martes, 12 de enero de 2010

El año que (ahora dicen) vivimos en peligro, por Diego Igal

Capital Federal (Agencia Paco Urondo, publicado en Revista Contraeditorial y La Cantora) De las manipulaciones contra la Ley de Medios al papelón del caso Pomar, un recorrido por la desmesura que muestra cómo la prensa nacional rompió su contrato ético profesional con la sociedad. Entre disparates, silencios, operaciones desembozadas y bizarrismos, los medios atentaron contra un valor que debería ser inquebrantable: la credibilidad. ¿Un oficio en retirada?

Sostiene Moreno (Marcelo, editor de Clarín, en la edición del 16/12/09) que “a raíz del caso Pomar han surgido diversas autocríticas por parte de periodistas respecto de la cobertura de los hechos”, que aunque le parecen “saludables”, cuestiona el momento del ejercicio autorreflexivo. Considera Moreno que lo que llama “pulsiones autocríticas” deberían evitarse o moderarse porque en el país existe “una agresión inédita en la historia de la democracia argentina por parte de las más altas autoridades del Ejecutivo contra la libertad de expresión”.

Enumera Moreno que “la ley de control de medios audiovisuales, la ofensiva contra Papel Prensa, los reiterados ataques de parte de la misma Presidenta de la Nación y su poderoso marido contra el periodismo que no pueden domesticar, son ya moneda corriente en la Argentina. Hasta han instalado en el canal oficial un programa diario en el que ciertos fans del patetismo se dedican a injuriar a los periodistas profesionales”.

Al margen de la intencionalidad, los considerandos ideológicos e interesados del columnista del autodenominado gran diario argentino, es por lo menos exagerado sostener que esas necesarias autocríticas por el papelón del caso Pomar deberían obviarse o atenuarse por una cuestión política. Porque, además, la cobertura del drama vivido por la familia que se mató en la ruta 31 fue la coronación de un año en el que terminó de quedar demostrado que en la Argentina no existe el periodismo independiente, que el ejercicio de toda la profesión adolece de falencias graves y que ninguna de estas cuestiones son coyunturales o producto de los inquilinos de la Casa Rosada sino de fallas estructurales más cercanas a las lógicas y decisiones empresariales que a los ataques políticos o sindicales.

Hay que ver nomás algunas notas que escribió Raúl Kollmann (en especial el domingo 6 de diciembre) en el diario Página 12 –una publicación que al menos no suele ser blanco de los ataques del Gobierno ni nunca fue tachada de sensacionalista– para comprobar que el dislate periodístico del caso Pomar alcanzó a todos y no sólo a los amarillos como Facundo Pastor, Guillermo Andino, Crónica o Diario Popular.

“Quienes durante estos días transmitimos las hipótesis de los investigadores, policiales y judiciales, vivimos este desenlace con agobio. Por un lado, quien escribe estas líneas siente que en ningún momento se apartó de lo que provenía de la causa judicial. Pero por el otro, queda la bronca de no haber desconfiado más, de no haber puesto más la lupa en una ineficacia policial que es habitual y que constituye un estilo: los policías están más orientados a negociar con el delito que a investigar. Equivocadamente, este periodista creyó que era imposible que no buscaran como corresponde a veinte metros de la ruta”, escribió Kollmann tras el hallazgo del Fiat Duna de la familia Pomar.

Por las mismas horas que Moreno escribía la columna citada se revelaban las conclusiones del último congreso del Foro del Periodismo Argentino (Fopea) que identificó quince “problemas principales” que atraviesa el periodismo, a saber: “Extrema facilidad de pasar del caso particular a la generalización. Ignorancia estructural sobre el funcionamiento de algunas áreas específicas del Estado. Coberturas reduccionistas de temas públicos de enorme importancia. Difusión de mitos (por ejemplo, los delincuentes que “entran por una puerta y salen por la otra”). Falta de chequeo de la veracidad y precisión de la información.

Tendencia a sostener prejuicios en sus coberturas. Sospechas de connivencia entre los periodistas y los intereses políticos y empresariales. Tendencia a la estigmatización y a la discriminación. Ausencia de buenas noticias (sobre temas educativos). Centralización informativa. Tendencia a la emocionalización. Falta de contextualización. Dependencia informativa de las fuentes oficiales. Dificultad para informar en situaciones de gran incertidumbre (básicamente en temas de salud, como las epidemias de 2009 de dengue y de gripe A) y falta de seguimiento”.

