japón y Corea, dos países desarrollados en los que prácticamente no hay frontera entre la política monetaria y los dictados del gobierno.

Yendo a la autonomía “económica” –la capacidad de los bancos centrales de seleccionar con qué instrumentos se pondrá en práctica la política monetaria– la situación es más pareja a nivel regional. Por ejemplo, las entidades de la Argentina y Brasil cuentan con el mismo nivel de autonomía. Claro que es aún más alta que la que este tipo de instituciones tienen en España, Italia, Alemania y Holanda.

El completo estudio realiza también un corte intertemporal y señala que el Banco Central de la República Argentina era casi la mitad de autónomo del Gobierno en la década del ’80, por ejemplo, cuando gobernaba Raúl Alfonsín, que en la actualidad.
Si decide reformular de manera integral la Carta Orgánica del BCRA, el oficialismo no tiene más que echar mano al proyecto de Mercedes Marcó del Pont, del 2007, que llegó a obtener dictamen en la Comisión de Finanzas de la Cámara baja. La iniciativa no hace sino transparentar una idea que se ha hecho parte del sentido común en muchas fuerzas políticas, más acá o más allá del oficialismo.

Decir que el objetivo del Banco Central debe ser “preservar el valor de la moneda, de un modo consistente con las políticas orientadas a sostener un alto nivel de actividad y asegurar el máximo empleo de los recursos humanos y materiales disponibles, en un contexto de expansión sustentable de la economía” no debería ser discutible para ninguno de los dirigentes que coquetean con suceder a Cristina Kirchner. El lacónico “preservar el valor de la moneda” que puede leerse en la actual norma no hace sino recordar al Estado ausente de la década del ’90.

No puede decirse que la actual titular del Banco Nación sea revolucionaria en sus planteos. El proyecto de su autoría apenas busca poner las cosas más cerca de un justo medio, de adecuarlas a las actuales necesidades de la Argentina. En los fundamentos del proyecto, advirtió que el régimen de política económica vigente durante la gestión de Carlos Menem y hasta ahora fue demasiado lejos: “Prohibió al Banco Central todo financiamiento de las actividades estatales y privó al sistema bancario de su rol tradicional como prestamista de última instancia”.

La economista subrayó además la incoherencia en términos regionales que se vive en la Argentina, lo que se evidencia en el paper del FMI. Destacó que “la coordinación entre el Ministerio de Economía y el Banco Central” está legalmente especificada incluso en las Constituciones de varios países, como las de Colombia o Paraguay. También recordó que el Banco Central de Brasil, si bien no es autónomo de iure, sí lo es de facto, como está ampliamente reconocido.
Quizás sea una buena oportunidad para volver a poner
este debate en el ámbito del Congreso, pensando en el mediano plazo, más allá de los coqueteos políticos, las disputas mediáticas y la discusión por los vencimientos de deuda del 2009.


(Agencia Paco Urondo)

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