Al margen del papelón Pomar, recorrer el trabajo de la prensa argentina a lo largo de este almanaque que se queda sin días es toparse con demasiados ejemplos de los síntomas que diagnostica la ONG que agrupa a un puñado de colegas periodistas y no es “kirchnerista”.

Algunos muchos, otros tan poco

Por ejemplo: si este 2009 fuera recordado como el año de la gripe A y el dengue, sería bueno que se mencione también la cobertura mediática de la aparición de ambos problemas. Muchos especialistas criticaron el sensacionalismo en el manejo de la información, la danza de cifras y la amplificación de los efectos que causaba una epidemia menos dañina que otras enfermedades que ya son crónicas y reiteradas por estas pampas (como la gripe común, el chagas o la tuberculosis).

La médica Mónica Muller acusó a “los medios nacionales” del despliegue de “hipótesis persecutorias tan disparatadas que si no fuera por el contexto en que se publican deberían merecer la atención de especialistas en psicosis paranoides. Un mínimo esfuerzo por informarse con objetividad permite saber que las autoridades sanitarias argentinas siguieron desde el principio las directivas de la Organización Mundial de la Salud en cuanto a control, detección de casos y mitigación de la epidemia”, agregó Muller. Habría que decir que no sólo en la Argentina se cuestionó el trabajo de la prensa ante la aparición de esta influenza feroz, pero en el caso local debe anotarse como agravante que la noticia se usó para pegarle al Gobierno.

¿Y si se cuestionan esas coberturas donde debería prevalecer la información científica y el dato preciso, qué podría decirse sobre las especulaciones que hubo ante la caída al mar del vuelo 447 de Air France o la audacia de los boca de urna que daban ganador de las elecciones legislativas a Néstor Kirchner en los primeros minutos del escrutinio del 28 de junio?

Este 2009 que se va deja también para la historia la liberación de los goles y la “estatización” del fútbol de primera A, la elección de Diego Maradona como DT y las polémicas que trajo y les quedaron adentro a algunos colegas. Quizá se recuerde como el nacimiento múltiple de estrellas mediáticas como Ricardo Fort, Zulma Lobato, Bien Don Carlos y el supuesto hijo de Guido Süller, lo que evidencia la crisis de contenidos que tiene la televisión, pero también el fácil y rápido acceso a la llamada caja boba que tienen ciertos personajes.

En contraste con el exceso mediático podría colocarse el silencio ante la desaparición, en enero último, de Luciano Arruga, a quien la mayoría de los medios ignoró por completo.

Y eso que el caso del joven, del que se sospecha que fue chupado por la policía provincial, dejó en evidencia algo inquietante: que la Bonaerense recluta –por las buenas o por las malas– menores para que cometan delitos, una cuestión gravísima que el ministro de Seguridad Carlos Stornelli admitió recién en diciembre cuando arreciaban los cuestionamientos al profesionalismo y probidad de la fuerza de seguridad que en teoría conduce.

El mismo silencio que sufrió Luciano, la corporación lo aplicó para la evolución de la causa por la identidad de los hijos adoptados de Ernestina Herrera de Noble o los muchos conflictos salariales y/o gremiales en varias empresas periodísticas (Crónica, La Nación, El Cronista, Canal 13, Terra, Crítica), donde se violaron derechos constitucionales como la libertad sindical o de huelga.

El establishment sí se escandalizó y mentó la libertad de expresión cuando se puso fin al contrato de Nelson Castro o cuando el Canal 7 evitó mostrar al vicepresidente Julio Cobos en un festival de la doma y el folklore en plan electoral.

Y aunque el editor de Clarín Moreno hable de una agresión inédita en la democracia por parte del Poder Ejecutivo a la libertad de expresión, no parece haber prohibición para hablar cuando se escucharon tanto las declaraciones apocalípticas de Elisa Carrió o el rabino Sergio Bergman, entre otros; el discurso del empresario Daniel Vila, donde descalificaba como propia de una dictadura la norma que se sancionó para derogar la ley de radiodifusión de los militares; los deseos golpistas y desestabilizadores de Mariano Grondona y Hugo Biolcati o el hecho de que el vencedor del kirchnerismo y actual diputado Francisco de Narváez sea dueño de un multimedios, algo que él mismo considera “incompatible”.

Censura sería lo que logró Clarín de un juez que ordenó sacar de Internet un blog llamado “Qué te pasa Clarín” en el que se analizaba el discurso del monopolio; la decisión de un diario de San Juan de no distribuir una revista dominical que acompaña varios periódicos porque la nota de tapa investigaba la minería en esa provincia o que se quitara del libro del 20 aniversario del programa de Marcelo Tinelli un texto del periodista Carlos Ulanovsky, que le habían pedido pero que al parecer disgustó por su contenido crítico.

Y lo que no quedó en evidencia de manera grosera, pero casi, es el tratamiento diferente que tienen Clarín y La Nación para con Mauricio Macri, a quien cuidaron al demorar en dar información y luego en tratar el escándalo de las escuchas y la conformación de la Policía Metropolitana, primero; las idas y vueltas anche contradicciones sobre el matrimonio gay y con la designación del reaccionario Abel Posse, luego.

Y si se habla de demora habría que mencionar lo que tardaron los grandes medios en dar cuenta de lo que pasaba en la ex Terrabusi, cuyos empleados recién lograron acaparar atención cuando cortaron la ruta Panamericana. En rigor es una constante de gran parte de la prensa abordar conflictos sindicales o sociales si estallan o tienen un componente de violencia (represión o incidentes).Otras imágenes

Algunos medios, como Perfil, desconfiaron de la veracidad de la foto Fidel Castro-Cristina Kirchner, y otros, como Clarín, cuestionaron de manera abierta y con gran despliegue a Crítica por ilustrar la muerte de Raúl Alfonsín con una foto trucada de Víctor Bugge que mostraba al ex presidente junto a Carlos Menem, borrado en la imagen utilizada por el diario fundado en 2008 y abandonado en 2009 por Jorge Lanata.

Pero si se habla de fotos, habría que recordar que Clarín y el diario deportivo de su propiedad Olé protagonizaron el bochorno del año al dar por verídica una foto trucada que supuestamente se había mostrado en la tribuna popular de River y que cuestionaba a la defensa del equipo millonario. El matutino más viejo lo dio en un suelto, pero su hermano más joven armó toda una historia alrededor sobre que el trapo había sido descolgado por orden de las autoridades del club de Núñez, sin citar fuentes, por supuesto. Al día siguiente, mientras los editores de Clarín se disculpaban y admitían errores en la cadena de control, Leo Farinella, jefe de redacción del deportivo, aseguraba que les habían tendido una trampa (lo que es relativo porque la foto fue subida a un foro), pero nada dijo del chequeo de datos, ABC del periodismo.

Hacia fin de año, otro error llevó a la edición electrónica del sitio de Clarín un suplemento especial que se había preparado por la muerte de Sandro, cuando este recibió el trasplante de corazón y pulmones. Y también publicaron en la edición papel la opinión de una mujer que estaba muerta o información del Departamento de Estado y de la DEA que luego se desmintió o se relativizó como vieja.

En el rubro papelones también habría que agregar el protagonizado por C5N que alertó que se había puesto de moda entre los jóvenes hacer una previa alcohólica con el trago Grog XD armado a base de “kerosene, endulzantes artificiales, ácido sulfúrico, ron, acetona, tinte rojo Nº 2, grasa para ejes, ácido de batería”. La bebida no es más que una lista tomada de un juego de computadoras llamado Monkey Island. El dato tardó en ser desmentido por el canal y el columnista Alberto Cormillot, quien no lo descartó.

Un párrafo aparte para el caso que involucró a Carlos Pagni, columnista de La Nación, hoy materia de investigación judicial. El periodista, un colaborador de él y un lobbista aparecen en una cámara oculta en diálogos con supuestos empresarios que quieren perjudicar a YPF con algunos datos que fueron publicados luego en el diario de los Mitre y que la petrolera desmintió cuando estalló este escándalo. El miniescándalo dejó en evidencia ciertos manejos de la prensa a la hora de recibir información que afecta a los anunciantes, y que algunos periodistas, además de escribir en un medio, tienen negocios paralelos como un servicio de newsletter con información clasificada.

En el casillero de excesos habría que encuadrar el abuso del potencial y de echarle la culpa a todo a “la Crisis”, la danza de versiones sobre el secuestro de Leonardo Bergara (liberado en los primeros días del año), el video repetido hasta el hartazgo que mostraba la agonía de un guía en el Aconcagua, la cámara oculta del programa de Chiche Gelblung a una mujer de 77 años que se prostituía,
las interferencias a TN que se comprobó que se hacían en México y no en Balcarce 50 o la profusa difusión del intercambio de correos electrónicos de un gobernador estadounidense y su amante argentina (pese a que varios fallos judiciales consideran un delito revelar e-mails privados).

En este año que se apaga murieron personajes muy emblemáticos como Mercedes Sosa, Raúl Alfonsín o Fernando Peña, cuyas exequias tuvieron un despliegue mediático grande y merecido, inversamente proporcional al que recibieron tres grandes periodistas fallecidos como Andrés Cascioli, Oscar Raúl Cardoso y Ariel Delgado, con quienes además se perdió a tres exponentes de una forma de hacer periodismo en vías de extinción, aquella que apuesta al profesionalismo, la calidad, pero por sobre todas las cosas a poner el oficio al servicio del público sin importar que en ello haya que enfrentarse a un gobierno dictatorial o una empresa burocrática y monopólica.

La madre de todas las batallas

Para el final debería anotarse todo lo que giró alrededor de la sanción del nuevo marco para los medios audiovisuales, que derogó la ley de radiodifusión de 1980.

¿Por dónde empezar? ¿Por la afirmación de que TN puede desaparecer o que es una ley K de control de medios? ¿Por las especulaciones de que el proyecto no se enviaría o dependía de los avatares eleccionarios? ¿O por las advertencias de la misma SIP que visitó el país para mostrar preocupación por la ley, algo que no hizo cuando estuvo en Buenos Aires durante la dictadura? No alcanzaría esta revista para enumerar todas las cuestiones sobre el tema. Se recomienda visitar el blog Señales (http://seniales.blogspot.com/) o el sitio Diario Sobre Diarios http://www.eldsd.com.ar).

Es evidente que la puja histérica entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín fue determinante y el compás para la sanción de la norma y que esta es un golpe duro a los intereses de la empresa, pero también esta claro que la ley trasciende el actual gobierno y es mucho más abarcativa que el tamaño del holding en cuestión.

También resultó obvio que así como Moreno, el discurso de Clarín no fue el de ponderar la libertad de expresión o de prensa, sino el de defender a la corporación y algunos empleados. Moreno, como Ricardo Roa, Ricardo Kirschbaum, Julio Blanck, Eduardo van der Kooy o Miguel Wiñazki fueron la infantería de una batalla verbal contra el Gobierno y la ley en cuestión. Buscar los textos que firmaron a lo largo de este año es un ejercicio recomendable aunque insalubre.

En noviembre, el periodista Horacio Verbitsky reveló una carta que el embajador argentino en EE.UU. Héctor Timerman le envió a Wiñazki a raíz de la cobertura que había hecho de un cónclave en la InterAmerican Dialogue de Washington, donde el diplomático y ambos periodistas coincidieron. “Es una pena que hayas desvirtuado un interesante debate en un vano intento de acomodar la crónica a una realidad acorde con los deseos de tus patrones”, le reprochó el hijo del fundador de La Opinión, a quien además le endilgó que por el “desconocimiento del inglés”, se perdió el núcleo de la ponencia de José Miguel Vivanco, director del departamento de América Latina de Human Rights Watch, “especialmente todo lo referido a la importancia de suprimir monopolios y oligopolios mediáticos así como el estado de derecho que se vive en la Argentina”.

Timerman también le decía que le pareció honesta la intervención de Wiñazki cuando pidió “que no confundan a los periodistas de Clarín con los intereses corporativos del Grupo (pero) no tuviste lugar en la crónica para incluirlo. Tampoco para las risas que se generaron entre los presentes cuando luego de tu intervención el moderador debió aclarar que eras un empleado de Clarín, dato que habías omitido y que, como es costumbre, proporcionan todos los que piden la palabra para beneficio de los participantes”.

Es un ejemplo de una cobertura sesgada y parcial que desvirtuó tantos otros debates que marcaron todo el año. El 2010 será el año de la implementación de la ley, de manera que pese a lo que plantea Moreno, es el momento de mirarse el ombligo y corregir los errores porque el hecho de que la clase dirigente cargue contra las empresas periodísticas y algunos periodistas no es para cerrar filas sino para ejercer cada vez mejor el oficio. Y la excelencia no abunda, no por culpa de la política sino por la pauperización que aplican muchos dueños de los medios. (Agencia Paco Urondo)

No hay comentarios:

Publicar un comentario